Capitulo XV

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Terry miro con perfecta atención los anillos de humo que flotaban a su alrededor y deseo poder tomar una calada el también porque nunca podía hacerlo en presencia de Candy, había intentado dejarlo y tocar la armónica que ella le había regalado hace tiempo con la única promesa de que dejara de fumar pero las circunstancias no se estaban prestando últimamente.

Cuando fumaba podía tranquilizarse y en ese momento era lo que necesitaba.

"John" o como se había presentado el hombre que le había sacado del aprieto en la joyería le miro con una media sonrisa — ¿Quieres un cigarrillo? — ofreció este mientras prácticamente le entregaba su pitillera dorada.

Sus ojos grises le miraban con simpatía y con algo más que no sabría decir que era, pero decidió no prestarle mucha atención, tenia que aprender a confiar en la gente, a relajarse un poco.

— Gracias. — Terry se sentía un poco extraño por hacerse de un amigo tan rápidamente, normalmente tardaría días o meses en tomarse tantas confianzas, pero a ese hombre o "John" no le había importado, al final lo había convencido para que comieran juntos, en un lugar elegante donde la mayoría vestía de etiqueta.

El camarero les condujo a una de sus mesas más privadas, lejos de los demás comensales.

Y mientras eran encaminados, Terry podía ver cómo era este hombre saludado por algunas personas, como si le apreciaran mucho, algunos incluso le pedían que les diera su firma.

¿Sería alguien importante?

Cuando al fin ordenaron pudo advertir como el camarero que había tomado su orden se acercaba a otro mesero y cuchicheaban mirando con sonrisas a su mesa.

Si ese era el respeto que le daban, aquel hombre no tenía la menor idea.

—Podemos ir a mi banco después de comer y así te sentirás más seguro si cobras ahora, o puedes quedarte con el cheque...

Terry asintió.

— Y bien. No me has dicho de donde eres, déjame adivinar...

—Nací aquí, en Nueva York.—Terry se apresuro a decir.

El hombre alzo una ceja sin creerle por el acento. — Querrás decir en "York" — dijo con mofa tomando un poco de brandy.

El chico le miro irritado. — No. Nací aquí pero he vivido siempre en Inglaterra.

— Sigues siendo Ingles. — el hombre llamado John sonrió de nuevo sin mucha importancia. — ¿Londres?

Terry le miro frunciendo el ceño, después asintió.

— Aun recuerdo la primera vez que llegue aquí. — encendió otro cigarrillo y le miro directo a los ojos. — ¿Y tu por qué has venido?

El castaño desvió la mirada y se perdió entre las notas tristes del piano que se encontraba cercano a su mesa.

¿Quién le imaginaria sentado con un extraño por meros motivos económicos?

— Quiero trabajar en el teatro.

John ensancho la sonrisa a lo que quiso comentar, pero justo en ese momento el camarero comenzó a servirles y  solo le miro con curiosidad, maravillado.

Pasteles de cangrejo y champagne.

Terry comió con avidez y bebió de su copa de champagne fino como si fuese gaseosa, ¿habría dejado los modales en la mansión del duque? Tal vez...

Extrañaba la comida como esa, últimamente solo comían gachas de avena y puré de patatas, a decir verdad extrañaba muchas cosas pero no lo admitiría, porque esto era lo que había escogido ¿cierto? No tenia derecho a quejarse.

Por alguna razón le vino a la mente su padre, Richard le había dicho que el tomaría su lugar algún día, Terry no había dejado de cuestionarle su decisión, ¿Por qué no podía dejarle así? Él era el primogénito pero era un bastardo, si de algo estaba seguro era que los hijos de la duquesa estaban felices de saber que uno de ellos recibiría aquel título y no el.

No le importaba.

Cabellos largos y castaños, la sonrisa tímida de muchacho, ojos azules cual zafiros brillantes...

La estatura perfecta, el cuerpo delgado y marcado por ejercicio de jóvenes nobles, bien podría ser equitación, pero estaba seguro que nada tenía que ver con labores pesadas.

Y ese rostro, tenía un perfil hermoso; pómulos altos, nariz recta, finos labios, casi carmín. Una mandíbula preciosa.

Era un chico precioso....

Podía mirarle una eternidad y aun así no estaba seguro si eso le podría ser suficiente, también podía oler su juventud y su premura por crecer, era un muchacho hermoso, y si bien a los hombres no se les podía considerar "hermosos" pero si atractivos, el joven era uno en un millón, quería guardar con el ese recuerdo de aquella visión de belleza masculina.

No era un niño pero tampoco era un hombre.

Y si le miraba un poco más se volvería loco.

Era como si el destino los hubiera puesto en el mismo lugar por alguna razón, había estado en el momento correcto y en el lugar correcto, tal vez era un regalo para él...

— ¿Sucede algo? — dijo Terry sin gustarle aquella mirada bobalicona que había notado sobre él una vez que había terminado su comida.

Jura una y otra vez que rehará su vida.

Mas al llegar la noche y sus consejos,

Con sus promesas, y sus ofrecimientos;

Al llegar la noche con el poder

Del cuerpo que desea y exige, al mismo

Fatal placer, perdido, se dirige de nuevo.

— Creo que tenemos mucho en común.— sonrío el extraño con afabilidad.

Terry enarco una ceja extrañado, el camarero llego y recogió todo cuando John pidió la cuenta sin tardar en salir del local.

Tomaron un carruaje y en el camino John le comenzó a contar algunas cosas sobre la ciudad, siempre sonriente y atento a cualquier pregunta que él tuviera, tal vez sus maneras desconfiadas eran la razón por la que nunca había tenido muchos amigos, John era un sujeto amable y parecía no tomarle mucha importancia al dinero, habían bromeado un rato sobre lo ridículo que era el protocolo inglés y lo fácil que había sido saber que ambos lo eran, si tan solo el duque fuera como John, si hubiera mostrado un poco de interés hacia el....

Si se apresuraban aun podía llegar para cobrar en el banco y después podría sacar a Candy a algún lugar, no sin antes darle las gracias al hombre por su ayuda.

Al principio se había mostrado cohibido en su compañía pero lo cierto es que agradecía haberle encontrado, tal vez las cosas iban a marchar bien después de todo.

Cuando llegara a casa pasaría a la florería a comprarle rosas a Candy, no serían como las de su jardinero Anthony...pero más bonitas, ya la podía imaginar sonriendo y riendo en sus brazos.

Cuando al fin llegaron al banco y Terry cobro su dinero, John le invito de nuevo a tomar algo, al joven le hubiera gustado rechazar la oferta y lo hubiese hecho, pero se sentía en deuda por toda la ayuda,  no se podía negar, después de todo, el dinero que le había pagado por el reloj era mucho más de lo que le hubieran podido dar en aquella apestosa joyería y le había defendido. 

Terry metió el sobre con el dinero en uno de los bolsillos de su chaqueta y accedió a la invitación, le acompañaría un rato y después se excusaría diciendo que había olvidado hacer algo muy importante.

John le sonrió.


Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora