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Me imagino horrorizado la situación: disparos cerca de mí, sangre derramada en el suelo de personas que he visto, tal vez incluso algunos sean amigos míos. La cara del degenerado que agita el arma homicida y dispara contra quién sabe cuántos más. Todo para que al final el asesino haga honor a su profesión, meta la pistola en su boca y jale del gatillo. Lo observo desplomarse y desperdigar su sangre en las losetas.

Las noticias muestran fotos de las víctimas y la del asesino: 14 personas cuyos rostros me resultan ajenos. Me relajo un poco al saber que Tommy sigue con vida, aunque noto una punzada de tristeza. Llámenme superficial, egocéntrico y todo lo que quieran, pero soy honesto. Me duele mucho saber el desperdicio que ha sucedido. El único rostro que logra incrustárseme en la cabeza es el de un chico: guapo, de hermosos ojos y labios carnosos. Piel clara y cabello castaño no hacían más que agregar belleza al atractivo que ya poseía. ¿Y ahora qué? Se ha ido. Se ha ido para siempre. No lo conozco, pero me duele mucho saber que incluso esas personas que gozan de lo que yo tanto he anhelado, esas personas que he envidiado tanto... también pueden morir. Duele una muerte normal, pero la muerte de una persona hermosa... eso me cala hondo. No importa si es hombre o mujer. Me duele.

Lo sé, soy despreciable.

Apago la televisión antes de conocer los motivos que tenía el asesino como para haberles arrancado la vida a 13 personas. Sacudo la cabeza, asqueado; más que por lo que hizo, por su aspecto: cara poco agraciada infestada de granos y con varios pelos ralos sobresaliéndole por encima del labio. Me dejo llevar por las apariencias. Como siempre, lo que aparece ante los ojos es lo que tomo como sentencia. La balanza se inclina a favor del chico guapo y sentencia al zarrapastroso homicida. Lo odio. Me odio.

Ronnie se aplasta junto a mí, en el sillón. Seguramente tendrá conocidos en esa escuela, es decir, estamos hablando de Ronnie, pero solo percibo una mirada casi tan muerta como los jóvenes en pantalla. Se esfuerza por mantener los ojos abiertos y eso que apenas son las 7 de la noche. Hemos jugado bastante y me atrevería a decir que no parece muy estable, o al menos no lo suficiente como para concentrarse en una noticia de ese calibre.

—Vamos a la cama —le ofrezco poniéndome de pie.

—No, quiero salir a tomar aire fresco —dice después de sacudir la cabeza—. Aunque sea 5 minutos.

No tengo de otra que acompañarlo. Lo ayudo a levantarse. Las estrellas luchan por brillar más que las lámparas del alumbrado público. De alguna forma la belleza natural siempre termina siendo opacada por lo artificial. O así es en donde vivimos.

El calor ha bajado y una corriente de aire nos refresca las mejillas. Intento inhalar hondo antes de expulsar el aire de mis pulmones. Al hacer esto solo consigo bostezar, pero me lo trago.

Los 5 minutos se escurren sin que intercambiamos palabras.

Al final termino casi arrastrando a Ronnie a la cama porque se está durmiendo parado. Lo arropo justo antes de que llegue su madre. En cuando me despido, agarro un taxi que me deja en la casa de Adara. Toco la puerta con decencia intentando no aporrearla (que es mi primer impulso).

El señor Rowins me abre la puerta con cara de perplejidad. El señor de oscuro cabello ralo y piel aceitunada me mira con sus ojos verdes con una expresión que denota reconocimiento, pero no da con mi nombre. Apenas y recuerdo haberlo visto el día de la albercada, cuando conocí a Tommy.

—Soy Noah. Su vecino y amigo de Adara.

—¡Noah! —exclama Adara, y veo cómo sus lágrimas se escurren por sus mejillas.

Me abraza como si yo fuera su única esperanza, aunque en realidad abraza a todo mundo. La expresión de su padre me incomoda un poco, así que hago que nos despeguemos.

IMPOSSIBLE LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora