Me detengo frente a la puerta del edificio, completamente empapada gracias a las vueltas extras que di porque mi cabeza no paraba de trabajar y no me di cuenta que me había pasado de mi hora habitual para terminar mi rutina. Debo decírselo y acabar con esto de una vez por todas, pero cuando ingreso al departamento lo encuentro profundamente dormido en el sofá. Me doy una ducha rápida y me visto con el uniforme de la florería; chomba rosa con el logo y pantalones de jean azul.
Ulises continúa durmiendo cuando termino y decido escribirle una nota, la dejo sobre la mesa de café junto con un juego de llaves y camino las tres cuadras que me separan de mi local.
Recibo algunos llamados esa mañana, una reserva para una boda dentro de tres semanas y unos cuantos clientes pasan a comprar. A media mañana llega Matías, lo había contratado hace algunas semanas mediante una agencia para que hiciera los repartos mientras yo me quedaba en el local. Tiene una sonrisa fresca, de esas que mejoran tu día aunque esté nublado, de esas que se adueñan de todos tus sentidos y hace temblar el suelo en el que estás parada. Tiene brazos delgados pero fuertes y cubiertos de tatuajes. Podía jurar que una vez vi un nombre escrito entre varios arabescos pero nunca me atreví a preguntarle o quedarme demasiado tiempo mirándolo para intentar descifrarlo. Rubio y de ojos color miel, tiene un tic nervioso que es sacarse la gorra que siempre lleva puesta, pasa la mano libre por su pelo y volverse a colocar la gorra, mientras sus ojos viajan de un lado a otro.
A pesar de que va todos los días a la tienda, no puedo evitar reírme siempre de su chomba, como nunca imaginé que tendría un hombre trabajando para mí, solo escogí el color que quedaría bien en mujeres, después de todo es mi negocio. Así es como el pobre Matías terminó con una camiseta de un color que no le favorecía en lo absoluto. Claro, podría haber cambiado el color en cuanto supe que la agencia enviaría a ese muchacho, pero ese día me sentí inusualmente cruel y decidí dejarlo como estaba.
— Buen día – dice refrescando mi mañana. Sonrío como si tuviera quince años otra vez. — ¿Hay muchas entregas hoy?
— No, creo que podrás librarte temprano e ir a jugar video juegos con tus amigos.
— Hey... que ya no tengo trece años – enarco una ceja y no puede evitar soltar una carcajada. – Nos vamos a juntar por la noche, cervezas de por medio, buena música y...
— ¿Video juegos? – asiente con la cabeza y sonrío, como suelo hacer cada vez que lo veo. – Entonces tienes edad suficiente para tomarte un café que preparé hace unos minutos, la primera entrega es dentro de dos horas – me guiña un ojo mientras levanta su dedo pulgar. Le pido que se encargue del mostrador y de una corrida voy a preparar el café que había olvidado hacer.
Me detengo unos segundos mientras echo el agua en la cafetera y me doy cuenta de algo terrible, algo que hace muchísimo tiempo no hacía. Ese chico estaba logrando que yo, Emilia Larsen, coqueteara abiertamente.
Estúpida Emilia. Eres una gran estúpida. No te puedes permitir que vuelvan a romper tu corazón.
Me demoro un poco más de lo pensado y lo escucho llamándome, salgo con dos tazas humeantes del mejor café que existe en el mundo mientras Mat intenta asesorar a una clienta frecuente que le está reprochando no tener idea de las flores de estación.
— Pero no sé de qué flores me está hablando, señora. Quizá si fuera un poco más específica en cuanto a colores o si la ve por aquí podría señalármela. – Me observa desesperado mientras se quita la gorra y pasa una mano por su pelo. No puedo evitar reírme. Le entrego las dos tazas y le señalo la silla alta que se encuentra a un costado del mostrador mientras converso con la clienta para ver cuál era esa flor tan rara que Mat no conoce.
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La intensidad de tu amor {Completa}
RomanceMe ha llevado tiempo, pero al fin he conseguido estabilidad emocional y económica. Mis amigos se transformaron en mi familia, Julia es mi cable a tierra, la que me consuela en esos días que no puedo dormir y su novio Leandro, se convirtió tan rápid...