Llevaba más de tres horas sentada frente a la pantalla de la computadora, tratando de concentrarme en algún trabajo que no demandara mucha carga horaria. Entre la universidad y el trabajo, me sentía desmoronada. La rutina había comenzado a volverse una pesada losa sobre mis hombros.—Todo el día frente a la pantalla.— dijo Sofía, interrumpiendo mis pensamientos.— Vamos, porque si no, el otro nos va a romper las pelotas.
Me levanto sin decir nada, agarro mi mochila del sillón y me dirijo hacia el edificio para tomar el Uber que nos llevaría al departamento de Martín. La idea de la "juntadita" de Martín no me entusiasmaba en absoluto. Estaba negada, poniendo mil excusas para evitar ir. Pero Sofía, cansada de mis evasivas, vino a mi edificio y me arrastró con ella. Merecido, supongo, ya que no estábamos pasando mucho tiempo con Martín últimamente.
—¿Me vas a decir por qué no querías venir?— me preguntó Sofía mientras nos dirigíamos al departamento.
—No tengo muchas ganas, la verdad.— murmuré, mirando por la ventana del Uber.
—¿Estás bien, Elo?— Sofía notó mi tono de voz.
—Sí, tonta, tranqui... Solo estoy con mucha fiaca.
Cuando llegamos al edificio, Martín nos esperaba en la entrada, con su habitual dramatismo.
—Si no venías, no te hablaba nunca más.— dijo Martín, haciendo un gesto exagerado.
—¿Es tu cumple y me olvidé?— me reí, tratando de aligerar el ambiente.
—¡Qué conchuda sos! Entra antes de que me arrepienta y te deje afuera.— dijo, fingiendo ofensa.
Sofía soltó un comentario burlón sobre Martín, y ambos reímos mientras entrábamos al departamento. La música y las conversaciones llenaban el aire, creando un ambiente vibrante. Sin embargo, me sentía rara, como si estuviera envuelta en una nube densa. No tenía una emoción clara, solo una sensación pesada que me molestaba.
—¡Hola!— saludó alegremente Lucas, extendiendo los brazos para un abrazo corto.
—Pensé que nunca más te íbamos a ver.— dijo Santi mientras se acercaba.
—Yo igual.— les respondí con una sonrisa.— ¿Cómo están?
—Llegó mi chica, ¡corran!— Fede apareció, sonriendo y rodeándome con sus brazos.
—Acá andamos.— respondí, con una sonrisa que no lograba ocultar mi incomodidad.
En el grupo, Julián estaba presente, y su mirada me hacía sentir incómoda. Recordaba la mañana en la que nos despertamos juntos. Me había quedado mirando mientras él se vestía, y cuando se fue, me dejó con un beso en los labios. Aunque el recuerdo me hacía sonreír, también me dejaba confundida.
—Elo...— escuché a Sofía murmurar, dándome un leve codazo. Me había perdido en mis pensamientos. — Todo el día estuviste enfrente de la pantalla, ni hablas... Raro.
Me enfoqué en mi celular, entrando y saliendo de varias aplicaciones sin saber qué hacer.
—Necesito un trabajo...— susurré, sin mucho entusiasmo.
—No es eso... Desde que llegué estás rara. ¿Ya no me querés? Decímelo, boluda.— Sofía rió nerviosa.
Me di vuelta para mirarla, mordiendo mi labio.
—¿Qué te pasa?— insistió.
Sabía que si le contaba a Sofía lo que había pasado con Julián, Martín estaría pronto arriba mío. Así que opté por no decir nada.
—Déjame, Sofi.— le dije, con un tono que no admitía discusión.
Pero Sofía no se dio por vencida y me siguió hasta el baño. Me lavé la cara, tratando de calmarme, y cuando salí, la encontré esperándome.
—Te pasa algo, listo.— dijo Sofía, con una expresión de preocupación seria.— Me preocupas.
—Ayer a la noche fue Julián.— le confesé, mientras su mirada se tornaba curiosa. — Y nada, hablamos...
—¿De qué?— preguntó Sofía, acercándose.
—Cayó de la nada a decirme varias cosas.
—¿Qué cosas? Deja de dar vueltas y contá.— Sofía se mostró impaciente.
—Que me quiere conocer en serio.— dije, sintiendo el peso de mis propias palabras.— Y que es un boludo y más boludeces.
—¡¿Cómo me podes hablar así sin importancia?!— exclamó Sofía, alterada.— Acá hay gato encerrado.
—Sí, pero eso no más.— le dije, mordiendo mi labio nerviosa.— No te hagas la película ahora. Fue algo que pasó y no sé cómo.
—¿Por qué estás así entonces? ¿Pasó algo más?— insistió, pero yo negué con la cabeza.
—Déjala ahí.— le pedí, agarrando su brazo para volver al grupo.
—No. Acá pasa algo más. ¿Qué pasa?— Sofía no se rendía.
—Sofía, no pasó nada, solo fue eso, ya está.
—¿No hablaron hoy?
—Me mandó mensaje, pero nada. Ya está, vamos.— la agarré del brazo y la llevé de vuelta.
Julián llegó en ese momento y yo volví al sillón, intentando hacerme la distraída.
—Hermano, ¿tanto tardan en el baño?— Martín se rió, tratando de aligerar el ambiente.— Estábamos diciendo de ir a un bar.
—Me copa.— Sofía sonrió.
Martín me miró esperando mi respuesta, pero antes de que pudiera contestar, Julián se acercó.
—Yo la quedo... Tengo que hacer cosas de la uni.— dije, haciendo un puchero.
Sofía me miraba con cara de pocos amigos, y yo me sentía atrapada entre el miedo y la confusión.
—Podrías ser menos obvia que te pasa algo.— murmuró Fede, notando mi malestar.
Después de un rato de risas y charlas superficiales, seguía sintiéndome igual. El miedo y la incertidumbre me envolvían. No sabía cómo comportarme después de lo que pasó con Julián. Estaba aterrorizada de parecer una niña ilusionada y terminar nuevamente herida.
Odiaba sentirme así. Al despertar esa mañana, me había quedado sin nada en la cabeza, completamente desorientada. ¿Me había gustado? Sí. Nunca me había sentido tan cómoda con alguien. Pensé que me tomaría años volver a entregarme a alguien, pero Julián lo hizo en un abrir y cerrar de ojos.
Los chicos me enviaron a la cocina a cortar hielo. Cuando me levanté, me di cuenta de que estaba mareada. Habíamos tomado una botella de fernet, y ellos lo preparaban puro.
Al llegar a la cocina, agarré un cuchillo y comencé a picar hielo.
—¡¿A quién matas?!— gritó Fede, y sonreí, intentando mantener el ánimo.
—¿Te ayudo?— preguntó Julián, apareciendo en la cocina. Le pasé la botella de fernet, pero antes de que pudiera volver con los chicos, él me tomó de la muñeca.
—¿Pasa algo?— preguntó, con un tono preocupado.— Después de lo que pasó y ahora verte así no sé. Si hice algo que te incomoda, perdón, en serio.
Yo simplemente negué con la cabeza, sintiendo el peso de sus palabras.
—No pasó nada.— respondí, forzando una mueca.
—Pasó algo.— insistió Julián, mirándome fijamente.
No sabía qué decir, ni siquiera yo entendía lo que me pasaba.
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fulmini; julián álvarez | en edición
Hayran Kurguel amor no comienza de 10 tampoco termina de 9. elo nunca se imaginó que ser fotógrafa de river plate iba a traerle inconvenientes. donde su vida se entrelaza con la del julian y que a pesar de la conexión evidente, eloisa se niega a aceptar todo t...