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PRESENTE.

JOAQUÍN.

¿Conoces ese sentimiento cuando todo y todos parecen estar mal?

Te levantas por la mañana e instantáneamente desearías no haberlo hecho, o peor aún, quieres rehacer toda tu vida, son las cosas por las que las personas acuden a los terapeutas, y las cosas que mantienen a gente como yo despierta toda la noche, esperando contra toda esperanza que no nos despertemos por la mañana.
Solo para estar asqueados de nosotros mismos después.
Así comenzó hoy, morboso y horrible.

No tenía mi habitual píldora de felicidad de Kirian, y ahora, me odio por querer a Kir aquí simplemente para sentirme mejor conmigo mismo.

Intenta ser humano, Joaquín.
Hoy no, cerebro. Déjame solo.

Como cualquier adolescente con problemas, en plural, me escondo de ellos escabulléndome al jardín. Es extraño cómo reconozco que tengo problemas, pero no quiero nombrarlos.
Nombrarlos es tabú. Nombrarlos significa que tengo que meterme en una madriguera de conejo y eso no me gusta. No me gusto, quiero decir.

Hoy es demasiado. Demasiado crudo y demasiado real, y he tenido suficiente con todo y con todos.
Lo embotello de la misma manera que cualquier adolescente bueno y típico con problemas lo haría.

Mamá tiene suerte de tener un hijo como yo. No me desquito con las personas ni con las drogas, fiestas o muchachos. Tengo otros métodos de purga, que ella aprueba.
Como matarme de hambre.
Golpeo mi tenedor en el fondo de mi recipiente de comida pero no muerdo mi ensalada. No estoy de humor para vomitar; empeorará mi estómago.
No, gracias.

Si Elsa se entera de que las planté a ella y a Teal, se enfadará, pero no quiero que vea la hinchazón debajo de mis ojos o el vacío en ellos.
No importa cuánto haya lavado mi cara, todavía puedo sentir las lágrimas de anoche, me quedé dormido llorando después de que Emilio me rechazó con tanta dureza. Todavía puedo sentir la hoja, escuchar el crujido contra el hueso y sentir que lo retuerce por dentro.
Ni siquiera necesitaba una nueva arma. Acaba de usar ese cuchillo oxidado que dejó en mi corazón ese día hace siete años.

Todavía me hormiguean los labios por la forma en que me besó, cómo me agarró y me abrazó como si nunca fuéramos a estar separados en ninguna reencarnación, luego me empujó, me llevó a la superficie por aire para poder ahogarme de nuevo.
Apuñalé con mi tenedor un trozo de tomate. Lo odio.
Lo odio tanto.

-¿Qué te hizo esa comida, Joaco? -Mi guerra contra la ensalada se detiene por un segundo cuando Ronan se desliza a mi lado, sonriendo ampliamente-. Ahí estás.

-¿Cómo me encontraste?

-Tengo habilidades especiales, chéri. -Arranca un trozo de lechuga, lo mastica y luego lo tira-. ¿Cómo comes esta mierda?

Es sencillo. No lo hago.

-¿Dónde estabas ayer, Joaco? ¿Cómo puedes venir a mi fiesta y no esperarme? Espera un segundo... -Me mira de arriba abajo como si pudiera leer palabras en mi ropa-. ¿Conseguiste algo?

Algunos empujones, algunos besos, algunos M&M's. Elige tu opción.

-No soy tú, Ro -digo en su lugar.

-Por supuesto que no, si lo hubieras sido, te habrías divertido, sin esconderte de cierto bastardo con hoyuelos repulsivos.

Mis ojos se abren. Lo sabe. ¿Cómo lo sabe? ¿Estoy subestimando cuánto Ronan está involucrado bajo la fachada fácil?
Agita una mano delante de mi cara.

-¿Por qué parece que una rata acaba de morir en tu regazo?

-Ugh, asqueroso. -Golpeé su hombro con el mío.

BROKEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora