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JOAQUÍN.

Emilio me debora. Ni siquiera tengo que abrir la boca o participar o hacer nada.
Sus dos manos están en mi cara mientras chupa mi alma en la suya, o eso es lo que creo que sucede con la forma en que mordisquea mi labio, cómo baila con mi lengua, cómo me roba el aire.

Me empuja contra la pared y gimo de felicidad mientras mi espalda golpea la superficie sólida. Mis piernas se envuelven alrededor de él mientras me levanta y mis brazos se enrollan alrededor de su cuello.
Dios. Es tan fuerte y ágil, su cintura tensa y estrecha y perfecta para mis piernas.
¿Lo es? ¿Deberíamos estar haciendo esto ahora?
Mete sus manos dentro de mi camiseta y acaricia mi espalda, aprieto mis piernas alrededor de él, separando mis labios.

-Espera. -Un gemido se derrama de él.

-He esperado lo suficiente, bebé. -Se me corta la respiración al oír el apodo que sale de su boca.

-¿Tal vez deberíamos hablar primero? -No sé por qué sale como una pregunta o por qué estoy tan sin aliento cuando lo digo.

-Puedo hablar durante. -Tira de mi camiseta-. ¿De qué quieres hablar? ¿De ti? ¿De mí? ¿Qué tal si te follo?
Me muerdo el labio inferior como si eso hiciera desaparecer las mejillas enrojecidas.

-¿Qué tal el hecho de que éramos hermanos no hace cinco minutos?

Tan pronto como salen las palabras, las lamento. Es como si estuviera poniendo un freno a todo el estado de ánimo. Si bien nunca lo consideré mi hermano, él sí lo hizo, durante siete años.
Todos estos años, pensó que estábamos relacionados por sangre, y debe haberlo destruido desde adentro. Le dolía el corazón y se comió la armadura de su caballero como ácido.

-Eso no me impidió quererte, simplemente me impidió actuar en consecuencia. -Se inclina y atrapa mi labio inferior en su boca-. Parcialmente, al menos.

Juega con algo entre nosotros, soy consiente de que ha liberado su erección y mi miembro se tensa cada vez que hay un toque de fricción. Si bien sus palabras deberían tener algún tipo de efecto negativo en mí, no lo tienen. En todo caso, estoy más excitado, más caliente. Emilio es el fuego y yo soy la gasolina esperando arder. Él es el océano y todo lo que quiero hacer es ahogarme. Quizás nunca regresar.
Valdrá la pena.

-¿Me odias por quererte? -Envuelve un brazo fuerte alrededor de mi espalda y su polla dura vuelve a chocar contra la mía. No creo soportar más, necesito quitar la molesta tela que nos separa.

-No.

-¿Qué tal si no uso protección porque quiero sentirte estrangulando mi polla?

¿Por qué tiene que decirlo así y por qué mis muslos están cubiertos de excitación?

-Si.

-Joder, Joaco. -Respira con fuerza contra mi cara-. Esperé tanto por esto, que ni siquiera sé cómo empezar y terminar contigo.

-Entonces no termines -murmuro.

-Apuesto a que no lo haré, te voy a follar por todo este tiempo perdido. -Me inclino hacia su oído y le susurro:

-También he esperado tanto por ti.

Eso es todo lo que puedo decir mientras me besa nuevamente, no se en que momento mis pantalones desaparecen junto a mi ropa interior, estoy perdido en la forma en que besa mis labios y la excitación que recorre mi cuerpo, se toma su tiempo en prepararme, comienza usando uno de sus dedos, luego agrega otro y luego un tercero, los mete y saca con facilidad, flexionandolos de modo en que siento que me derito como mantequilla en sus brazos. Se desliza dentro de mí de una vez. Comienza lento, pero tan pronto como se mete del todo, ambos soltamos una larga exhalación.
Espero la picadura, el dolor que la gente dice que sucede la primera vez, pero apenas está allí, una pequeña molestia. O tal vez estoy demasiado perdido en el momento y borracho con Emilio para sentirla.

