Capítulo 2

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Tres meses después

Hace unos días había comenzado la primavera, que obviamente es mi estación favorita de todo el año. La ciudad vestida de colores, los aromas que encontrabas a cada vuelta de esquina que te sacan una sonrisa en el día más triste. Puedo quedarme horas viendo las largas hileras de Jacarandá inundando las calles de ese violeta tan espléndido. Sí, sin duda es mi estación favorita del año.

 El clima parece que aún no quiere desprenderse del invierno y esta primera noche de primavera de la cena de los viernes hace bastante frío, pero eso a Julia no le importó en lo más mínimo cuando se encaprichó en comprarme un vestido nuevo para la ocasión, justificando que estaba harta de que llevara ropas tan coloridas que, según ella, no me favorecían en nada. Por eso mismo, esta noche llevo puesto un pequeño trozo de tela color verde musgo que apenas logra cubrir mi trasero, con unos finos tirantes que a duras penas mantienen todo en su sitio y unos incomodísimos tacos de diez centímetros haciendo juego. Ella me convenció diciendo que ese color hacía resaltar el tono de mi piel blanca casi transparente y sobre todo el color de mi pelo. Julia había quedado alucinada cuando me lo probé en la tienda de ropa. Solo lo haría por ella, mi mejor amiga.

 Nos conocimos en un bar de Nueva York hace unos años; luego de que mis abuelos fallecieran empaqué todas mis cosas y compré el primer pasaje disponible ese mismo día. Enfrentar mis sentimientos nunca fue mi fuerte y terminé en esa ciudad con poco dinero y sin nadie en quien apoyarme. Ella fue para perfeccionarse como licenciada en marketing en una de las universidades más prestigiosas, yo para dejar mi pasado en el pasado.

 Lo recuerdo como si fuera ayer, Julia estaba con un grupo de amigos y la estaban pasando muy bien. Mientras bebía a pequeños sorbos mi cerveza, me preguntaba qué había hecho en mi vida para no tener eso que ellos tenían. Ella me vio y se acercó, hablamos un poco, nos dimos cuenta que teníamos muchas cosas en común, como la ciudad y el país de donde veníamos. Desde ese instante fuimos inseparables.

 Siempre me sentí en deuda con ella. Al cumplirse casi un mes de aquella noche me contó que debía volver, pero no quería vivir con sus padres, yo le dije que tenía ganas de regresar pero que no tenía lugar donde vivir; no quería volver a la casa donde crecí, demasiados recuerdos que prefería enterrar, Ahí decidimos buscar un espacio juntas.

 Comencé a saldar mi deuda una noche que fuimos a celebrar que habíamos encontrado y señado el departamento perfecto. Nos mudaríamos esa misma semana.

Muchos hombres se acercaron a nosotras, pero ella había decidido que esa noche iba a ser solo nuestra. Hasta que lo vi, la miraba completamente embelesado y no con un hilo de baba colgándole de la comisura de los labios como la gran mayoría. Algo que recordaba haber visto en mis abuelos, alguna que otra vez.

 En un momento la dejé sola con la excusa de ir a pedir unos tragos, pasé junto a ese muchacho que seguía observándola debatiéndose consigo mismo el momento adecuado para ir a abordarla. Le guiñé un ojo y le hice un gesto en dirección a mi amiga. Se levantó sin titubear y de lejos vi la magia ocurrir, ella reía de algo que Leo le había dicho y tocaba su brazo. Fue mi pie para retirarme.

 Vuelvo al presente cuando me detengo en una esquina y me doy cuenta de que me había pasado del restaurante. Camino unas dos cuadras hasta llegar a la puerta de nuestro lugar habitual de encuentro, responsable de interminables reuniones entre dos amigas, de risas, anécdotas. Momentos que luego de un tiempo, casi sin darnos cuenta, se convirtió en algo parecido a una cita de cuatro. Leo, Julia, Ulises y yo.

 Busco con la mirada a esas tres personas, mientras peleo con la falda del vestido que se niega a quedarse en su lugar. En cuanto los veo, camino en su dirección con algo de dificultad, estoy acostumbrada a llevar unas cómodas zapatillas y ser un poco más alta de lo normal está dándome algo de vértigo. Julia y Leo me vieron enseguida, ambos me observan con la boca algo abierta cuando avanzo hacia ellos que me hace sonrojar. Mi amiga lleva un hermoso vestido negro, su cabello azabache suelto envidiablemente lacio. Ulises está de espaldas, sus hombros anchos se ocultan y se presionan debajo de una camisa blanca arremangada, a él tampoco le gusta vestirse tan formal, es lo único que tenemos en común. Está casi recostado sobre la silla con las manos en los bolsillos, observando algo en el techo.

La intensidad de tu amor {Completa}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora