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SIETE AÑOS ANTES.

JOAQUÍN.

-¿Por ahí? -Emilio señala el camino entre los árboles.

-Sí -le digo sin sonreír, aunque quiera mucho-. Ve a buscarla.

-¡Luna! -llama a nuestra gata mientras
desaparece detrás de los árboles-. ¡Sal!

Su voz se desvanece lentamente, y resoplo arrojando un M&M verde en mi boca. Dejaré todos los otros colores para Emi.

Luna no está ahí, está en casa durmiendo junto a la chimenea, la suya, no la mía. Mamá me mataría antes de permitirme tener una mascota.
Pero el tío Lewis dejó que Emi tuviera a Luna y después de eso, se convirtió en nuestra gata.

No está desaparecida, pero le dije a Emi que fuera a buscarla porque estaba siendo malo, como odia el frío, lo saqué cuando está a punto de nevar.

Me siento en la roca a la entrada del bosque y agarro un palo, luego lo giro en el suelo mientras espero.
Anteriormente, le dije a Emilio cuánto odio ser hijo de mamá y que me impide comer mi comida favorita.

-Ignórala; eres hermoso -dijo mientras miraba a Kirian dormir.

-¿Lo soy? -pregunté, mirándolo con los ojos muy abiertos. Sus mejillas se pusieron rojas antes de asentir.

-Eres el chico más hermoso que conozco.

-¿Incluso más que Sebastián?

-Más que cualquiera. -Agarró el dedo de Kir y mi hermanito cerró el puño alrededor.

Eso no puede ser cierto; me estaba mintiendo. Todos dicen que Sebastián es un muñequito con su cabello rubio dorado y sus ojos azul pálido. Él siempre es elegante y majestuoso, mientras que yo solo soy... yo.
Gordo y sin gracia. Y tengo algunas imperfecciones que no desaparecen.

-Estás mintiendo. -Hice un puchero.

-¿Por qué te mentiría, Green? -Mi cara se calentó y giré un mechón de mi cabello.

-¿No crees que estoy gordo?

-No. -Sus ojos de chocolate se encontraron con los míos-. Simplemente te gusta comer y me gusta cuando comes.

Golpeé su hombro con el mío.

-¿Puedes ir conmigo a la tienda de comestibles?

-Luego. Me reuniré con Aiden y Carter para un partido de fútbol.

-Pero lo hiciste la semana pasada.

-Hacemos eso todas las semanas, Joaco.

-¿Pero por qué? ¿Quién me hará compañía?

-Tienes a Kir.

-Es un bebé y no creo que entienda cuando hablo.

-Tengo que ir.

-No puedes hacer eso.

-Por supuesto que puedo. -Sacó su mano del puño de Kirian-. No puedes decirme qué hacer, Joaquín.

Fruncí el ceño, mi frente me dolió. Había estado diciendo todas estas cosas últimamente y me daban ganas de golpearlo.

Desde ese día que la señora Osorio se fue y nunca regresó, Emilio y yo nos habíamos convertido en mejores amigos. Hacíamos todo juntos y compartimos todas nuestras vidas.
Luego decidió que Aiden y Carter eran más importantes que yo.

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