Seguí corriendo a pesar de que mis piernas estan acalambradas, con tal de perder el rastro de aquellos que quieren hacerme daño.
Lo conseguí.
Robar comida cuando hay escasez parece un asunto mucho más grande que salvar una rana de niños.
Pero lo necesitamos, así que por tan difícil que sea, no debo rendirme.
Tranquilo de saber que nadie me sigue, me adentre a nuestra guarida, debía estar mi amigo ahí. Un niño de cabello negro cuyo nombre jamás sabre, porque él tampoco lo sabe.
No le molesta que le llame "niño", en lo que pienso un nombre para él, es bastante útil.
—¿Niño? Ya llegue, traje manzanas y...¿niño?
Revise bajo las cobijas, no estaba ahí. Ni tampoco había rastro.
Me senté en la cama. Nunca se tarda en regresar, tampoco me preocupa, a veces pasan horas hasta que regrese.
Así que mirando a la ventana le di el primer mordisco a la manzana.
Me gusta este lugar, el océano y el calor me da alguna satisfacción, aunque también un poco de terror porque no sé nadar.
A veces me parece ver que brilla algo bajo el agua durante las noches, como si las estrellas de mar fuesen literalmente esas estrellas brillantes del cielo.
Me acabe la manzana, seguía teniendo hambre pero la otra no es para mí, la puse lejos para no caer en la tentación y dejar a mi amigo sin nada en el estómago.
Se hizo de noche cuando escuché unos pasos en la arena, me apresure a ver la ventana.
Ay no. Es el padre de la iglesia fea. ¿Qué esta haciendo aquí?
Fingi que no lo vi pero toco a la puerta en cuanto se acercó.
—¿Saihara?
Me quedé callado.
El hombre suspiro y con pesadez siguió hablando del otro lado de la puerta —Tu amigo...él...
Escuche todo lo que tenia que decir hasta que se fue.
Pero yo ya no sé qué hacer. Estoy triste, con ganas de gritar y hacer un berrinche para que lo traigan de vuelta.
Morir, hay muchas maneras crueles de hacerlo, algunas pacíficas, pero siempre hay tristeza.
Morir es triste.
Sé que no debería saber cosas como esa porque a los demás niños no les preocupa, pero yo no quiero morir, y tampoco quiero ver que alguien cercano a mi lo haga.
Abrí la puerta y corrí a la playa.
Mi amigo fue atrapado mientras robaba.
Me senté en la arena, donde el mar llega hasta mis rodillas.
Los adultos son crueles.
Y yo no pude hacer nada.
Pero ese día fue importante para mi, fue cuando decidí lo que yo quería hacer con mi vida, salvar a la gente incluso si no tienen dinero.
Porque supongo que todos merecen una segunda oportunidad.
A mis 12 años me encontraba batallando con la escuela, es difícil leer cuando literalmente no sabía nada.
Afortunadamente el padre de la iglesia fea acepto tenerme como monaguillo algunos años mientras me enseñaba a leer algunos libros.A mis 15 me uní con una "bruja" para estudiar herbolaria, de bruja no tenia nada, era una señora bastante amable con un perro de mirada bizca.
Un año después fui a la ciudad buscando la mejor escuela, y practique con algunas personas trabajando en un asilo.
Faltan cuatro días para que cumpla 17 y volví al pueblo de la playa, porque ahí es donde me voy a preparar para hacer un examen en la escuela de medicina más aclamada.
El padre falleció por vejez hace algunos meses pero tenía algunos contactos que fueron los que me ayudaron.
Una familia que ofrece su casa a extranjeros, éramos varias personas, de distintos lados cuando llegué.
Hasta que solo quedamos una chica rubia y yo. Su nombre es Kaede Akamatsu.
Si algo me había prometido a mi mismo, es que el amor no sirve de nada y jamas me había interesado, hoy, me como mis palabras.
—Vamos Shuichi ¡Hay un espectáculo con fuego! No seas amargado.
—Lo siento Kaede, pero yo ya estoy cansado y...
La chica puso esa mirada, como los perritos que te miran mientras comes en el puesto de tortas de la esquina, esa cara con la que saben perfectamente que hacen.
—Vamos.
—Eso quería escuchar.
Me jalo por las pequeñas calles, es de noche pero ni si quiera está oscuro, hay tantas luces y adornos que parece un carnaval.
—No había venido por aquí— estoy maravillado por el color de todo, los aromas y la cantidad de personas que pasan.
—Lo sé, te la pasas mucho tiempo trabajando, no digo que este mal pero te pierdes de todo esto.
Se giro hacia mí, admito que me tiene tonto, esos iris de color claro me parecen tan bonitos que me es fácil perderme en ellos.
Parpade varias veces porque tuve un déjà-vu, recuerdo que alguna vez vi unos ojos tan hermosos que me quedé anonadado, no recuerdo de quien fue ni cuándo pasó pero no he encontrado unos similares.
Me sentí un poco culpable y desconcertado al pensar que en realidad ya había visto una mirada hermosa y la de ella...en realidad no se compara.
¡Qué tontería! Seguramente fue un sueño ni nada más ni nada menos.
—Oye Shuichi.
—¡¿Sí?!
—No me habia dado cuenta pero tienes las pestañas bien largas— aparte la mirada al instante, tan avergonzado por no darme cuenta cuánto tiempo permanecí mirándola —que envidia me das, ojalá las mías estuvieran así.
—No es cierto, tienes ojos bonitos, sería una pena que se ocultaran bajo unas inmensas pestañas.
Comenzó a reír.
—Ven, ya va a empezar el teatro.
Cuentos con fuego, un cuento sobre las sirenas, ya que son un rumor muy común por aquí, aquellas bellas mujeres con voz hermosa que hunden a los que cruzan en barco por la bahía, terminó siendo un romance con un pirata y una de ellas.
No sabía que eran tan emocionantes las historias contadas de esta manera hasta aquella noche.
Nos invitaron a bailar pero yo me negué, me aterra ser el centro de atención y aún así no sé como me convencieron.Regresamos tarde y cuando puse un pie en la casa me golpeó un tremendo sueño. Desperté después de mediodía.
Baje las escaleras estresado del calor que hace y vi a alguien nuevo.
La dueña de la casa está hablando con el nuevo compañero que será nuestro roomate.
—Este chico es Shuichi Saihara.
Salude apenas despertando, el chico sonrió.
—Yo soy Rantaro Amami, espero que nos llevemos bien.

ESTÁS LEYENDO
En el agua [Saiouma]
Fanfiction《Ambos al poco tiempo de comprender que existen más mundos a parte del suyo, sintieron gran curiosidad por saber más. Pasaron meses intercambiando las cosas más hermosas que conocían y ese dulce sueño tuvo que llegar a su fin como cualquier otro. El...