Ha habido momentos en los que me he acostado e imaginado cómo sería, es decir, mi primera vez. Si sería rápido, lento, apasionado o emocional, no marcó la diferencia. Porque en todos esos momentos, la cara de Emilio fue la única que apareció.
Ninguna fantasía podría haberme preparado para la forma en que se lo toma con calma y es gentil. A la forma en que todo su cuerpo se está acostumbrando al mío. A la forma en que me retiene con fuerza, pero también con cuidado.
Pero no necesito cuidados en este momento.
Necesito que me tome, que me haga sentir cuánto me quiere y que demuestre que realmente ha pensado en mí antes.

-Más duro, Emi. -Exhalo.

-No quiero lastimarte.

-Quiero que me lastimes. -Se ríe, el sonido como música para mis oídos.

-Mi mandon Green ha vuelto, ¿verdad?

-Sí. Ahora hazlo.

-Soy grande y eres demasiado jodidamente apretado -masculla-. Podría doler por días.

-Quiero que duela por días.

-Mierda. -Sus ojos brillan con picardía-. ¿Por qué quieres que duela por días? ¿Para recordarnos? -Asiento. Su sonrisa junto con esos hoyuelos podría haberme matado en secreto-. No tendrás que hacerlo, porque no me detendré por días.

Un destello de emociones cubre su rostro mientras me besa mientras acelera. Tiene razón, estoy demasiado apretado, y por eso, cada empuje duele. Pero es el tipo de dolor placentero, el tipo que me atrae más profundamente con cada segundo.
Mi respiración se acelera y mis dedos se enredan en su cabello mientras sus caderas se sacuden con la fuerza de sus empujes. Mi espalda golpea contra la pared y se forma una ola en el fondo de mi estómago, fuerte e inflexible.

-Emi... oh, Dios...

-¡Oh, joder, joder! -gruñe contra mis labios-. ¿Estás cerca?

-Creo que sí. -Extiende una mano entre nosotros y toma mi polla, replicando cada estocada con su mano

-No puedo aguantar más.

-Tampoco puedo.

Mis pies se clavan en su trasero mientras me golpea con una dureza tan violenta que me pone delirante por un segundo, incapaz de recordar dónde demonios estoy o qué estoy haciendo.
Sus caderas se sacuden una y otra vez, como si no pudiera controlar la fuerza que golpeaba en él.

-Te he deseado por tanto tiempo, bebé. Por tanto jodido tiempo.

-Yo también -admito a través de un gemido.

-Te quería incluso cuando no debería haberlo hecho.

-No me importa.

-Quería que fueras mío tanto que dolía.

-¿De verdad?

-Quería secuestrarte a un lugar donde nadie nos conociera y follarte hasta que ya no pudiéramos movernos -confiesa contra mi boca-. Quería sacarte del mundo y guardarte para mí.

Entonces, ¿por qué no lo hiciste?
No digo esas palabras en voz alta ya que una fuerte ola se rompe dentro de mí.
Es repentino y salvaje y, antes de darme cuenta, me estoy corriendo en su mano y parte de mi abdomen.

Su aroma es lo único que respiro, un poco como un océano, muy parecido a la menta y muy parecido a pertenecer.
Emilio siempre ha sido a quien puedo pertenecer, el único con quien nunca he sentido como si tuviera que fingir.
Ha sido mi caballero, mi ancla. El único.
Lentamente estoy bajando de mi ola cuando siento algo cálido goteando por mis muslos.
Me mira con una expresión de disculpa, a pesar de que la lujuria aún permanece allí.

-Me sorprende que haya durado tanto tiempo con lo mucho que he estado fantaseando contigo. -Me muerdo el labio inferior, luego lo libero en la esquina.

-¿Has estado fantaseando sobre mí?

-Todo el maldito tiempo. Me volvió jodidamente loco. -Mis dedos se pierden en su cabello cuando lo miro a través de mis pestañas.

-¿Incluso cuando estabas con otras personas?

-¿Qué otras personas, Joaco? -Roza sus labios contra los míos-. Eres mi primero, mi primera vez, Joaco.

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