Capitulo XVll

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Susana Marlowe es una chica preciosa, sus ojos son tan azules como el cielo de una tarde de verano, vivaces y coquetos, su cabello parece un manto de hilos de oro sueltos y sedosos con una diadema como único accesorio. Lleva un vestido azul con volantes, algunos lazos y motivos florales, y si, le queda como un guante. Amante de la naturaleza y los cuadros al óleo, también es adicta a Shakespeare, o eso es lo que dice.

Ella quiere ser actriz, o si no claramente se hubiera ahorrado el peligroso viaje que hizo de Connecticut hasta Nueva York, ella sola. Su historia es simple: tomo los ahorros que había juntado de sus mesadas y de pequeños trabajos como cuidar a los hijos de la amiga de su madre, leer la biblia por las tardes a su abuela y entre otras labores aburridas o perjudiciales para su reputación. 

Todo con un fin: Broadway.

Algún día quiere emular a la gran Sarah Bernhardt y cuando los reflectores se apaguen quiere ser incapaz de caminar por tantas rosas en el suelo de un público conmovido.

Susana es solo una chica ilusa y soñadora de New Haven. La urbe Neoyorquina la va masticar y escupir en pequeños pedazos en cualquier momento, y todo lo que quedara de ella será su inocencia corrompida y tristeza, sueños rotos.

Una chica más del montón.

Por ahora pertenece a Charlie, porque si, Charlie está loco por ella y mientras este con el nada malo le puede suceder, pero Susana es una chica con hambre de grandes cosas, quiere vivir y ser admirada, quiere los aplausos de extraños y todos los lujos inimaginables; lo quiere todo.

En este momento Candy escucha su explicación del uso de la máquina registradora y trata de memorizar los precios de cada panecillo, Susana le ofrece pasar a los hornos y también ver como se preparan algunos pasteles, si es que las matemáticas no son su fuerte, porque eso sí, Susana es la preciosa rubia que atiende la pastelería sin meter su fina naricilla en la harina, eso no es para ella.

Como tampoco lo es la pastelería, pero algo tenía que hacer mientras Broadway se digna a darle una oportunidad que valga la pena.

El único papel que ha hecho hasta ahora ha sido de mucama en una obra victoriana que nadie fue a ver.

Como el resto de los demás, también necesita dinero, aunque bien podría casarse con Charlie quien a pesar de no tener mucho de conocer a la muchacha, se le ha propuesto cientos de veces.

Pero Charlie le ha prometido que lo conseguirá, Charlie y sus insignificantes contactos, porque aunque Charlie consiguió trabajar en otra nueva compañía teatral, eso no le trae el sustento y se ha tenido que buscar un empleo como cargador en el puerto.

Gracias a Charlie, Candy consiguió ese empleo, a Charlie y a su adorable novia Susana.

— Y este es el almacén, nuestro inventario se surte cada mes y yo cuento todas las materias primas antes de cerrar la tienda.

Candy asintió.

— Ya veras, seguro que este trabajo te gusta más que a mí. — soltó Susana con mofa mientras miraba sus manos cuidadas y aquel modesto anillo de oro que Charlie le había comprado para su cumpleaños.

Querido Albert,

En estos momentos nada me gustaría más que recibir una carta tuya, sigo enviando cada una de ellas a tu dirección en el zoo de Londres, pero tal vez ya has cambiado de lugar conociendo lo trotamundos que eres.

Por favor no lo tomes como un reproche. Les extraño mucho a todos ustedes, la tonta de mi olvido a Klin, espero que alguien le esté cuidando, aunque probablemente ya se adaptó como animal independiente, justo como el resto.

A veces me siento muy sola por aquí y es cuando me pongo a recordarlos, la verdad es que me serviría mucho tu consejo en estos momentos. ¿Sabes? cuando Terry y yo escapamos juntos tenía mucho miedo, pero una parte de mí no dejaba de romantizar la idea de nuestra huida, había sido echada de un prestigioso colegio pero me marchaba con el muchacho que me hacía soñar cada noche, un muchacho que al igual que yo también tenía sus problemas.

Probablemente te sueno como una chica tonta.

Pensaba que si bien Elisa había hecho que me corrieran, al final yo le había ganado esta vez con Terry a mi lado, nunca le he dicho esto a nadie y probablemente solo me confieso contigo porque de tantas cartas sin respuesta, esta sea una más y mis secretos se perderán en el correo como siempre.

Albert, no soy la chica dulce y amable que todo mundo cree, también he sido egoísta y en este instante que te escribo no dejo de lamentarme por haberme marchado del colegio de esa manera, la familia Ardlay no me busco como supuse en un principio y el tío abuelo William al final seguro se arrepintió de adoptar a una chica como yo.

No estoy viviendo ningún sueño y eso me lo digo cada mañana que despierto. Al principio todo parecía que saldría bien, no sé qué ha pasado, Terry ha cambiado mucho estos últimos días que casi no le reconozco, su mirada se ve apagada y su humor irritable, aunque trate de animarle a veces no le puedo encontrar.

Se comporta extraño a momentos y en otros juraría que casi vuelve a ser el. Desde que la compañía teatral nos despidió, él no ha vuelto a hablar sobre ser actor. Pareciese que sus sueños y esperanzas ya no existieran, siempre preocupado y melancólico, a veces habla de vender otro de los objetos de valor que ha traído consigo, pero debo decirte que algo en mi me dice que el motivo de su cambio de humor se debió a aquel día que regreso de vender el reloj de su padre.

O más bien noche.

Jamás supe que ocurrió por lo que especular en esta carta no estaría bien.

No fue hasta la noche de ayer cuando le he escuchado llorando en el cuarto de baño, yo había vuelto de comprar algunos víveres y quería contarle la noticia de mi nuevo trabajo, pero me he cohibido en interrumpirle y simplemente me ha quedado la mortificación.

Me preocupa mucho Terry. A veces quisiera volver al hogar de Pony para estar en otra parte donde pueda respirar aire fresco, pero no se para que...

La hermana María y la señorita Pony deben estar muy ocupadas haciéndose cargo de los niños, mientras que lo único que yo deseo es algún túnel de escape.

Porque si he de ser sincera, si pudiera retroceder el tiempo, no sé si hubiera tomado la misma decisión...

¿Es que soy un monstruo?

Me lo he preguntado continuamente en estos días, estos días que pasan lentos y silenciosos, sin ninguna respuesta, con Terry evitándome como la plaga.

Me siento muy sola, creo que ya lo he mencionado antes.

Los extraño mucho.

Con cariño. Candy White.

La joven rubia echo el sobre al correo y tapo su cuello con su bufanda, acababa de salir de su jornada de trabajo en la pastelería que estaba a unas cuantas cuadras de su departamento, el empleo no pagaba mucho, pero no podía esperar otra cosa, todo se lo debía a Charlie quien también se había ofrecido a encontrarle algo a Terry quien parecía un fantasma en estos días, Terry quien seguía en casa, probablemente dormido, sin ganas de nada.

Candy metió las manos en su abrigo calentando las monedas de su paga en su palma.

Por suerte el dinero del reloj del padre de Terry seguía rindiendo maravillas, una y otra vez no dejaba de cuestionar la fuente de aquellos billetes arrugados, ¿Por qué Terry parecía tan incómodo con ese tema?

¿Lo habría conseguido ilícitamente?

Pero eso no podía ser porque el reloj ya no estaba.

Y tampoco estaba en la bolsa de gamuza, el botín con joyas que Terry escondía por todos los rincones de su pequeño piso temiendo que fuera robado.

Iba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando choco con algo o alguien haciéndola tambalear. La rubia se apeó el vestido algo avergonzada, tenía las disculpas en la punta de la lengua a lo que la otra persona solo mascullo algo y le ignoro.

Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora