CAPÍTULO 16

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12:30

La luz del sol que se filtra a través de las cortinas me despierta, recordándome que el día ha comenzado. Me siento en la cama, todavía con la cabeza embotada por la resaca y las emociones de anoche. Los recuerdos de Milo y Alex se mezclan, creando una maraña de sentimientos que no sé cómo desenredar.

Decido tomarme un largo baño para despejarme. El agua caliente relaja mis músculos y, por un momento, puedo dejar de pensar en todo. Pero la tranquilidad no dura mucho. Mi mente vuelve a la conversación con Alex y el beso que compartimos. ¿Qué significa eso para nosotros?

Después de vestirme, bajo a la cocina y encuentro una nota de mi madre en la mesa, diciéndome que salió temprano y volverá en la tarde. Me preparo un café fuerte, con la esperanza de que me dé la energía necesaria para enfrentar el día.

El timbre suena y, al abrir la puerta, me encuentro con Cas y Francine. Ambas tienen caras de preocupación.

—¡Demi! ¿Estás bien? —pregunta Cas, entrando sin esperar invitación.

—Sí, solo... algo confusa —admito, cerrando la puerta detrás de ellas.

Nos sentamos en el sofá y les cuento todo lo que pasó anoche, desde el encuentro con Milo hasta la conversación con Alex.

—¡Vaya, menuda noche! —dice Francine, mirándome con los ojos muy abiertos.

—¿Y qué piensas hacer ahora? —pregunta Cas, tomando un sorbo de su café.

—No lo sé. Todo se siente tan... complicado. Alex ha sido mi amigo durante tanto tiempo, y no quiero perder eso. Pero también hay algo entre nosotros que no puedo ignorar. Y luego está Milo...

Antes de que podamos seguir hablando, suena mi teléfono. Es un mensaje de Alex, preguntando si podemos hablar. Mi corazón se acelera.

—Es Alex. Quiere que hablemos —les digo a las chicas.

—Ve a verlo. Necesitan aclarar las cosas —dice Francine, dándome una mirada de ánimo.

Me despido de ellas y salimos de casa. Yo camino hacia el parque donde Alex y yo solíamos pasar mucho tiempo juntos. Lo encuentro sentado en nuestro banco habitual, mirando al lago. Cuando me ve, se levanta y me saluda con una sonrisa tímida.

—Hola, Demi —dice, su voz suave.

—Hola —respondo, sentándome a su lado.

Hay un momento de silencio, pero no es incómodo. Ambos sabemos que hay mucho que decir, pero no sabemos por dónde empezar.

—Anoche... —comienza Alex, eligiendo cuidadosamente sus palabras—, me dejaste bastante sorprendido. No esperaba que sintieras eso por mí.

—Ni yo misma lo esperaba. Durante mucho tiempo, enterré esos sentimientos porque pensaba que no eran correspondidos —respondo sinceramente.

Alex suspira y se pasa una mano por el pelo.

—No sé cómo explicarlo, Demi. Siempre te he considerado mi mejor amiga, alguien con quien puedo contar para todo. Y Milo también es mi mejor amigo. Estoy muy confundido.

Sus palabras me dan un rayo de esperanza, pero también me asustan. La incertidumbre de no saber qué dirección tomará nuestra relación me tiene nerviosa.

—Yo también lo sentí, Alex. Pero no quiero que esto complique nuestra amistad. No quiero perderte —digo, mi voz temblando ligeramente.

—Y no lo harás. Pase lo que pase, siempre seremos amigos. Solo necesitamos tiempo para entender lo que queremos y cómo manejarlo.

Nos quedamos en silencio, observando el lago. La tranquilidad del lugar contrasta con el torbellino de emociones dentro de mí. Finalmente, decido ser honesta conmigo misma y con Alex.

—Alex, necesito tiempo para pensar. Anoche, todo se sintió tan confuso. Milo, tú... No estoy segura de lo que realmente quiero.

Alex asiente, sus ojos reflejando comprensión.

—Lo entiendo, Demi. Tómate el tiempo que necesites. Yo estaré aquí, esperando a que aclares tus sentimientos.

Nos levantamos y caminamos de regreso juntos, en silencio. Aunque no hemos resuelto todo, siento que hemos dado un paso importante.

De vuelta en casa, me encuentro con un mensaje de Milo en mi teléfono, pidiéndome que nos veamos. Siento una punzada de ansiedad. No sé si estoy lista para enfrentar a Milo también, pero sé que no puedo seguir evitando mis sentimientos.

Llego al café donde Milo me ha citado. Lo veo sentado en una mesa en la esquina, con una expresión pensativa. Al verme, se levanta y me saluda con una sonrisa.

—Hola, Demi. Me alegra que hayas venido —dice, su voz cálida.

—Hola, Milo. Necesitábamos hablar —respondo, sentándome frente a él.

Hay una tensión palpable en el aire, pero también una familiaridad que me reconforta.

—Anoche... fue intenso —comienza Milo, sus ojos buscando los míos—. No puedo dejar de pensar en ti, Demi. Me gustas mucho y no quiero que lo que pasó anoche quede en el aire.

Sus palabras me tocan, pero también me hacen sentir culpable. No sé si estoy lista para algo más con Milo, especialmente con lo que está pasando con Alex.

—Milo, me importas mucho, y lo que pasó anoche fue... increíble. Pero estoy confundida. No sé qué siento exactamente y no quiero herirte ni a ti ni a...

Milo frunce las cejas.

—¿Estuviste con alguien más?

Miro hacia abajo y no hablo. No me salen las palabras.

—¿A quién no quieres herir?

Nos quedamos en silencio, y comienzo a respirar muy rápido.

Milo maldice por lo bajo y se levanta bruscamente de su silla.

—Y yo pensaba que podíamos llegar a algo serio...

Él se acerca a la caja, paga los dos cafés y se va.

Yo me quedo sentada mirando a través del cristal como se aleja.

La he jodido.

Camino de regreso a casa, me doy cuenta de que, independientemente de lo que pase con Milo o Alex, estoy aprendiendo a ser honesta conmigo misma y con los demás. Y eso, al final del día, es lo más importante.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora