Prólogo
Emilia observaba toda la situación desde el descanso de la escalera que daba al altillo, su refugio cuando sus padres discutían; pero esos últimos días las peleas habían pasado a ser cada vez más constantes y ese lugar llegó a convertirse en su santuario privado.
Llevaba siempre consigo un anotador donde escribía sus sueños, lo que necesitaría para hacerlos realidad, también coleccionaba flores que guardaba cuidadosamente entre sus páginas; esas que tomaba sin permiso de los jardines vecinos o cuando sus abuelos iban a visitarla y la llevaban a pasear para evitar que escuchara las discusiones de sus padres.
Una noche las voces y los reproches se elevaron hasta su máximo nivel. Los gritos no cesaban y a pesar de que sus abuelos intentaban que no escuchara, Emilia podía oír cada palabra. Ella se puso de pie mientras veía a su madre pasar hecha una furia por su lado sin detenerse siquiera a mirarla, como si fuera invisible; la siguió hasta la habitación que compartía con su padre. La llamaba y le preguntaba qué estaba pasando, pero no recibía respuesta. La vio colocar sobre la cama una valija en la que comenzó a meter toda su ropa. No la miró ni una sola vez, ni siquiera antes de atravesar la puerta principal y se marchara.
Un relámpago iluminó toda la casa, Emilia gritó mientras se cubría los oídos, pero nadie fue a abrazarla o a decirle que todo iba a estar bien.
Su madre fue la primera en marcharse sin decir adiós, sin pedirle disculpas y sin decirle "Hija no es tu culpa, es que esto no funciona, pero te seguimos amando, nada va a cambiar eso". Nada, solo silencio.
El padre de Emilia estaba en la cocina, con un vaso de whisky en la mano y la botella medio vacía sobre la mesada, tenía la mirada fija sobre la puerta por donde se había ido su esposa, esa desagradecida mujer que le había quitado diez años de su vida. Solo estaban juntos por esa niña que decía que era suya, pero él nunca le creyó. Ahora era libre, libre para irse a cualquier lugar, a elegir el color de la alfombra o el tipo de pizza que quería comer. No lo pensó dos veces; fue al mismo armario que su mujer, sacó otra valija y la llenó de ropa. Emilia lo seguía mientras le preguntaba donde iba, lloraba porque no le respondía; pero él solo escuchaba un murmullo, lo único que podía sentir era el exquisito sabor de la libertad que encontraría una vez que saliera de esa prisión.
Cuando el padre de Emilia abrió la puerta de calle un relámpago volvió a iluminar la casa e hizo sobresaltar a aquella niña que no sabía qué estaba pasando. Esa niña que estaba sentada en la puerta de su casa, abrazando sus piernas, sola y llorando bajo la lluvia. Sus abuelos llegaron a los pocos minutos, pero ya no había nada que pudieran hacer.
El corazón de Emilia estaba roto.
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La intensidad de tu amor {Completa}
RomanceMe ha llevado tiempo, pero al fin he conseguido estabilidad emocional y económica. Mis amigos se transformaron en mi familia, Julia es mi cable a tierra, la que me consuela en esos días que no puedo dormir y su novio Leandro, se convirtió tan rápid...