Capitulo LV

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Karen y Charlie se las han apañado para hacer parecer como si Sir Oliver Winthrop hubiese sido atacado en el callejón trasero del teatro por algún malviviente, el conserje les ha ayudado a cargar al actor tan pronto escucha los gritos de auxilio de la señorita Klaise y se ha tragado la historia tal cual lo haría el resto del público.

La policía no hace muchas preguntas, y mucho menos interroga al afectado que tan pronto recupera algo de lucidez comienza a llamar a Billy, si es que eso se puede llamar lucidez...

Sir Oliver es llevado al centro hospitalario de Bellevue, tiene una contusión craneal, el labio roto y la mandíbula hinchada, algunas piezas dentales se han perdido, su pecho está cubierto en cortes, unos más profundos que otros y la palabra asesino en letras pequeñas sugiere que fue un acto de venganza.

Nadie de la compañía viene a visitarle, claro que no, la gente de Stratford está muy ocupada embriagándose en un salón de Manhattan. Y el dolor en la mandíbula muy apenas le deja emitir palabra alguna, después de que le suministran codeína, solloza en silencio hasta quedarse dormido y sueña con ese maldito muchacho mal agradecido.

. . .

Candy ha ayudado a Terry a cambiarse de ropa y en cuanto el muchacho se ha calmado, los dos han salido por una puerta de emergencia, tal como han quedado con Karen y Charlie, la narrativa es simple: Terry se fue temprano a casa porque tenía jaqueca.

Sus amigos parecen manejar el asunto de maravilla:

Karen no ha tenido problema en batir sus pestañas y hablar con los policías que abren el caso de su compañero actor apaleado, no es muy ético, pero solo le preguntan cosas esenciales y le piden un autógrafo e intentan invitarla a salir.

Charlie fuma un cigarro y al igual que Karen les explica lo poco que sabe, o miente como habían pactado, cuando los agentes terminan su labor y les dejan solos, Karen le invita a su casa a beber algo de ese champagne que le mando su tío de Florida.

Acepta sin rechistar, ciertamente necesitan tomar algo y pensar en lo que ha sucedido, en el departamento de Karen ninguno de los dos menciona lo que han presenciado, Charlie se sienta sobre el sofá mientras ella va a la cocina donde guarda las copas y la caja con las botellas del champan, el joven aprovecha ese momento para sacarle las balas a la pistola. Con todo el jaleo se ha guardado el arma en la parte de atrás de su pantalón, y cuando al fin se las saca, dos balas caen en la palma de su mano, haciéndole imaginar el uso que Terry iba a darles.

Aquello le causa una especie de conflicto, es bueno que hayan llegado a tiempo y que no sucediera nada grave, todo eso le hace volver al pasado, a aquella mañana donde encontró el cuerpo de un muchacho con su cuello colgado de una cuerda, con una última expresión de desdicha en sus ojos y una vida extinta a una edad muy corta.

Siente mucho que en aquel tiempo no pudiera hacer nada a pesar de que todas las pistas estuvieran ahí, le llena de pena y tristeza, y le da más pena decirse su amigo.

A Terry no le conocía de toda la vida, pero podía notar que algo le había pasado, las primeras veces de conocerle era callado, pero en los siguientes días se había mostrado amigable con él y parecía un chico cualquiera, incluso simpático, después se había transformado.

Charlie comienza a recordar esa mañana en el Selwyn cuando les despidieron a todos, y a una Candy mortificada porque Terry andaba muy mal, llega a su mente el reloj que el duque quería encontrar, y el reloj que salió de la chaqueta de Oliver que Terry ha tomado como si fuese algo muy importante para él. Esta ha sido una noche donde la cruda revelación de un muchacho al borde de la histeria le ha dejado frio.

Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora