CAPÍTULO 19

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Milo Jackson

21:15

La segunda parte del partido empieza, y yo no estoy preparado mentalmente.

Juro que me lo voy a cargarme a Alex Miller.

Puto Alex. ¿Quién se cree para besar a Demi?

Me aferro fuertemente al balón de fútbol.

De la impotencia se me humedecen los ojos y tenso aún más la mandíbula. Tengo ganas de matar a ese gilipollas, no se ni siquiera como se atreve a mirarla.

—Milo, no hagas ninguna gilipollez. Solo quédate conmigo —me grita la entrenadora.

Ella me conoce y sabe muy bien que estoy cabreado.

No me gusta salir así a un partido. No puedo anotar todos los puntos que me gustaría.

Asiento con la cabeza e intento centrarme en el juego.

En ese mismo instante, Alex se levanta del banquillo y antes de pisar el campo, coge a Demi en volandas y le da un mordisco en el cuello. Ella se ríe a carcajadas.

Veo rojo y mi cabreo aumenta. Este tío está jugando con fuego.

Me coloco en la línea, esperando el saque. La adrenalina corre por mis venas, pero no de la manera que debería. Estoy furioso y, en lugar de centrarme en el juego, solo puedo pensar en cómo Alex está con Demi. La imagen de él sosteniéndola y haciéndola reír me carcome por dentro.

El balón vuela hacia mí y lo atrapo, corriendo con todas mis fuerzas hacia la línea de anotación. El mundo a mi alrededor se convierte en un borrón, pero mi mente está nublada por la rabia. Esquivo a los defensores, empujándolos con más fuerza de la necesaria. No se trata solo de ganar el partido, se trata de demostrarle a Alex que no puede meterse en mi camino.

Llego a la zona de anotación y, al cruzar la línea, lanzo el balón con fuerza al suelo. La multitud vitorea, pero yo solo siento un vacío dentro de mí. No puedo disfrutar del momento cuando sé que Alex está ahí, con Demi.

—¡Buen trabajo, Milo! —grita el entrenador, dándome una palmada en la espalda.

Asiento, pero no respondo. Mis ojos buscan a Alex en el banquillo. Cuando lo encuentro, me doy cuenta de que me está mirando. Hay una expresión en su rostro que no logro descifrar, pero no me importa. Solo quiero que se aleje de Demi.

El partido continúa, y trato de mantener mi cabeza en el juego. Pero cada vez que miro hacia la línea lateral y veo a Alex con Demi, mi concentración se quiebra. En un momento dado, Alex anota un touchdown, y la multitud estalla en vítores. Veo a Demi saltar y animar, y mi corazón se hunde un poco más.

El tiempo se agota, y logramos asegurar la victoria. Pero para mí, la verdadera batalla aún no ha terminado. Mientras el equipo celebra en el campo, mis ojos están fijos en Alex. Sé que necesito hablar con él, aclarar las cosas de una vez por todas.

—¡Milo! —me llama la entrenadora, pero la ignoro.

Camino hacia Alex, que está hablando con algunos de los chicos del equipo. Cuando me ve acercarme, su sonrisa se desvanece.

—Tenemos que hablar —digo, tratando de mantener mi voz firme y sin temblar.

Alex asiente, y ambos nos alejamos del resto del equipo, buscando una esquina del campo.

—¿Qué pasa, Milo? —pregunta, aunque sé que sabe perfectamente lo que pasa.

—¿Qué coño te crees que estás haciendo con Demi? —espeto, mi voz está cargada de ira.

Alex me mira con una mezcla de sorpresa y comprensión.

—Milo, no quería que las cosas salieran así. Demi y yo...

—¡No quiero escuchar excusas! —lo interrumpo, dando un paso hacia él—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste besarla?

Alex suspira, pasándose una mano por el pelo.

—Milo, te lo juro, no fue planeado. Siempre he sentido algo por Demi, pero nunca pensé que ella sintiera lo mismo. Anoche, las cosas simplemente... sucedieron.

—Eso no justifica nada, Alex. Eres mi mejor amigo. Se supone que deberías tener mi espalda, no clavarme un cuchillo en ella.

—¡Y lo mismo va para ti! —responde Alex, levantando la voz—. Me estás culpando por algo que tú también hiciste. ¿O acaso crees que no me he dado cuenta de que tú también tienes sentimientos por Demi?

Sus palabras me golpean con fuerza, y durante un momento, no sé qué decir. Él tiene razón.

Quiero retenerme, pero mi cuerpo se abalanza sobre el mierdas de Alex y lo tiro al suelo.

—¡Eres un capullo!

Le gente corre hacia nosotros.

—¡Milo, para! —grita Ryan.

No puedo controlarme, mis impulsos son más grandes que yo.

—¡Te voy a matar!

Solo escucho mi puño golpear contra la cara de Alex y los gritos de Demetria.

Hay gente a nuestro alrededor que intenta parar la pelea, jugadores, animadoras, afición...

No sé como lo ha hecho, pero ahora Alex está sobre mí. Su puño impacta sobre mi mandíbula.

—¡Alex, déjalo por favor! —pide Demi.

Los chicos cogen a Alex y lo apartan.

Yo me quedo unos instantes tumbado en el suelo.

Demetria se gira y anda sola por el campo. La escucho sollozar. ¿Está llorando?

La sigo rápidamente y la freno.

—Demetria, cariño, mírame. No llores... Yo estoy bien. mírame.

Cuando alza la cara veo claramente que está llorando y me mira con rabia.

—Milo, esto no es justo —solloza Demi, secándose las lágrimas con el dorso de la mano—. No puedes pelearte con Alex así. No es lo que quiero.

—¿No es lo que quieres? —respondo, tratando de mantener la calma—. Demi, te besó. No sé cómo se supone que debo reaccionar a eso.

Ella cierra los ojos y respira hondo, intentando controlar sus emociones.

—No te estoy pidiendo que entiendas, Milo. Solo quiero que... —se detiene, luchando por encontrar las palabras—. Solo quiero que todo esto pare. No quiero que nadie salga lastimado.

—Demi, lo siento. Es solo que... —intento encontrar la manera de explicarle mis sentimientos sin sonar como un idiota—. Es solo que me importas tanto, y ver a Alex contigo me hace perder el control.

Ella abre los ojos y me mira fijamente.

—Milo, no puedes controlar a quién beso o dejo de besar. Y no puedes ir por ahí peleándote con tus amigos por mí. Tienes que entender eso.

Asiento, sintiendo una mezcla de vergüenza y desesperación.

—Lo sé, Demi. Lo sé. Solo... dame una oportunidad para arreglar esto. Para hablar con Alex y contigo, y encontrar una solución.

Ella suspira y asiente lentamente.

—Está bien. Pero tienes que prometerme que no habrá más peleas. Necesitamos resolver esto como adultos, no como niños enfadados.

—Te lo prometo —digo, con la sinceridad brillando en mis ojos.

Demi se gira para irse, pero antes de hacerlo, me da una última mirada.

—Y, Milo... por favor, no me hagas elegir. Porque si me obligas a hacerlo, no sé si podré quedarme con ninguno de los dos.

Sus palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. Asiento, sabiendo que tengo que hacer todo lo posible para no perderla.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora