Capítulo 17: Setting A Routine

9K 1.2K 63
                                    

Harry abrió los ojos con dificultad, con un gran bostezo en la cara, mirando a su alrededor con aparente confusión hasta que se dio cuenta de dónde estaba. Una parte de él sospechaba que seguía siendo un sueño, un sueño encantador, pero al fin y al cabo un sueño. Sin embargo, cada vez que se pinchaba, le dolía, no se suponía que doliera en los sueños, ¿verdad? Era el único respiro que tenía el niño del constante dolor en casa de los Dursley. Harry no creía que se acostumbrara a estar en una cama tan cómoda, y con ropa que realmente le quedaba bien. Severus era un bicho raro como él, simplemente lo sabía, había hecho que ese libro saliera de la nada. Harry se dio cuenta de que la foto de su madre estaba en la mesita de noche, ahora en un marco de fotos. Sentado en la cama, mantenía las mantas a su alrededor, apreciando el calor. La cogió y la contempló, era tan hermosa, nada que ver con su tía, no estaba seguro de qué sentir hacia ella, había soñado que le quería, pero ¿la quería él a su vez? Sí, la amaba. Ella había muerto por él, al menos eso había dicho Severus. No estaba seguro de a quién creer, pero era más probable que creyera a Severus que a los Dursley. Les mentían a todos, especialmente a él. Les decían lo malo que era, los problemas que causaba, que destruía todo, incluso la ropa que le daban. Lo cual no era cierto, él lo sabía, nunca le daban nada.

-¿Ya estás despierto?- preguntó Severus haciendo que Harry se diera un latigazo, cómo no se dio un latigazo no lo sabe nadie. Se hizo una nota para sí mismo de no escabullirse sobre el niño, era más saltarín que un saltamontes. Lo que sería extremadamente difícil de hacer, era un hombre tranquilo por naturaleza.

-Sí, señor-, dijo Harry con los ojos muy abiertos y cansados. Todavía esperaba que le llegaran castigos, pasaría mucho tiempo antes de que se sintiera realmente cómodo.

-Ven, Harry-, dijo Severus caminando hacia el baño, inmediatamente comenzó a llenar la bañera con agua añadiendo baño de burbujas de manzana, algo que había pedido por lechuza junto con un montón de otras cosas. El agua se puso un poco verdosa no es algo que a él le guste pero a los niños aparentemente sí. El olor a manzanas rodeaba la habitación. -Desvístete y métete en la bañera. Te lavaré el pelo y te dejaré, los juguetes son tuyos para que juegues con ellos como quieras-.

Harry se quedó mirando durante unos segundos, como si no pudiera comprender lo que el hombre estaba diciendo. La idea del agradable baño caliente le hizo entrar en acción. Mantuvo la mirada en las manos de Severus durante todo el camino después de quitarse el pijama. Severus ayudó a Harry a meterse en la bañera, ignorando el respingo, realmente era muy pequeño, demasiado para un niño de cinco años. Fue el intentar ayudarle a entrar en la bañera lo que le hizo darse cuenta de ello, Draco ya podía hacerlo por sí mismo.

-Túmbate-, dijo Severus arrodillándose en el suelo, mojando el pelo hasta empaparlo antes de añadir el champú, haciendo espuma esperó unos segundos antes de empezar a lavarlo con una jarra que había al lado de la bañera. Una vez que terminó, ayudó a Harry a sentarse, lanzando verbalmente un hechizo para que Harry no pudiera resbalar bajo el agua. -Grita cuando quieras salir, ¿entiendes Harry? no intentes salir solo-.

-Sí señor-, dijo Harry.

-Buen chico-, dijo Severus, colocando algunos de los juguetes en la bañera, consciente de que Harry probablemente no lo haría por sí mismo. Una vez hecho esto, Severus se levantó agradecido, contento de no estar de rodillas. Saliendo del baño, mantuvo la puerta abierta para poder escuchar a Harry cuando terminara. Abriendo la puerta del armario cogió un pantalón, y un jersey, abriendo el cajón del fondo del armario sacó ropa interior y calcetines y del segundo una camiseta. Los colocó sobre la cama y se sentó sintiéndose perdido. No estaba acostumbrado a no tener nada que hacer, desde que se levantaba su día estaba repleto de una u otra cosa.

-¿Señor?-, llamó una voz, -he terminado-.

Severus miró el reloj, el niño sólo llevaba cinco minutos, si es que lo hacía. Sacudiendo sus pensamientos, Harry aprendería tarde o temprano que él nunca le haría daño. No importaría lo que hiciera, porque Harry tenía que darse cuenta por sí mismo. Podía decírselo un millón de veces, pero sólo se encontraría con la incredulidad. A veces le preocupaba que Harry no lo hiciera, ya que el propio Severus podía recordar cosas que le habían sucedido cuando tenía cinco años. No había duda de que Harry siempre lo haría también, ¿acaso Harry no tenía esperanza?

-Vamos, pequeño-, dijo Severus levantando a Harry agarrándolo por las axilas. Una vez que sus pies estuvieron a salvo en la alfombra, lo envolvió en una pequeña toalla. Luego los guió a ambos hasta el dormitorio de nuevo. Tardó más en vestirlo que en bañar a Harry. La ironía no se le escapó a Severus.

-¿Te gustaría almorzar fuera?- preguntó Severus arrodillándose frente a Harry. Sin duda, el niño estaba poco acostumbrado a estar fuera, y cuando probablemente se escondía constantemente de su maldito primo cabeza de chorlito.

-Sí señor-, dijo Harry diciendo lo que creía que era la respuesta correcta.

Severus se limitó a sacudir la cabeza con ironía, -Entonces vamos- dijo Severus, llevando al niño al exterior, a los jardines. Eran grandes, verdes y hermosos, un niño podría perderse en ellos durante semanas. Si no fuera por sus estómagos ruidosos, por supuesto. Llevaba consigo unos cuantos juguetes con los que Harry podía jugar. Incluyendo la escoba, pero no creía que Harry estuviera preparado para algo así todavía.

Después de la comida pensaba hablarle a Harry de la magia y preguntarle por Figg. Sólo entonces decidiría cómo tratar con el squib. Si se enteraba, tanto si la habían coaccionado como si no, lo pagaría. No era un alma indulgente, y tampoco tenía deseos de serlo.

THE VOW AND ITS CONSEQUENCES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora