Capitulo Xl

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— ¿Y cómo te ha ido? — Candy tomo su cuchara y la puso sobre su nariz mientras le miraba con sus grandes ojos verdes. — ¿Estas emocionado?

Terry rodo los ojos y emitió un bufido.

—Bueno, bueno, nadie ha dicho que sería fácil.

El joven miro a su alrededor; la habitación fría casi desnuda y los pocos muebles con moho, el olor extraño y las flores marchitas sobre la mesa; parecía una escena salida de un libro de Dickens. En su corta vida Terry había llegado a dormir en lugares no muy "lujosos" cuando estaba de visita en las propiedades del duque y la única que estaba para recibirlo era la odiosa esposa de su padre que como toda mujer haragana y sin un significado en su vida más que las fiestas y los vestidos caros, la duquesa se pavoneaba por la mansión como un gato perezoso y se encargaba de observarlo todo el tiempo; noche y día si era posible, le ordenaba a los sirvientes la habitación más fría y alejada de sus aposentos, incluso sus alimentos eran servidos a diferentes horas, aquellas miradas de odio sin sentido que le dirigía le habían hecho sentir mal de pequeño y los gritos, aquellos gritos recordándole que era un bastardo y una mancha en la familia Grandchester, la mujer jamás había perdido la oportunidad de ridiculizarlo en frente de otros. Por supuesto el duque jamás se encontraba cerca cuando todo esto sucedía, Richard confiaba en que su hijo estaba en buenas manos, en las suaves y perfumadas manos de su duquesa.

La mayoría de las veces Terry prefería quedarse en algún mesón o en las casitas de la servidumbre, quienes no dudaban en invitarlo mirándolo con lástima porque hasta ellos podían ver como la duquesa lo trataba como a un apestado, Terry era un chico callado la mayoría de las veces, pero era un buen chico.

También era el hecho de que a pesar de ser un "bastardo" también era un niño rico y no dejaba de ser el primogénito de un duque, el título de señorito era obligatorio, pero Terry no era tan pedante como se fingía frente a la mayoría, el muchacho no se daba aires con la gente que sabia más humilde o aquellos que no le retaban, se conducía por las conductas y prefería calar a la persona antes de actuar, también podía ser muy bondadoso cuando sus manos estaban llenas así la otra persona fuera un total desconocido.

Así que prácticamente se había criado solo, la figura paterna siempre había escaseado en su memoria y la materna no era más que un rumor y breves visitas secretas, tampoco esperaba mucho, la nobleza no se le reconocía por ser amorosa con sus hijos, el trato frio era algo común y perfectamente normal, siendo el desdén con la servidumbre casi una norma, el único y poco afecto que Terry recibió había sido de estos últimos.

La verdad era que solo era feliz cuando no había familiares a la vista y sus vacaciones del internado no coincidían con las de la familia Grandchester, pero aun si esto sucedía con el tiempo todo le dio igual y comenzó a hacer su voluntad, no iba a poner la otra mejilla para que le siguieran ofendiendo, eso jamás, no estaba en su naturaleza.

Si le iban a insultar más valía que él les humillara peor, si querían pelear él también lo haría, si tenían curiosidad él les sorprendería, pero nunca seria tomado por un débil.

—Ya, ¿no te gustó la avena? — dijo la voz femenina sacándolo de sus pensamientos.

Los ojos del joven se posaron sobre Candy, quien estaba envuelta en las pocas cobijas que tenían, con la naricilla roja cubierta de pecas, la chica le sonrió. — ¿Qué pasa?

—No lo sé... tenemos dos semanas en ese lugar y ni siquiera nos han pagado. — Terry miro su tazón lleno de gachas de avena e hizo una mueca de desagrado, no es que las odiara pero llevaban comiendo lo mismo desde que habían llegado y parecía que era lo único que comerían de seguir las cosas a como estaban.

Si fuéramos mayoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora