Capitulo XVlll

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Y el invierno por fin estaba desistiendo, habían pasado algunos meses y con ello los cambios en sus vidas se habían hecho presentes. La realidad les había golpeado a ambos en diferentes aspectos; pronto los niños que habían huido del San Pablo miraban aburridos la escena neoyorquina y recordaban con amargura su escape hacia el nuevo continente.

Los ojos brillantes con sueños danzando en ellos se habían vuelto miradas opacas. En especial en aquel par de ojos azules, la sonrisa infantil y las bromas tontas, las esperanzas de un futuro lleno de cosas excitantes, sus sueños en el teatro.

Todo había desaparecido.

En cuanto a Candy, ella solo iba con la corriente esperando por algo mejor, por algo que les reanimara, realmente no sabía que o a quien esperaba pero últimamente había comenzado a mirar algunas escuelas con cursos en enfermería, no es que pensara convertirse en una o algo por el estilo...

Era solo que no era muy buena haciendo pasteles, y aunque agradaba a todos los clientes de la pastelería y les incitaba a comprar mas de lo planeado, no era algo que quisiera para siempre.

Todas las mañanas se preguntaba qué estaba haciendo allí, y es que no es que pudiera quejarse, pero no era hacía mucho tiempo cuando caminaba en un prestigioso internado de Inglaterra como una alumna más, como la pupila de los Ardlay, una chica con planes y muchos sueños, con un porvenir brillante y ahora.... Ahora solo tenía esto.

Todo había sucedido tan rápido.

Tampoco ayudaba ver a un Terry deprimido por sus sueños truncados como actor, pareciera como si se hubiese dado por vencido aun antes de intentar.

Y no importaba que le dijera o que hiciera el seguía igual, le desesperaba verlo así sumido en la oscuridad de su habitación, pero era gracias a Charlie una vez más que Terry había vuelto a salir de su aislamiento, Charlie quien también le había conseguido un empleo.

A él, un muchacho con sangre azul trabajando de obrero en una construcción.

— ¡Será un rascacielos! — alardeo Charlie tomando a Susana por los hombros. — ¡Y esta en Broadway!

Terry les miro en silencio. Aquella tarde los cuatro habían ido a un café para celebrar su tercer empleo, porque cabía mencionar que el segundo había sido de cargador en el muelle con Charlie, aunque la cosa no duro mucho, a los dos días el joven se había metido en una pelea con uno de los jefes cuando este le había llamado "chico bonito".

El hombre había terminado con la nariz rota.

Si bien el muchacho se había vuelto más serio y algo retraído, su juego con los puños seguía ahí, y esta vez no dejaría que nadie se metiera con él.

Nadie, nunca más.

Tendía a involucrarse en peleas por las razones más estúpidas, naturalmente Candy se encargaba de surtir el botiquín que guardaban en el cuarto de baño.

Tal vez era ahí cuando había pensado en volverse enfermera, eran tan seguidas las veces que Terry llegaba con golpes y heridas que borboteaban sangre que se había hecho casi una rutina. La primera vez había llorado al verle, había hecho tantas preguntas y como era de esperarse el no respondió a ninguna.

Al principio había querido hablar con él y reclamarle porque lo hacía, porque la hacía vivir con tanta angustia, porque había cambiado tanto, pero no se atrevía...

Las aguas eran demasiados turbias y ella no sabía si sentir más decepción de su condición actual.

Por ambos.

Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora