Capítulo 1

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Hace 5 años

Bien, nadie se imaginaría que un chico tan perfecto como él pudiese destruirme, pero lo vi venir y no me resistí, solo esperé y esperé. Como una estúpida.

—Hola, preciosa. —me dijo en cuanto llegó. Me abrazo y me permití sentir ese cosquilleo, esa seguridad y ese sentimiento que había en mi pecho y no sabía describir, me lo permití solo una vez más.

—¿Es broma? —pregunte separándome rápidamente de él. Frunció las cejas y sus preciosos ojos grises me observaron inquietos, como sino entendieran lo que decía. No lo recordaba, pero yo recordé sus palabras exactas: "nos vemos el fin de semana, ponte linda". Lo siguiente qué pasó me dolió hasta el alma.

Santo Dios, ese día espere, espere y espere... jamás llego, jamás mando un mensaje, y cuando volví a contactarme con él, me dolió hasta el alma que lo hubiera olvidado.

—Hola —me escribió.— salí con amigos y no pude contestarte.

Justo ahí, me di cuenta que lo olvido, pero tuve que tragarme todo mi maldigo orgullo, el trago amargo de saber que nunca le importe y esto solo fue una broma... para él. Levante la cara y seguí de frente, él no definiría mi vida ni mi día, no le daría ese poder.

Mal, muy mal, Marion.

—¿A que te refieres? —yo reí amargamente, me miro aun confundido. Su voz sonó vacía, hacia un par de días que no me hablaba como antes, se mostraba distante.

—¿Sabes que hice? —le pregunté con furia en mi voz. Mi cuerpo temblaba y mi voz amenazaba con quebrarse— ¡Te conté todo de mi, Pierce! ¡Te ofrecí lo más íntimo que tengo! ¡Lo más real! ¿¡Y así me pagas!? —estalle en una carcajada, mis manos temblaban, su mirada era desinteresada y eso me dolió, sabía lo que venía y me preparé mentalmente para ello.

—Pero yo jamás te lo pedí, Marion. —esa era la diferencia entre él y yo: yo pensaba que el amor podía cambiarlo todo, que entregándole mi amor se quedaría junto a mí. Ahora no había ninguna diferencia entre nosotros, eso me destruyó aún más. Cerré los ojos y me permití ser débil durante una fracción de segundo, sentí su pesada mirada gris sobre mí, luego vino la Marion perra, no, perra no, perrisima. Abrí mis ojos negros de golpe y modere mi voz, una indiferente y tranquila.

—Cierto. Pero no te pido que me repares, mucho menos que tomes pedazos de ti para ponerlos en mí. —dije con voz calmada. Mis negros ojos observaban los suyos, creí observar un brillo en ellos, pero desaprecio a los segundos.— solo que te quedes mientras me reconstruyo. —lo intente una vez más, deseaba que me dijera que se quedaría sin importar qué.

—No puedo, no puedo, Marion. No sabría cómo lidiar con alguien como... —se corto a mitad de la frase, luego me miro, yo parpadeé un par de veces, nunca imaginé que utilizara mi debilidad en mi propia contra. Trague saliva esperando las siguientes palabras— TÚ —el mundo se me vino encima, me desprecio por lo mismo que me amo o quizás nunca me amo en serio. Mi garganta quemaba, cuando me recalco lo que me había pasado me hizo sentir como lo peor del mundo, como si yo fuera un monstruo, como si yo tuviera la maldita culpa. Me obligué a no mostrar debilidad, pero no pude, me desprecio por algo de lo que ni siquiera fui culpable.

—Como yo... —repetí y reí irónicamente.— Eres toda una caja de sorpresas, ¿no, Pierce?

Él negó con la cabeza. Las lágrimas comenzaron caer por mi rostro y me odié, pero jure que sería la única vez que lloraría frente a alguien, y así lo he cumplido. El punto es que mantuve mi voz igual de tranquila, indeleble, mis fríos ojos negros clavados en sus grises ojos.

MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora