Capítulo 26

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Marion

En cuanto me dijo esas palabras quise romper en llanto, todo estaba tan mal, no podía perderlo, no de nuevo, jamás me daría ese gusto. Aun recuerdo nuestra primera conversación, parece irónico que sea justo en el momento en que estoy en los brazos de su madre.

—Gracias...

—¿Por que? —pregunté riendo. Él avergonzado miro hacia otro lado.— No estes mal, siempre que pueda lo haré.

—¿Por que? —ahora fue su turno de preguntar, mi corazón se encogió ante la pregunta, él notó mi incomodidad.

—No importa, no puedes contarme si no quieres. —yo lo mire por primera vez, esos ojos grises que me revolvieron el estómago pero de una forma increíble, yo le sonríe a pesar de lo tristes que eran.

—Sólo quiero huir tanto como tú. —le dije tirándome en el pasto, él me sonrió.

—¿Podemos huir juntos? —preguntó con una sonrisa traviesa, mi corazón martilleó, pero si se enteraba...

—Sí... pero que nadie se entere nunca, ni siquiera de que te ayude, ¿quieres? —él pareció confundido al principio pero asintió.

—Marion... —su voz me regreso a la realidad, yo comenzaba a temblar.— Aquí estoy yo, respira...

—No... —no podía, mis manos temblaban, todo me temblaba, quería llorar desconsoladamente, tirarme en un hoyo, siempre ha sido así, y vienen mil recuerdos a mi, él me ayudo siempre. Y ahora no soportaba la idea de que Drew estuviera lejos de mi por su culpa, la realidad me atrapaba de forma cruel, estaba cayendo justo como ese día, pero ahora él no estaba conmigo, nadie estaba conmigo.

Hola, muñeca. Tan linda como siempre. ¿Quieres divertirte? Hoy nos toca divertirnos juntos.

El olor a tabaco me golpeo, sus sucias manos sobre mi, la forma en que me tocaba, sus labios sobre los míos, mis lagrimas corriendo por mi rostro, sus manos tomando mis muñecas fuertemente. No podía con todo esto.

¿Qué te ha pasado, Marion? —preguntó con voz curiosa, sus ojos grises siempre fueron especiales.

—Nada que te importe. Déjame. —pero mentía, sentía que iba a caer, los recuerdos comenzaron a venir a mi mente, me sentía sucia, usada, me sentí tan insuficiente que llore, lloré hasta cansarme frente a él, ya no lo soportaba.

—Está bien, Marion. —dijo palmeando mi espalda con sumo cuidado, mi piel se erizo y  lo sintió, fue algo incómodo y enseguida quito su mano, pero confiaba tanto en él que no pude evitar acercarme a él. Llore en sus brazos, llore hasta secarme, hasta que no me quedo nada.

—ÉL vendrá por mi...

—Nadie vendrá por ti, yo te protegeré. —y así fue, siempre lo hizo. Yo dure días tirada en mi cama y sin ganas de nada, era como si estando junto a él ese dolor se fuera, desaparecía por ese lapso, aunque fueran sólo unos minutos, sabía que su compañía me hacía bien, me ponía feliz, hasta mamá que no entendía lo que me pasaba lo notaba.

Odie cuando mamá se entero, yo no deseaba que lo hiciera, no quería que viera a una nena tan rota, así que las mentiras fueron mi mayor arma, siempre.

MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora