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EMILIO.

Arregla tu mierda, ya no eres un niño.

Si Lewis me hubiera golpeado, probablemente no habría dolido como la puñalada de sus palabras.
Siendo político, tiene un don con ellas, las palabras, sabe cuál usar para hacerte sentir como si fueras la escoria más sucia que camina sobre la tierra.
No hay diferenciación entre familiares o extraños.

Lewis tiene aliados y enemigos. Alerta de spoiler, caigo en la última línea.
En el fondo, siempre me culpó de qué mamá se fuera, porque yo era una pequeña y molesta mierda. Lo culpé por no cuidarla nunca, por decirle arregla tu mierda, Samantha.
Un día, tomó su mierda y se fue.
Para Lewis, las personas son máquinas. Un botón y corren otro botón y se detienen, lástima que tenga una máquina por hijo que funciona con un tipo diferente de líquido.

Pongo las últimas gotas de la botella de vodka en mi garganta y gimo cuando no hay nada, tanteo mi bolsillo para buscar un porro de hierba que robé de la bolsa de Ronan. No, nada
¿Lo fumé antes?
¿Quieres decir cuando ese hijo de puta de Ronan estaba abrazando a Joaquín y solo miraste como un idiota?

Sí, quien sea que me esté hablando en este momento, cuando Ronan apretaba su cuerpo contra el suyo y yo miraba por la ventana. Solo que hice algo. Aplasté el vaso en mi mano y terminé con un corte sobre mi palma.

Lo vendé, pero la tela está roja y llena de sangre seca. Simplemente hermoso.
O jodido, depende de cómo lo mires.

Kirian vino al momento en que Joaquín se fue, diciendo que no podía dormir. Le di solo un pequeño trozo de brownie ya que es de noche, y jugamos un videojuego hasta que se durmió, y lo coloqué en la habitación al final del pasillo al lado de la mía.

Estaba a punto de reanudar mi sesión de bebida cuando Ronan me envió ese mensaje de texto y podría haber arrojado buen alcohol por la habitación. Entonces Ahmed se acercó. No aprueba mis nuevos hábitos, y no es por su religión.
Me dio una mirada. Esa que dice que podría o no estar decepcionado de cómo estoy desperdiciando sus esfuerzos para criarme. Me ayudó a volver a vendar mi mano y se fue.
Su silencio me cortó más que las palabras de Lewis y me he estado ahogando en un océano de mi elección, con el buen y viejo vodka.

La puerta de mi habitación se abre y apenas alzo la mirada. Estoy sentado en la silla en la oscuridad, con una botella vacía colgando de una mano y la venda que yace floja al otro lado.
La luz se enciende, cegándome. Entrecierro los ojos, pero no muevo la mirada desde la ventana.

-Apágala. -Arrastré la palabra-. No puedo ver si es demasiado brillante.

Cerca de la medianoche y no hay señales de Joaquín. Simplemente brillante.
Así se hace, Ronan. Me atrapaste.
Y tenemos que volver a repasar nuestra amistad ahora. O me mata o lo mato, no hay intermedios.

-¿Qué mierda? -Aiden me mira con ambas manos en los bolsillos-. Nadie mencionó una fiesta de autocompasión.

-Vete a la mierda. -Le hago un gesto a la puerta con mi botella.

-¿Estás bien? -Carter se acerca a mí mientras Aiden se deja caer en mi cama y hurga en mis discos, sintiéndose como en casa.

-Dame eso. -Hago un gesto al porro en la boca de Carter, lo pasa y yo doy una larga calada, luego vuelvo a soplar el humo-. Mierda, es solo un cigarrillo.

-De nada. -Carter recupera su cigarrillo e inhala el humo antes de botarlo por la nariz.

Si está fumando, las cosas deben estar bastante fuera de control para él. Carter es un fumador según su humor.

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