CAPÍTULO 7

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Demetria Jones

13:30

Intento estudiar para el examen que tengo mañana, pero no soy capaz de concentrarme.

Tengo mil cosas en la cabeza, entre ellas, Milo.

En fin, que le den al examen.

Me pongo ropa de deporte y salgo rápidamente a la calle. No quiero estar encerrada esta mañana.

Estiro un poco mis piernas antes de echarme a correr.

Voy dirección a el centro del pueblo. Seguramente en un rato me entre hambre, así que es mejor mantenerme cerca del mercado.

Mi teléfono vibra. Lo saco del bolsillo posterior de mis pantalones y miro la pantalla.

Es Milo.

Paso. No quiero contestarle.

Sigo a lo mio, corriendo cada vez más lento. Me estoy comenzando a cansar y mis tripas rugen.

Me paro en un puesto de fruta y compro dos mandarinas pequeñas.

Mientras como plácidamente sentada en un banco mi teléfono suena de nuevo y el nombre de Milo vuelve a aparecer en la pantalla. Me niego a contestarle.

Se me está haciendo muy pesado.

Pasan las horas y decido que es hora de volver a casa.

Miro hacia la derecha y veo a alguien familiar, no sé quién era, puesto que no tengo las gafas puestas.

La persona se va acercando y por fin puedo ver quien es.

Milo Jackson, ¿qué quiere un lunes de puente al medio día?

—Hola. —me saluda tímido.

—Hey.

—¿Solo "hey"?

Ruedo los ojos y resoplo.

Entro en mi casa y trato de cerrar la puerta, pero Milo también atraviesa el portal y entra al rellano.

—No puedes hacer eso.

—¿Hacer el qué? —pregunto con los brazos cruzados.

—Evitarme.

Mi nivel de furia aumenta.

—Tengo todo el derecho del mundo, Milo.

—Tenías. —replica con mucho énfasis.

No me puedo creer lo que estoy oyendo.

—Milo, sal de mi casa.

—Escúchame un momento. —lo miro vacilando.

Sé que las cosas han mejorado desde el día en la biblioteca, pero no me parece apropiado que esté en mi casa.

—Estoy haciendo las cosas de la mejor manera posible, ¿y quieres que me vaya de aquí?

—Milo, por favor...

—Joder, déjame hablar. Tengo algo que proponerte.

Me pone ojitos porque sabe que no puedo resistirme a ellos. Aparto la mirada y hago que me siga escaleras arriba.

Entramos a mi habitación mientras sigo pensando si perdonarle o no.

—Está bien, pero gánate las cosas de la mejor forma posible. No la líes, no te metas en mierdas y no sobrepases el límite si yo no te lo pido.

—De acuerdo, pero ¿me dejas decirte porqué he venido?

—Depende.

El muy tonto se arrodilla ante mí, me agarra una mano y sigue hablando.

—Déjame llevarte a un sitio. Será solo un rato.

—Milo, esta semana tengo que estudiar.

—No puedes negarte.

—Dame un motivo para no hacerlo.

—Porque es una cita.

Algo en mi interior se despierta y mi corazón late acelerado.

Sin duda no puedo negarme.

—Pues entonces así será.

Sin poder esquivarlo, Milo se acerca a mí con una gran sonrisa y me besa la mejilla.

—Gracias.

Suena sincero.

Milo sale por el marco de la puerta de mi habitación e inconscientemente me pongo a dar saltitos. Rápido llamo a mis amigos y se lo cuento todo. Ellos está más contentas que yo y eso me hace gracia.

Ahora Casey también es integrante de nuestro grupito. Siempre he sentido que nos faltaba alguien.

***

El viernes llega más rápido de lo esperado. Busco por mis dos armarios y no encontraba nada especial para la ocasión. Me estaba comenzando a estresar.

Al final opto por un top de tirantes corto negro con una falda de guingán bajo con una pequeña abertura en la pierna derecha.

La falda no acababa de convencerme porque tengo una cintura pequeña y unas caderas grandes y no creo que me quede bien.

El top tampoco quedaba demasiado bien. Tengo los pechos grandes y a causa del tamaño quedan un poco caídos.

Me miro de nuevo al espejo y pongo una mueca de desagrado.

Vaya mierda.

Cojo mis botas altas negras que me llegan por encima de la rodilla. Son bastante formales. Me hago una cola de caballo dejando mí flequillo caer por los laterales de mí frente. Me pongo máscara de pestañas, me hago el delineado, aplico highlighter por encima de mis pómulos y mi nariz y por último echo perfume por todos los sitios posibles.

Al escuchar el timbre desconecto mi teléfono, ya que estaba cargando, bajo el volumen de la música y salgo corriendo hasta el interfono que hay en el pasillo al lado de mi habitación. Le digo a Milo que ya bajo y salgo corriendo nuevamente.

He de decir que casi me mato bajando las escaleras.

Dios santo, Milo está increíble.

Casi me quedo sin respiración.

Lleva una camisa negra arremangada hasta los codos. Tiene dos botones desabrochados. Sus pantalones chinos son de un beige y le quedan perfectamente. Le resaltan esos muslazos bien trabajados que tiene.

Se ha dejado el cabello revuelto como siempre, pero, juro que nunca lo había visto tan guapo. Sus ojos azules grisáceos sueltan un destello cristalino que jamás había visto. Sonrie y eso me termina de matar.

Me toma de la mano con delicadeza y me acerca a él.

—Estás guapa. —me susurra al oído.

—Gracias. Tú también estás guapo. —¿Ves las gilipolleces que me estás haciendo decir, Milo Jackson?

—He venido en moto, sé que te gusta montarte en ella —me dice mientras me ofrece un casco.

El casco que compró especialmente para mí.

Sonrio y nos disponemos a subir en la moto. Me aferro a su torso con los brazos y pongo mi cabeza en su espalda.

Cuando arranca la moto sé en ese preciso momento que va a ser de las mejores veladas de mi vida.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora