Capitulo XLVII

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Terry camina por el pasillo central paseando las yemas de sus dedos por el terciopelo rojo de las butacas, mientras el resonar de las suelas de sus zapatos es apenas audible sobre la alfombra de la gran sala, el telón esta cerrado, y es un teatro grande muy grande, casi desolado y majestuoso, el muchacho puede ver los detalles en oro del empapelado de las paredes y los palcos sinuosos alumbrados apenas por una débil luz, la platea esta obscura, pareciera un valle de sombras, Terry sigue caminando sin sentido, disfrutando del espacio vacío.

Es casi irónico que el único lugar en donde ha querido refugiarse de sus miedos y sus decepciones es ese mismo lugar donde le ha encontrado la desgracia, pero eso es algo que va a arreglar muy pronto.

El castaño no ha venido por nada en particular, apenas y esta pensando en retirarse cuando oye unas voces en el fondo. Como un autómata, Terry sigue la dirección del sonido distante, cruza el escenario y camina entre los pasillos con todos los camerinos cerrados, el cuarto del atrezzo y otras oficinas, todo levemente iluminado, ahora las voces se escuchan a un mejor nivel, logra escuchar una risa femenina en una habitación del fondo, es la oficina de Robert Hathaway, pero Robert se ha marchado incluso antes que todos.

Se acerca un poco mas, pero no lo suficiente para girar la perilla del despacho de Robert, y se pregunta porque demonios ha venido hasta aquí, siempre esta tan cansado que podría usar esas horas extras para dormir, en lugar de estar husmeando en la vida de otras personas, pero justo cuando esta a punto de girar sobre sus talones la voz femenina se hace muy conocida.

— Necesito, necesito— inquiere la voz jadeante de la mujer.— Necesito que le despidas, haz lo que tengas que hacer, solo despidele...

Después de otro suspiro y de la cara pálida de Terry detrás del otro lado de la puerta, el muchacho sabe bien que esa voz pertenece a la de su madre.

El gemido gutural de su compañero no se deja esperar.— ¿Porque quieres que haga eso?

— Ya te lo dije...

— Solo, ah, solo me has dicho que, que es tu hijo.

Adentro de la oficina de Robert Hathaway, la rubia actriz pone los ojos en blanco mientras monta a horcajadas al director de la compañía Stratford, pedirle favores no ha servido de nada, tan pronto como le ha revelado su secreto, Robert le ha propuesto a su hijo un personaje mas importante, todo para retarle, incluso el mismo Oliver que también forma parte de la obra se ha apresurado a sugerir que el chico tome el papel protagónico.

Gracias a dios, Oliver no sabe de la linea de sangre que ella comparte con Terry, pero que alguien como Oliver se muestre tan amable con su hijo, su hijo, su único hijo, conociéndole como ella bien lo hace solo la deja preocupándose mas después de esa breve charla con Richard.

Eleanor ha elucubrado por días enteros pensando en lo poco o mucho que sabe sobre Terry. Y aunque se le podría tachar de amoral, esto es por el.

Vaya madre que es.

Eleanor y Robert no son amigos, no después de que el la ayudara a conseguir los mejores papeles de su vida en Broadway y que Eleanor le pagara yéndose con el padre de Terry.

Pero esa flama por muy débil que sea ha logrado mantenerse encendida, la ve en los ojos de Robert, quien le hace el amor con la misma pasión después de muchos años, claro que ya no hay amor, ese amor que le juro en cartas y que le manifesto acaloradamente a la luz de las velas de su casa en la Washington square.

El amor que le declaro entre una multitud cuando Eleanor volvió al teatro después de algunos años en anonimato (el tiempo que duro con Richard), el amor que le declaro en la fiesta de la compañía teatral, hincado y con sortija en mano, el amor que ella rechazo sin titubear, que ella hizo motivo de momentos vergonzosos hacia el director R. Hathaway.

Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora