Capitulo LII

685 67 73
                                    


"Yo haría cualquier cosa por ti, Terry, cualquier cosa...Solo, solo tienes que ser bueno conmigo y pedirlo."


"¿Cualquier cosa...?"


Sir Oliver Winthrop había creído que usando el arquetipo del genio de la lámpara su delicioso muchacho vendría a él tentado por promesas de fortuna y fama.

Y no estaba tan equivocado, al siguiente día de ensayos, su ángel le entregó un pedazo de papel doblado en cuatro partes y le sonrió con malicia mientras desaparecía tras bambalinas, Oliver leyó la nota con excitación burbujeante por todo su cuerpo:

«Devuélveme mi reloj y a cambio te daré lo que más deseas».

El hombre mayor frunció el ceño para que nadie de los actores a su alrededor pudiera notar el ardor que sentía por las palabras del joven, aquella simple oración le causaba tantas sensaciones en su cuerpo, era como una caricia de besos tímidos que empezaban en una mejilla y bajaban hasta seguir el vello de su abdomen y perderse entre su ingle. La dejaría para su privacidad donde le ayudaría a expandir sus fantasías más eróticas con esa criatura de ojos azules.

Oliver guardo la nota en su chaqueta y sonrió la mar de contento mientras se ponía a dirigir la nueva obra de la compañía Stratford.

Cuando el muchacho sube al escenario, Oliver está sentado en una butaca, y le mira convertirse en un maestro de fonética con un genio bastante irritable, igual que el profesor Higgins, (su personaje), le escucha pronunciar las palabras con voz sedosa y Oliver cae en el ensueño del timbre de su muchacho.

La dicción de Terry es perfecta y su inglés es muy rico, casi podría jurar que ese chico viene de una cuna noble, o por lo menos de la burguesía de la clase alta, teniendo en cuenta que en ciertas zonas de Inglaterra tienen un acento horrible y cercenan el idioma aludiendo a la falta de educación y los bajos recursos, no le cabe la menor duda que este muchacho es algo más, está envuelto en un halo de misterio delirante. Mira el porte de su ángel, lleno de garbo a una edad tan temprana, no parece el mismo jovencito asustado que se desmayó en su presencia.

De repente tiene un deseo salvaje por saber todo sobre él: desde quien le ha traído a la vida, hasta saber quiénes fueron sus amigos de la infancia, sus primeros recuerdos y cuál es su comida favorita, como ha llegado al teatro y que lo impulso a ello.

Pero de algo si esta seguro.

Una fuerza le mueve, es otro ser el que actúa por él; Terry Graham es un regalo de los dioses y Oliver no está muy seguro de merecerle, por un segundo cree sentir que sus miradas se cruzan, puede escuchar las promesas que aún no se juran, puede volver a tocar su piel de alabastro y derramarse en él.

Las jóvenes también suspiran embelesadas, incluso la misma Susana que parece que está a punto de tener un colapso nervioso.

Oliver ha decidido que le devolverá su reloj y lo intercambiará por los favores de su cuerpo joven e impetuoso, el fulgor en su mirada ha regresado y a Sir Winthrop le gusta pensar que se debe a él.

El muchacho le tiene comiendo de la palma de su mano, pero Terry no es cualquier joven, Oliver sabía que nadie se le podía comparar, también sabía que hay algo que esconde, hay un misterio en él y que además de la sobrada excitación que le producía pensarle bajo su cuerpo, dentro de él vivía un sentimiento muy complejo, que creía que jamás podría experimentar.

Estaba enamorado del muchacho.

De Terry.

Le había amado desde el primer momento en que le vio indefenso y menesteroso en la joyería, le amaba ahora y probablemente le amaría hasta el último día de su vida.

Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora