Capítulo 4

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 El día que le conté a mi terapeuta de mis miedos a las tormentas tuvimos una sesión doble, no llegamos a encontrar los motivos, pero salí un poco más esperanzada de que a partir de ese día no iba a tener más miedo, pero de nada sirvió; dos días después una pequeña lluvia hizo que llamara a Julia a su trabajo para que fuera a socorrerme mientras cubría mis oídos con mis manos.

 Pero este día va a ser diferente, no puedo interrumpir a Julia durante su festejo de compromiso con su novio. Estoy segura de que esta noche va a llover muy fuerte, puedo notarlo en el grosor de las gotas que comienzan a chocar contra la ventana de mi habitación. Debo tragarme mi orgullo y recurrir a él o acurrucarme como un ovillo bajo las sábanas de mi cama y procurar no desvanecerme del miedo. La opción más votada por mí fue la segunda, seguramente Ulises no va a poder ayudarme y es más probable que se burle en cuanto descubra mis temores.

 Me visto con el pijama lo más rápido que pude y mientras intento que el miedo no paralice mis sentidos, las gotas se convierten en una incesante cortina de agua. Me hago una bola y me cubro con las sábanas, hasta que mi celular comienza a sonar. Tanteo la mesita de luz en busca del maldito teléfono y atiendo con dedos temblorosos.

— Puedo ir si necesitas que vaya —dice del otro lado Julia.

— No quiero arruinar tu festejo, amiga. Creo que podré manejar una noche de tormenta sola.

— Podemos ir los dos para allá, podemos festejar ahí también —dice con una risita que supongo es obra de Leo.

— No, te agradezco, en serio... igualmente está Ulises, creo que podrá distraerme un poco —respondo poco convencida.

— ¿Está ahí contigo? Pero si no lo soportas, ni siquiera te gusta recibir invitados.

— Sabes que ese hoyuelo y esa sonrisa pueden convencer a cualquiera de cualquier cosa.

— Lo sé... — larga algo de aire que estaba conteniendo—. Si necesitas algo aquí estoy. —Doy un largo suspiro y nos despedimos.

 Vuelvo a cubrirme con las mantas, pensando que solo era lluvia; agua que caía del cielo que podía provocar que un nuevo mesías juntara parejas de animales en un arca gigante. Quizá con suerte terminaría con un chico lindo, caballero y atento, tendríamos que repoblar la tierra, podría ser un buen maestro y enseñarme que el sexo no es algo sistemático; que tiene que ver con el amor y no con una necesidad hormonal, que está cargado de sentimientos y no solo de "ganas". Bien, esto me sirve, me estoy distrayendo a mí misma, no necesito de la ayuda de nadie para pasar esa tormenta; actualizaría mi estado en mis redes sociales con la frase "Estoy bien". Sí, eso suena perfecto, subiría una foto de mi pulgar levantado en medio de la lluvia.

Y de pronto sucedió.

Un trueno fuertísimo provoca un temblor en el vidrio de mi ventana y seguido a eso fue un grito que se escapa sin permiso de mi garganta. Tomo la almohada y la hago mi compañera de equipo en ese difícil momento. La abrazo. Cuento hasta diez, pero no funciona, sigo hasta veinte, el miedo sigue atrapado en mi voz. Segundos después el colchón se hunde en un extremo por el peso de alguien, mis extremidades se convierten en piedra.

— ¿Estás bien? —saco mi frente y mis ojos fuera de las sábanas y me encuentro con Ulises, con el rostro cubierto de preocupación.

— Si... —miento.

— Eres muy mala para mentir —dice—. ¿Por qué gritabas?

— Por nada, una pesadilla. —Me mira como si no creyera ni una palabra y se cruza de brazos, no hace abuso de su hoyuelo y muerdo mi labio algo decepcionada, eso podría servirme para distraerme—. De acuerdo... tengo miedo a las tormentas ¿Contento? Adelante, búrlate todo lo que quieras —me siento en la cama completamente avergonzada y un trueno vuelve a retumbar, me escabullo bajo las sábanas otra vez.

La intensidad de tu amor {Completa}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora