cinco: carrusel

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Después de casi llorar por el tráfico por fin había llegado al campo de entrenamiento.

Ir hacia Ezeiza era un dolor de cabeza con el tráfico de por medio.

Todavía era nueva y necesitaba dar lo mejor de mi, ni llevaba un mes y ya estaba incumpliendo el horario.

En unos días viajaría por primera vez con el club y eso me tenía ansiosa.

Al entrar varias personas del club me saludaron y yo devolvía el saludo totalmente apurada tratando de buscar un lente en la mochila. Estaba llegando tarde, muy tarde.

— ¿Qué haces pichona?.— giro al ver que se trataba de Martín que se encontraba impecable.

— ¿Todavía no empezaron?.— pregunto curiosa.

— En quince empezamos.— se acerca a saludarme con un beso.

Yo suelto un suspiro de alivio y comienzo a seguirlo ya que era mi primera vez acá.

— Caminas sin mirar con total impunidad, un día te vas a dar la cabeza con algo.— niega.

— Pensé que llegaba tarde, me estaba por matar.—suspiro.

Nos sentamos en uno de los bancos que se encontraban en el lugar comenzamos a observar como poco a poco iban llegando alguno de los chicos.

— ¿Como amaneció Sofi al día siguiente?.— rompe el silencio Martín.

— Perfecta, como si no hubiera tomado nada la verdad.— bufo.— ¿Dijo muchas boludeces cuando estaba con ustedes?— pregunto curiosa.

— Si... Pero no se le entendía nada.— me mira.— ¿Por qué?

— Por nada.— suspiro.

Mi estomago sintió un cosquilleo al ver a Julián. Tenía en su mano un equipo de mate.

Lo que había pasado en la noche de la fiesta no se había hablado más y estaba evitándolo a toda costa.

La conversación que había tenido con Sofía me dejó pensando demasiado... Aunque éramos unos nenes, debería reírme ahora, pero por alguna razón no podía, tenía terror.

Él al ver a Martín comienza a caminar hacia nosotros.

Quería evitarlo y Martín por alguna razón saboteaba mi plan.

Seguía enojada y a la vez incómoda por lo que él me había dicho.

Agarro mi mochila nuevamente y vuelvo a buscar ese lente que era obvio que me lo había olvidado.

— Buenas.— lo escucho y suspiro.— buenas Elo.—frunzo el ceño al escuchar mi nombre y miro hacia arriba.

— Buenas.— respondo seca, quería responder con un "no hay nada de buenas" pero quiero tener un día de paz.

Nuevamente ignoro totalmente su presencia y comienzo a tocar cualquier cosa de la cámara ¿Estaba nerviosa? No claro que no, sólo evito pasar momentos lamentables.

Escucho que llaman a Martín y éste le dice que lo espere.

No quería tener ninguna conversación con Julián, lo que había pasado con Sofía me tenía avergonzada, no quería que me saque ese tema de conversación.

— Toma.— miro a mi costado y veo un mate levitar, no del todo porque me lo estaba alcanzando Julián.

Dudo en si agarrarlo o no pero lo hago.

— ¿Lo tomas dulce?.— digo extrañada al sentir el sabor dulzón.

— ¿Qué? ¿Está prohibido?

— No te dije nada, sólo pregunté.— chasqueo la lengua y escucho como una risita sale de sus labios.

fulmini; julián álvarez | en ediciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora