10:30
Es domingo, y después del desayuno, Milo y yo decidimos pasar el día en el parque. El clima es perfecto, con un cielo despejado y una brisa suave. Caminamos por los senderos, disfrutando del paisaje y de la compañía del otro.
—Este lugar siempre me ha gustado —dice Milo, mientras se detiene para observar un estanque lleno de patos—. Tiene algo tranquilo, ¿no crees?
—Sí, es hermoso —respondo, sintiendo una paz interior que no había experimentado en mucho tiempo.
Nos sentamos en una banca cerca del estanque y observamos a los patos. Sin embargo, pronto la conversación toma un giro inesperado.
—Sabes, anoche estuve pensando en nosotros —dice Milo, rompiendo el silencio.
Lo miro, un poco preocupada.
—¿En nosotros? ¿En qué sentido?
—En cómo hemos cambiado desde que empezamos este último curso —dice suavemente—. En las cosas que hemos pasado y cómo nos hemos adaptado. A veces siento que hay cosas que dejamos sin resolver.
Me tenso un poco, pero intento mantener la calma.
—¿Como qué?
—Como la vez que discutimos sobre Elisabeth y mi relación con ella —dice—. Siento que nunca hablamos realmente de lo que eso significó para ti.
Suspiro, recordando esa dolorosa etapa.
—Fue difícil, Milo. Ver cómo había días en los que me decías que me querías, pero otros en los que la besabas a ella... Sentí que nunca me valoraste realmente.
—Lo sé —admite—. Y lo siento. Pero nunca hablamos de cómo afectó a nuestra relación. Solo seguimos adelante, como si nada hubiera pasado.
—Quizás porque no queríamos enfrentarlo —digo, mirando al estanque—. Porque era más fácil fingir que todo estaba bien.
Milo asiente, mirando al agua.
—Tal vez deberíamos ser más abiertos el uno con el otro. No quiero que tengamos más resentimientos escondidos.
—Tienes razón —admito—. Deberíamos hablar más de estas cosas.
Nos quedamos en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Luego, Milo toma mi mano.
—Vamos a hacer un pacto —dice—. Prometámonos que siempre hablaremos de lo que nos molesta, que no dejaremos que las cosas se acumulen.
Asiento, sintiendo una oleada de alivio.
—Prometido.
Pasamos el resto del día disfrutando del parque, hablando de cosas pequeñas y grandes, sintiéndonos más conectados que antes. Sin embargo, al caer la tarde, algo pequeño desencadena una discusión.
—¿Recuerdas ese restaurante al que íbamos siempre? —pregunta Milo—. Me doy cuenta de que no hemos vuelto desde que empezaste a trabajar en tu nuevo proyecto de teatro.
—Sí, lo recuerdo. Pero he estado muy ocupada, Milo. Mis estudios y la obra son importantes.
—Lo sé, pero a veces siento que tu futuro siempre viene primero —dice, con una nota de frustración.
—¿Y qué hay de ti? —respondo, sintiendo la irritación crecer—. Tu equipo de fútbol y tus pinturas también son importantes para ti. No eres el único que hace sacrificios.
—No estoy diciendo eso —dice, intentando calmarse—. Solo quiero que encontremos un equilibrio.
—Estoy tratando, Milo. Pero no es fácil.
Nos quedamos en silencio, la tensión palpable. Finalmente, suspiro.
—No quiero pelear contigo, Milo. Solo quiero que entendamos que ambos estamos haciendo lo mejor que podemos.
—Yo tampoco quiero pelear —dice suavemente—. Solo quiero que seamos honestos el uno con el otro.
Nos miramos a los ojos, sabiendo que a pesar de los desafíos, estamos comprometidos a trabajar en nuestra relación.
—Vamos a casa —digo finalmente—. Podemos hablar más de esto allí.
Milo asiente, y caminamos de regreso a casa. En el camino, se nos cruza Alex. Siento cómo la tensión de Milo aumenta al vernos juntos.
—Hola, Demi. Hola, Milo —saluda Alex con una sonrisa.
—Hola, Alex —respondo, sintiendo la mirada intensa de Milo.
—Nos vemos luego, Demi. Te llamo más tarde para concretar un día para estudiar juntos —dice Alex antes de despedirse.
Milo se queda en silencio unos momentos, luego me mira con el ceño fruncido.
—¿Estudiar juntos?
—Sí, Milo. Es solo estudio. Necesito mantener mis calificaciones altas.
—¿Y tiene que ser con él?
—Ahora es mi amigo, Milo. No hay nada más entre nosotros.
—Pero parece que sigues gustándote el hecho de pasar tiempo con él.
Siento cómo la frustración crece dentro de mí.
—Milo, Alex solo me está ayudando con mis estudios. No entiendo por qué siempre tienes que ponerte tan celoso.
—Porque me importa, Demi. Y no quiero perderte.
—No me vas a perder, Milo. Pero esta actitud tuya no ayuda.
Nos miramos intensamente, el aire lleno de tensión. Finalmente, sacudo la cabeza y comienzo a caminar hacia mi casa, sintiendo a Milo seguirme de cerca.
Cuando llegamos a la puerta, me detengo y lo miro.
—Cuando las cosas se comienzan a arreglar, tú vas y lo jodes todo.
—Demi...
Lo miro, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos.
Milo está visiblemente herido, y se aleja lentamente. Entro a mi casa, cierro la puerta y me apoyo contra ella, dejando que las lágrimas fluyan. No sé qué va a pasar, pero estoy segura de que algo tiene que cambiar.
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Inefable
Ficção AdolescenteDemetria lo tenía todo: una carrera prometedora, amigos leales y un amor que creía eterno. Pero cuando descubre que Milo, el chico al que ama, solo juega con ella, su vida se desmorona. Mientras lucha por sobrellevar la traición y el dolor, Demetria...