CAPÍTULO 34

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Demetria Jones

7:30

El sonido de la alarma me arranca del sueño. Otro día comienza, pero cada mañana se siente igual, una repetición dolorosa del mismo ciclo de desesperanza. Alex sigue en el hospital, y su condición no muestra mucha mejora. Los médicos dicen que debemos tener paciencia, que su recuperación será lenta, pero cada visita me llena de un temor constante, una sombra que no se desvanece.

Me levanto de la cama y me miro en el espejo del baño. Mis ojos están hinchados de tanto llorar, y el reflejo me muestra una persona que apenas reconozco. Lavo mi cara con agua fría, intentando despejarme, pero el nudo en mi estómago permanece. Hoy volveré al hospital, como cada día desde el accidente.

Milo y yo apenas hablamos de algo más que no sea Alex. Cuando nos vemos, la preocupación y el dolor en sus ojos reflejan los míos. El accidente ha dejado una grieta en nuestra relación, una grieta que intentamos ignorar con cualquier medio a nuestro alcance. Y últimamente, eso significa sexo. Es la única forma en que parece que podemos olvidar, aunque sea por un rato, la realidad que nos rodea. Pero después, la culpa y el vacío vuelven, más intensos que antes.

*

Llego al hospital y veo a Milo en la sala de espera, con la cabeza entre las manos. Se ve agotado, casi tanto como me siento yo. Me acerco y pongo una mano en su hombro, y él levanta la cabeza para mirarme.

—¿Cómo está hoy? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.

—Sin cambios —responde, su voz quebrada por la fatiga y la tristeza.

Nos quedamos en silencio por un momento, compartiendo el dolor que nos consume. Finalmente, decido entrar a ver a Alex. Su habitación está llena del sonido de las máquinas que monitorean sus signos vitales. Me acerco a su cama y tomo su mano. Su piel está fría, y la visión de su cuerpo inmóvil me llena de una tristeza abrumadora.

—Alex, por favor, vuelve con nosotros —susurro, sabiendo que no puede escucharme, pero esperando que de alguna manera sienta mi presencia.

*

Después de pasar un rato con Alex, salgo de la habitación. Milo y yo caminamos en silencio hasta la cafetería del hospital. Intentamos comer algo, pero ninguno de los dos tiene apetito. La comida se siente insípida, como todo lo demás en nuestras vidas ahora.

—¿Qué vamos a hacer, Demi? —pregunta Milo, rompiendo el silencio.

—No lo sé —respondo, mirando mi taza de café—. Solo quiero que todo esto termine, que Alex se recupere y que las cosas vuelvan a ser como antes.

Milo asiente, pero hay una tristeza en sus ojos que me dice que él también duda de que eso sea posible. Nos despedimos con un beso rápido, y cada uno se dirige a su propia rutina de dolor y espera.

*

De regreso a casa, me siento en el borde de mi cama, sintiendo el peso del mundo sobre mis hombros. La soledad es sofocante, así que decido llamar a Alba. Desde el accidente de Alex, ella ha sido un pilar, aunque últimamente he notado un cambio en su comportamiento. La llamo y le pido que venga.

Cuando llega, veo que trae una pequeña bolsa consigo. La reconozco al instante y siento una mezcla de curiosidad y miedo.

—Alba, ¿qué es eso? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.

—Demi, esto te ayudará a relajarte. Solo un poco, para calmar los nervios —responde, abriendo la bolsa y mostrándome el polvo blanco en su interior.

La primera vez que lo hice, fue una mezcla de miedo y curiosidad. Pero ahora, es una necesidad. Un escape temporal que me ayuda a sobrevivir. Tomo un poco del polvo y lo inhalo, sintiendo cómo mi mente se aclara y el dolor se desvanece momentáneamente.

*

Milo viene a mi casa más tarde. Nos abrazamos, pero hay una distancia entre nosotros que ninguno de los dos puede ignorar. Terminamos en la cama, buscando consuelo en el sexo. Es la única forma en que podemos sentirnos conectados, aunque sea por un momento. Pero después, la sensación de vacío vuelve, y ambos lo sabemos.

—Te quiero, Demi —dice Milo, su voz suave en la oscuridad.

—Yo también te quiero —respondo, pero mis palabras suenan huecas incluso para mí.

Nos quedamos en silencio, y finalmente Milo se duerme. Me levanto de la cama y vuelvo al baño. Miro mi reflejo en el espejo, y una vez más, no reconozco a la persona que veo. La culpa y el dolor son mis constantes compañeros, y cada día es una lucha por mantenerme a flote.

*

La relación con Milo se siente más frágil que nunca. Los pequeños conflictos surgen, cada uno de nosotros tratando de lidiar con el dolor a su manera. La distancia entre nosotros crece, y aunque intentamos ignorarla, es imposible no sentirla. Necesitamos algo más que sexo para sanar, pero ninguno de los dos sabe cómo encontrarlo.

Al final del día, solo me queda la esperanza de que Alex mejore, de que algún día podamos dejar atrás este dolor y encontrar la manera de volver a ser felices. Pero cada día que pasa, esa esperanza se siente más lejana, y el peso de la realidad se vuelve más difícil de soportar.

Cierro los ojos, intentando encontrar algún consuelo en la oscuridad, sabiendo que mañana será otro día igual de difícil. La única constante es el dolor, y la lucha por encontrar la manera de sobrevivir un día más.

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