CAPÍTULO 1

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06:45

Tranquilidad.

Eso es lo que hay en mi casa ahora mismo.
Todo está en silencio. Es magnífico escuchar el canto de los pájaros por la mañana en lugar de los gritos de mis hermanos y padres.

Me dispongo a bajar las escaleras y me dirijo a la cocina. Como siempre, me preparo un café solo con hielo y lo acompaño con unas tostadas con crema de queso.
Después de desayunar, subo de nuevo a mi habitación para quitarme el pijama y vestirme. Me pongo mi polo blanco junto a la falda azul marino de mi uniforme. Hoy comienza el nuevo curso. El último curso.

Me miro al espejo del baño mientras canto y bailo la canción de "Accidentally In Love", usando un peine como micrófono. Me observo detenidamente. Creo que tengo un cuerpo aceptable —unas pocas estrías por aquí y un poco de celulitis por allá, pero no está mal— y una estatura perfecta, ni muy alta ni muy baja, un metro setenta.

Comienzo a cepillar mi largo cabello negro cortado en capas, siempre lo he cuidado muy bien. Miro mis ojos verdes a través del espejo. Me gustan. Los delineo con eyeliner para que queden más felinos y maquillo mis pestañas. Pongo un poco de rubor en mi piel morena. Lavo mis dientes y los enjuago con agua. Por último, me pongo mis zapatillas y un poco de perfume.

Ahora sí estoy lista para irme.

Salgo de casa y me subo al autobús para llegar a la escuela, ya que está a una hora de distancia. Cuando me siento en la parte trasera del transporte, una chica alta, de cabello largo se me acerca.

—Hola —dice la chica de ojos marrones con una gran sonrisa.

—Hey —le contesto sin más.

—¿Vas al instituto San Félix?

—Sí. —Qué pereza hablar por las mañanas.

—Bien, soy nueva y me gustaría conocer a gente.

—Pues que te vaya bien.

La chica hace un mohín de desaprobación y no vuelve a hablar en todo el camino. Sé que se siente incómoda porque he sido seca, y soy consciente de ello. Ella no tiene nada de mala persona, pero simplemente soy así con la gente que no conozco.
Repito, solo con la gente que no conozco.

Si soy así con gente nueva, es porque me da miedo socializar.

Miro a la chica otra vez. ¿Qué puede salir mal si le hablo?
—Oye —toco su hombro para llamar su atención, ya que lleva auriculares y no me ha escuchado—. Soy Demetria Jones.

Perdón por haberte hablado así antes.

—Tranquila. Yo soy Casey Lennox —dice con su acento latino. A pesar de eso, habla muy bien el inglés. Le dedico una pequeña sonrisa.

La observo durante unos minutos. Es preciosa. Tiene la cara bien perfilada y unos ojos marrones que enamoran. Su nariz es recta, perfecta para ella. Sus labios son carnosos y rosados. Tiene buen cuerpo, todo hay que decirlo. Esta chica me da buenas vibras. La gente no me suele agradar a la primera. Siento que me voy a llevar bien con ella.

Entramos al colegio y nos dirigimos a la sala de actos. Son las ocho y cinco de la mañana. Allí están mis amigos del curso anterior.

Alex Miller, un chico alto, de cabellos rubios y rizados, con ojos verdes y largas pestañas. Es muy inteligente y leal. Juega en el equipo de fútbol y es receptor. Tiene una labia notable, todas las chicas le bailan el agua. También es amigo de alguien que no prefiero nombrar. A pesar de eso, nunca ha dejado nuestra amistad de lado.

Francine Harrison. De estatura media, su cabello negro le llega por casi por la cintura. Su piel es un poco morena y lisa. Algo que la caracteriza es su flequillo, sus gafas y su buena vibra. Viene de Argentina y hace unas comidas riquísimas. Es animadora, al igual que yo.

Por último, Ryan Murphy, el más alto del grupo. Su cabello es... ¿Cómo decirlo? No es de ningún color en específico. Ha pasado por muchos tintes. Tiene una nariz aguliñena y sus ojos son marrones. Es muy delgado, pero aún así también juega en el equipo de fútbol.

Me siento al lado de ellos y Casey hace lo mismo. No decimos nada, ya que llevamos minutos de retraso.

—Hola, alumnos —dice el director—. Bienvenidos al último curso. Estoy orgulloso de vosotros por haber llegado hasta aquí. Estoy contento de veros de nuevo. Sin más dilación, os dejamos proyectadas las listas de las nuevas clases. Recordad que para ciertas asignaturas seréis separados por ramas: humanidades, ciencias y artes.

La clase A está formada por Arianna Brown, Sandy Campbell, John Davies, Francine Harrison, Milo Jackson, Pauline Johnson, Demetria Jones, Casey Lennox, Lele Lewis, Alex Miller, Elisabeth Smith, Clare Walker, Marie Wright y Ryan Murphy.

Hundo mi cara en la palma de mi mano al escuchar algunos nombres.

Perfecto, me ha tocado con Elisabeth y Pauline, las dos chicas que odio, y con Milo, el chico que me folló y me hundió en la miseria.

*

Salgo corriendo del teatro con la mochila colgada en la espalda. Voy en dirección al patio. Necesito relajarme. Llego a las gradas de la pista de atletismo y me siento. Saco un paquete de tabaco y me enciendo un cigarro. Inhalo el humo y la nicotina hace efecto en mí. Me siento mal por mis pulmones, así que le doy una calada más y lanzo el cigarrillo. Me levanto con la intención de volver a clase, pero me paralizo al ver a ese chico que tanto me llegó a gustar liándose con una de mis grandes competencias. El le agarra el culo y ella le estira del pelo. Me estoy poniendo enferma viendo este numerito.

Me echo la mochila a la espalda de nuevo e intento bajar las escaleras discretamente, pero soy tan inútil que se me ha olvidado cerrar la mochila. Los libros ruedan por las escaleras y forman escándalo. Solo hace falta que se me cague una paloma encima. Me dispongo a recoger todo lo que se me ha caído.

Escucho una risa burlona y sé muy bien de quién es.

—¡Jones, creo que se te ha caído algo!

Me giro hacia Elisabeth y le lanzo una mirada asesina que le basta para dejar de reír.

Lo peor de llevarme mal con Elisabeth es que es la capitana de las animadoras. Es decir, mi capitana.

El chico que está con ella solo mira el panorama. Sigo a lo mío y maldigo en mi interior.

—Déjame ayudarte, por favor, Demetria —me sobresalto y suelto un grito.

—Déjame en paz.

El resopla y me responde casi en un susurro.

—No me trates así.

—¿Así cómo? ¿Como solías hacerlo tú conmigo? —Sonrío irónicamente—. Milo, lárgate de aquí. No quiero verte. Él me obedece. Sí, sigo dolida por lo que ocurrió.
Supongo que es una herida que nunca va a cicatrizar.
La semana pasa volando en el instituto.

Milo hace amagos de acercarse a mí, pero solo con lanzarle una mirada entiende lo que le estoy intentando decir. Cruzarme con él en los pasillos supone un suplicio para mí. Y es aún más complicado cuando lo veo en clases de inglés y francés. Cada vez se sienta más cerca mío. No he llegado a completar las horas enteras de esas dos asignaturas, ya que los recuerdos vienen a mi mente con solo oler su perfume.

Entonces, las lágrimas se acumulan en mis ojos y he de salir rápidamente de la sala.

La campana indica que la última clase ha finalizado. Me echo la mochila a la espalda y ando hasta la salida. Un olor muy familiar inunda mis fosas nasales. Otra vez él.
Lágrimas acuden precozmente a mis ojos y los froto con mis manos.

¿Cuánto va a durar esta tortura?

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora