trece; un golpe para el comienzo

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El día iba transcurriendo como los de siempre.

Afuera estaba gris y hacía frío. Perfecto para no hacer nada pero me cansaba basar mis días en estar mirando el techo, sin ninguna motivación alguna.

Seguía lloviendo, perdí la cuenta de cuantos días el cielo llevaba gris.

Las palabras de Martín no salían de mi cabeza, capaz por la manera en que me lo dijo. No me daba cuenta de esas cosas ¿Tanto cambié? Era consciente de ciertas cosas. Ahora tengo miedos que nunca había tenido. Me frustraba, me dolía tanto ver como estaba tan destruida.

Como me dejé apagar.

¿Por qué me permití esto?

Me encontraba en el uber yendo hacia el monumental para terminar de entregar unos papeles que me habían pedido.

Tal vez al fin se dignen en ponerme en blanco.

Agarro mi celular para pasar el rato en las redes y revisando el grupo para ver si Sofía nos actualizaba lo que pasó con Enzo.

— Llegamos.— avisa el señor del uber y le pago.

Empiezo a caminar para entrar y me acurruco bien con mi abrigo. Hacía demasiado frío.

Me dirijo hacia administración para buscar a Juan, que era el amigable canudo.

Pregunto a uno de los chicos que estaban ahí y me dijo que se había ido hace un ratito que ya volvía.

Así que empiezo a caminar por el lugar para empezar hacer un poco de tiempo.

— Elo.— escucho una voz familiar y me doy vuelta.— ¿Cómo estás eu?

— Santi. Estoy bien ¿Vos?.— le doy una sonrisa. Me sentía un poco incómoda por el hecho de que venía ignorando sus mensajes.

— Estoy bien. Me preocupaba más vos.— yo bajo la mirada y él se agacha un poco para verme a los ojos y darme una sonrisa cálida.

— Me siento un poco mal porque no te vengo respondiendo hace días... Perdón.— me disculpo.

— No pasa nada, lo importante es que estás viva.— pasa su mano por mí hombro.— Siempre voy a estar esperando un mensaje tuyo.— me sonríe y empieza a caminar conmigo.

—— ¿Qué haces por acá un día gris?— pregunto.

— Creo que no te enteraste...— lo miro curiosa.— Me hacen el pase.— abro la boca porque no me lo esperaba.

—Te vas del club.— el asiente.— ¿A dónde?

— Atlanta.—sonríe de lado.

— Fua.— sonrío y pongo mis dos manos en su hombro.— La vas a romper.

— Espero, quería quedarme más acá pero bueno... Espero que me veas jugar. — me apunta con un dedo y yo asiento.— Me tengo que ir hacer algunas cosas, pero espero tu mensaje.— me despeina un poco y se despide.

Quedo en el pasillo sonriendo. Estaba feliz por él, era una gran oportunidad.

A Santiago le tomé un cariño desde la vez que hablamos y salimos, compartimos cosas en común y risas, había sido una buena compañía las veces que nos tocaba intercambiar palabras.

Los minutos pasaban y el Canudo no aparecía así que trato de recordar algunas de sus palabras. Él canudo se la pasaba caminando por todas partes.
Reconozco una de las puertas y me acuerdo lo que me dijo un día "Si un día no me encontras voy andar por acá"

fulmini; julián álvarez | en ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora