60

87 6 5
                                    

Por un momento, pensé que sería el fin. No me había acercado demasiado a ella como para que sus padres sospecharan algo inapropiado. Sin embargo, me aparté en cuanto escuché la puerta abrirse. ¡Y qué bueno que lo hice! Si quiero que esto funcione debo de hacer las cosas bien. Debo admitir que me moría de ganas de hacerlo; de besarla como en las películas. Sin embargo, la realidad es diferente y no quiero que una acción precipitada eche a perderlo todo.

Hailey les explicó el porqué de sus lágrimas (disipando cualquier posible duda infundada de la situación). De modo que sus padres empezaron a consolarla. Sin embargo, no me fui de allí hasta que ella misma me aseguró que se mantendría optimista. Incluso me confesó que le había hecho ver las cosas de una mejor manera.

Me levanto para estirar un poco la espalda, y requiero de toda mi fuerza de voluntad para no lanzar un agudo grito de placer. Chris conoció mi parte rara y no quiero que piense que lo sigo siendo. O sea, sí soy raro, pero no quiero recordárselo, así que dejo que afine la guitarra de mi padre.

—Listo —anuncia pasándome el instrumento.

La tomo con cuidado, admirando el buen estado en el que se encuentra. Esta guitarra tiene 26 años y se ve como nueva. Esa manía de mi padre de tenerlo todo limpio ha servido en esta ocasión (cuenta la leyenda que alguna vez la usó para conquistar a mi madre).

—Muy bien. Empecemos —anuncia Chris.

El primer día. Me enseña los acordes y la posición de mis dedos. Como soy zurdo me tengo que adaptar a la manera de Chris, a la manera diestra (como siempre he tenido que hacer en la vida). Aprovecho las 3 horas al máximo (tanto así, que a lo largo de todo el ensayo debo frenar un par de veces para estirar los entumecidos dedos).

A pesar de mis dudas, Chris tenía razón. No es tan difícil como pensé (solo si olvidamos el dolor en los dedos, pero puedo soportarlo). De modo que al final del tercer día, puedo tocar la canción y cantarla sin problema.

—Ojalá pudiera cantar como tú —suspira Chris después de mi primer ensayo cantado.

—El primer paso es tener unos pulmones sanos —le recuerdo—. Así que te recomiendo dejar de fumar.

—Bueno, no todo se puede en esta vida —contesta con humor antes de meterse un cigarrillo a la boca.

A pesar del dolor de estos últimos días y los sentimientos encontrados, veo una mejora en Chris. Cuando vengo a ensayar con él noto que deja de lado la tristeza y se concentra en algo que le gusta. Y, por alguna razón que no sé explicar del todo, me siento bien. Ayudar a alguien a sanar es gratificante. Y, si algo sé, es que el duelo por una persona fallecida puede tomar tiempo, así que no puedo esperar que Chris sane de la noche a la mañana, pero me alegra formar parte del proceso.

Al día siguiente me encuentro con Ronnie para contarle lo que pretendo hacer. Y por un momento cuesta creer lo entero que está (sobre todo si recordamos que ni siquiera podía levantarse de la sepultura de Leon el día de su entierro). Como dije, cada persona sana a su ritmo, pero me siento mal porque he estado tan ocupado con esto de la canción que casi no he hablado con Ronnie. Quizás pueda hacer con él lo que estoy haciendo con Chris: enfocarlo en otras cosas.

—¿Te gustaría ayudarme a preparar el postre favorito de Hailey? —le pregunto al rubio de ojos azules.

—¿Me darás un poco? —pregunta travieso.

—Yo mismo te haré tu postre favorito. Pero este déjalo para Hailey, por favor.

—Me habría conformado con lamer la cuchara, pero ya que insistes...

—No hay cucharas que lamer en la elaboración de una carlota de limón —rectifico con ironía.

—Ok. Acepto —indica Ronnie con tono juguetón.

IMPOSSIBLE LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora