El sábado llega en un abrir y cerrar de ojos, y la verdad es que estoy un poco nerviosa. Llevo una camisa blanca y un cárdigan marrón, combinados con un pantalón de campana blanco que se ajusta perfectamente a mis curvas. Calzo unas Converse altas de plataforma de color negro. Llevo el pelo suelto; al principio pensaba en hacerme una cola alta, pero mi hermana Monica insistió en que me lo dejara suelto. No llevo un maquillaje del otro mundo, solo un delineador y un poco de máscara de pestañas.
Miro la ubicación que me mandó Milo el otro día, y solo he tardado diez minutos en llegar a pie. Debo admitir que me he perdido un poquito. No recordaba bien por dónde era, y Google Maps había cambiado la dirección treinta veces. Ya le vale al muy vago de Milo, podría haber venido a buscarme él en su moto o en el coche de su padre.
Toco el timbre y escucho a alguien gritar desde adentro: "¡Ya voy!"
El corazón se me acelera.
Céntrate, Demi. No vuelvas a caer en los efectos Jackson.
—Buenas tardes, guapa —dice Milo, apoyado en el umbral.
—Hola —saludo, entrelazando mis manos.
—Cuando quieras, pasa.
—Es que me estás impidiendo pasar.
—Lo siento —murmura bajito, con la cabeza gacha.
Milo se acerca a mí como para abrazarme, pero rápidamente me aparto. Cero contacto físico, me lo prometí a mí misma.
—Vayamos a mi habitación.
Lo sigo y subimos unas escaleras. Me ofrece sentarme en la cama, y lo hago. Él también se sienta. Espero a que arranque a hablar, pero parece incapaz de hacerlo.
—Si no hablas, ya me voy.
No quiero ser así, pero no tengo elección.
—No puedo sin ti, Demi.
Me levanto de la cama casi ofendida.
—Espero que estés de coña.
Me mira muy serio, pero con ojos tristes. Niega con la cabeza mientras se pasa las manos por la cara.
—Esto tiene que estar siendo surrealista para ti, pero es la realidad. Te quería, te quería mucho, y no podía tenerte cerca. Eres demasiado buena para mí. Todos me lo decían. Y tenían razón.
Suspiro y las lágrimas se acumulan en mis ojos. Dejo que hable, porque yo no puedo hacerlo. Milo se levanta de la cama y coge mis manos entre las suyas.
—Era distante y frío para que no te enamoraras de mí, pero al verte pasarlo mal no podía evitar ablandarme. Sé que es todo mi culpa y que te tomaba a mi antojo.
—No quiero volver a aquellos tiempos, Milo. Me hace daño.
—Y no vamos a volver al pasado. Quiero ser mejor por ti. Tú eras mi motivación para hacer las cosas bien. Y te perdí.
Sus palabras me están superando. Entrecortadamente consigo decir:
—Es mejor que me vaya ya a mi casa, se hace tarde.
—Demetria, por favor... —Me atrae hacia su cuerpo y me rodea con sus brazos delicadamente—. Escúchame.
—Me quiero ir.
Las lágrimas resbalan por mis mejillas.
—No me crees, ¿no?
Niego levemente con la cabeza.
—Demi...
—Olvídalo.
Me deshago con cuidado de su abrazo.
—Milo, no puedo seguir así. Necesito tiempo para pensar. Me ha llevado mucho tiempo encontrarme a mí misma y sanar. No puedo simplemente olvidar todo lo que ha pasado entre nosotros. No puedo prometer nada en este momento. Lo siento. Pero necesito espacio para descubrir qué es lo mejor para mí. Nos vemos, Milo.
Con esas palabras, me alejo de él. Bajo las escaleras y dejo su casa atrás. Un torrente de emociones y preguntas sin respuesta me acompañan durante el camino de regreso a casa. La ruta hacia casa se siente más larga de lo habitual, pero cada paso me acerca un poco más a encontrar la claridad que tanto necesito.
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Inefable
Teen FictionDemetria lo tenía todo: una carrera prometedora, amigos leales y un amor que creía eterno. Pero cuando descubre que Milo, el chico al que ama, solo juega con ella, su vida se desmorona. Mientras lucha por sobrellevar la traición y el dolor, Demetria...