Capítulo 25: A New Day

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Harry parpadeó somnoliento, despertando de su sueño una vez más. Últimamente dormía mucho, no estaba acostumbrado. Normalmente se veía obligado a atender todos los caprichos de su familia, tanto si estaba enfermo como si estaba cansado. Estaba tan calentito y acogido, era realmente agradable, y no pudo evitar preguntarse por qué Severus le había ayudado. Nadie en su vida le había ayudado antes, ni siquiera el hombre que le había hecho una reverencia en una tienda un día. Le había preguntado a su tía si lo conocía, pero sólo le había dado una bofetada y lo había mandado a su armario. Llevaba tres días encerrado; debería haber sabido que no se le permitía hacer preguntas. Ahora se le permitía, había hecho algunas preguntas desde que llegó aquí, y no le dolía. Tampoco estaba acostumbrado a la comida, pero era la mejor que había probado. Una sonrisa se extendió por su pequeño rostro, estaba de nuevo con su mono de oso. Le gustaba mucho; era muy suave y cómodo, y le daba mucho calor.

La gente que había visto ayer le había hecho regalos. Nunca le habían dado ninguno. Estaban en su habitación, sobre su cama, y Severus había dicho que eran suyos para jugar con ellos cuando quisiera. Mirando los peluches, sintió que se renovaba la esperanza de que estaba aquí para quedarse. Nunca quiso irse y, si se portaba bien, tal vez seguiría así. Abrazando a su oso y a su dragón, cerró los ojos y disfrutó del calor que le rodeaba. Ya no se despertaría con fuertes golpes en su puerta ni se vería obligado a hacer las tareas desde el estrecho armario cerrado.

-Buenos días, Harry-, dijo Severus entrando en su dormitorio después de llamar una vez. No se sorprendió de ver al niño despierto, tenía guardas que le permitían saber cuando estaba despierto. Las quitaría en el futuro cuando Harry estuviera más cómodo aquí. No quería que el niño vagara por la mansión, a pesar de que tenía protecciones que le impedían ir a cualquier lugar peligroso.

-Buenos días, señor-, murmuró Harry tímidamente.

-Es hora de levantarse, vamos a prepararte un baño-, dijo Severus, dirigiéndose al baño. Llenó la bañera mientras buscaba las cosas que Harry necesitaría. Una pequeña toalla, un paño para la cara antes de verter un poco de baño de burbujas para él. Sacudió la cabeza con ironía, realmente se había acostumbrado a esta rutina demasiado rápido. Lucius y Minerva vendrían hoy de nuevo por unas horas; con suerte sería durante la siesta de Harry. Que por cierto dejaría de serlo en quince días, se acostaba mucho más tarde de lo que los niños deberían por la noche. Aunque también podría tener algo que ver el hecho de que se estuviera recuperando y durmiendo mucho durante el día.

-Buen chico-, dijo Severus, notando que Harry se había quitado el mono y estaba sentado en el inodoro. Obviamente no le habían enseñado a orinar de pie. Lo cual no le sorprendió, otra tarea que le correspondería a él. Pero todavía no, no hasta que Harry se sintiera más cómodo con él, y él con Harry.

Severus movió la pequeña caja azul de escalones al centro de la bañera, junto a las manijas para que Harry pudiera entrar por sí mismo. No quería que Harry se volviera demasiado dependiente de él, tenía cinco años y hacerlo sería perjudicial para su crecimiento. Sabía que Harry se volvería dependiente de él, pero no quería que se volviera completamente dependiente de él para todo. Según el libro que estaba leyendo, a los niños les gustaba sentirse independientes a su edad. En la mayoría de los casos, en casa de los Dursley le habían obligado a ser independiente, en todo.

-Vamos entonces, sube-, dijo Severus sin perder de vista a Harry, pero como predijo no necesitó ayuda para entrar. -Bien hecho-.

Harry le sonrió tímidamente, mientras se sentaba en la bañera.

-Vamos entonces, juega con los juguetes Harry, son tuyos-, dijo Severus seriamente. Entregándole uno, antes de salir del baño. Preparando las cosas de Harry para el día, si seguía creciendo al ritmo que esperaba, tendría que comprarle un nuevo vestuario. Con las pociones y la comida normal debería brotar. Parecía más un niño de tres años que los cinco que tenía ahora. Con la nueva poción que estaba probando, debería eliminar cualquier daño permanente que los Dursley le hubieran infligido al matarlo de hambre.

THE VOW AND ITS CONSEQUENCES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora