CAPÍTULO 33

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Milo Jackson

22:15

No puedo dejar de pensar en el accidente de mi mejor amigo. Alex lleva días postrado en una cama en el hospital y yo no tengo ni el valor de salir de casa. La culpa y la preocupación me consumen, haciéndome difícil concentrarme en cualquier cosa. Me siento en el sofá y enciendo la televisión para despejar un poco mi mente, pero cada imagen en la pantalla parece difusa y distante, como un eco lejano de una realidad que ya no puedo alcanzar.

Lucía está a mi lado, callada, esperando a que escoja una película. Su presencia, que normalmente sería una distracción agradable, ahora se siente extrañamente incómoda. Trato de enfocarme en elegir algo que ver, pero mi mente sigue volviendo al hospital, a Alex, a lo que podría haber hecho diferente. Si tan solo hubiera estado más atento, si hubiera notado antes el dolor de Demi...

—Milo, ¿quieres ver algo de acción o prefieres una comedia? —pregunta Lucía, acercándose un poco más.

—No sé, lo que tú prefieras está bien —respondo, tratando de sonar normal, aunque mi voz suena distante incluso para mí.

Ella sonríe y se inclina hacia mí, su mano rozando mi brazo de manera intencionada. Su toque es cálido, pero no me reconforta; me siento más enredado en la confusión.

—Bueno, si tú insistes, ¿qué tal una comedia romántica? —dice con una voz seductora, sus ojos brillando de una manera que no puedo ignorar.

La miro, un poco sorprendido por su tono. Lucía siempre ha sido coqueta, pero esto se siente diferente, más directo. Trato de enfocarme en la pantalla, pero ella se mueve aún más cerca, su pierna tocando la mía. Mi corazón late con fuerza, pero no es por atracción, sino por la incomodidad que esta situación me genera.

—Milo, sé que estás preocupado por Alex, todos lo estamos —dice, su voz bajando a un susurro—. Pero no puedes dejar que eso te consuma. Necesitas distraerte, relajarte un poco.

Su mano se desliza suavemente por mi brazo, enviando un escalofrío por mi espina dorsal. Me siento incómodo, no por su toque en sí, sino por lo que implica. La presión de sus dedos es como un peso adicional sobre mis hombros ya cargados de culpa.

—Lucía, esto... no es el momento —digo, tratando de apartarme suavemente. Mi voz suena débil, como si no tuviera la fuerza para resistir.

Pero ella no se da por vencida. Se inclina más cerca, su rostro a solo centímetros del mío. Puedo sentir su aliento en mi piel, y eso me hace estremecer, pero no de la manera que ella espera.

—Milo, tú eres increíble. Eres dulce, amable y... —susurra, su voz casi hipnótica—. Sé que Demi es tu novia, pero yo puedo ofrecerte algo diferente, algo que ella no puede.

Mis ojos se agrandan, y la sorpresa se mezcla con la confusión. ¿Cómo puede pensar siquiera en esto ahora?

—Lucía, yo... estoy con Demi —digo, tratando de sonar firme—. Y ahora mismo, lo único en lo que puedo pensar es en Alex. No puedo hacer esto.

Ella sonríe, una sonrisa que parece tanto triste como desafiante, como si esperara este rechazo pero aún así lo lamentara.

—Lo sé, Milo. Pero a veces, cuando todo parece estar desmoronándose, es cuando más necesitamos buscar consuelo... donde sea que podamos encontrarlo.

Me levanto del sofá, sintiendo la necesidad de poner distancia entre nosotros. La miro, tratando de encontrar las palabras correctas que no sean hirientes.

—Lucía, agradezco que estés aquí, pero esto no está bien. No puedo hacerle esto a Demi, y tú lo sabes.

Ella baja la mirada, su expresión cambiando a una mezcla de arrepentimiento y frustración. Hay un momento de silencio que se siente eterno, lleno de palabras no dichas y emociones reprimidas.

—Tienes razón, Milo. Lo siento, no debí... —empieza a decir, pero se detiene, mordiéndose el labio.

Asiento, sintiéndome un poco aliviado por su disculpa. Una parte de mí quiere consolarla, pero sé que hacerlo solo complicaría las cosas más.

—Está bien, solo... necesito un poco de espacio ahora mismo —respondo, tratando de mantener la calma y la claridad.

Me dirijo a la ventana, mirando hacia fuera, mi mente volviendo una vez más a Alex, a Demi, a todo lo que está en juego. Lucía se queda en el sofá, callada, y la tensión en el aire es palpable, casi sofocante.

En ese momento, decido que necesito ser fuerte no solo por mí, sino por todos los que dependen de mí. La tentación y la confusión no pueden desviarme de lo que realmente importa. Alex necesita recuperarse, y yo necesito estar ahí para él, para Demi, y para enfrentar lo que venga, con integridad y determinación.

Mis pensamientos se sienten más claros, aunque el camino por delante sigue siendo incierto. Siento un peso en mi pecho, pero también una resolución renovada. Salgo de la habitación, dejando a Lucía en el sofá, y me dirijo al baño. Necesito un momento para recomponerme, para asegurarme de que estoy tomando las decisiones correctas.

Al mirarme en el espejo, veo un rostro cansado, pero decidido. La lucha interna no ha terminado, pero sé que tengo la fuerza para enfrentarla. La culpa y la preocupación por Alex no desaparecerán, pero puedo encontrar maneras de manejarlas, de ser el amigo y el novio que necesito ser.

Cuando vuelvo al salón, Lucía sigue allí, pero ha recogido sus cosas y se levanta del sofá, evidentemente incómoda. Nos miramos por un momento, un entendimiento silencioso pasando entre nosotros.

—Gracias por entender, Lucía. —digo, con sinceridad.

—De nada, Milo. Espero que Alex se recupere pronto. —responde ella, y con una última mirada, se marcha hacia su habitación.

Me dejo caer en el sofá, agotado emocionalmente. La casa está en silencio ahora, y aunque la quietud es reconfortante, también me recuerda la gravedad de la situación. Decido que mañana iré a ver a Alex al hospital, estaré allí para él y para Demi. Necesito mostrarles que pueden contar conmigo, que no dejaré que mis miedos y dudas me controlen.

Con ese pensamiento, apago la televisión y me dirijo a mi habitación, esperando que el sueño me brinde un poco de paz.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora