Capitulo LIII

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Había bajado del tren ansiosa y llena de nervios por volver a esa ciudad, aquella que tanto visitaba en sueños y que había sido participe de sus tristezas y alegrías. De sueños infantiles, de esperanzas y decepciones también.

Si bien Albert no estaba muy de acuerdo en un principio para que fueran a Nueva York a ver a Terry actuar en Broadway, se las había arreglado para convencerle a último momento.

Y también le había echado una mentira blanca de cómo le prometió a Terry, el irle a ver en el estreno de su obra. Su primer protagónico de verdad.

Todo gracias al duque de Grandchester, quien le enviara una carta haciéndole saber sobre el próximo estreno de Terry e invitándola con dos entradas para ella y su tutor... Eso si es que estaba dispuesta a ver a su hijo.

Richard Grandchester parecía haber cambiado de opinión significativamente respecto a Candy y tal parecía que en agradecimiento por hablar con él y contarle la verdad, el duque le extendía la invitación para la obra de Terry, invitación que ni el propio Terry tenía idea y que mucho menos se había molestado en mandar.

Por eso y muchas cosas más; Albert sabía que ella estaba mintiendo, sabía que ninguno de los dos se había prometido nada y Terry no tenía contacto con ella, puesto que Terry se había marchado sin despedirse, dejándola sola en Lakewood, explicándose a sí mismo con una escueta nota y sorprendiendo al mismo patriarca de los Ardlay, lo fácil que el muchacho dejaba ir a alguien a quien supuestamente apreciaba de una manera, "diferente".

Como si nunca hubiese querido estar ahí, se había esfumado al amanecer sin hacer un solo ruido, sin previo aviso, Candy le había visto subir al carruaje sin voltear una sola vez hacia la casa, a Candy, quien le miraba incrédula desde la ventana, después la diligencia puso a trotar a sus caballos y esta se perdió entre la niebla.

Los primeros días le había excusado frente a Albert, diciendo que probablemente Terry tenía algo muy importante que hacer y que volvería muy pronto por ella, el rubio se mantenía sin opinar, pero la cara de Candy lo decía todo, pasaron días y semanas donde después se convenció a sí misma que lo que le había hecho Terry había sido algo muy cruel, aquella última noche en Lakewood él había actuado más raro de lo normal, su mirada se había vuelto fría como aquellas primeras veces que le conociera y parecía tener muchas cosas en que pensar.

Terry era muy discreto con sus asuntos, no le gustaba compartir sus problemas ni siquiera con ella, era tan cerrado que Candy salía frustrada en bastantes ocasiones, pero sabía que uno de sus mayores secretos aun le afectaba mucho y probablemente no quería que más gente se inmiscuyera en ellos.

Tal vez Terry la iba a odiar por todo lo que le había contado al duque de Grandchester aquella tarde que les visito en Lakewood, pues había roto el voto de confianza que él había depositado en ella, revelando aquello que al chico tanto trabajo le había costado poner en palabras.

Pero no le importaba si la odiaba, dentro de ella sabía que era lo correcto, Candy había decidido arriesgarse, después de todo, Terry tenia todos los medios para tener una buena vida, solo era cuestión que alguien le ayudara...

Y había cosas que estaban muy fuera de su alcance, situaciones que ella no terminaba de comprender en su total magnitud, era horrible lo que Terry le había contado, pero por más que ella había tratado de hacer que el no pensara más en eso, a veces era imposible hacerle salir de ese estado abatido constante, ningún dinero en el mundo valía todo lo que él había perdido esa noche, pero era algo muy complejo de entender: inclusive para Candy.

Sus cambios de humor constante le confundían y no podía seguirle, comprenderle, a veces en ocasiones, para Candy era más fácil sentirse arrastrada por esa tristeza, esa misma desolación que embargaba siempre al muchacho.

Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora