CAPÍTULO 12

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Milo Jackson

17:55

Estamos andando por un campo verde lleno de vegetación para llegar a la vieja casa de mi abuelo. No es el mejor sitio, pero no puedo llevarla a mi casa, mi padre hoy tiene una reunión en el salón. Me hubiera gustado estar con ella en una casa en condiciones y no en medio del campo, está lleno de bichos. Porque Demi se merece todo el lujo del mundo.

Estábamos en medio de la nada caminando agarrados de la mano.

Voy a volver a estar con ella a solas, y de solo pensar en eso un cosquilleo acude a mi estómago.

—Milo, me duelen las piernas ¿Cuándo llegamos?

—Ya queda poco.

Seguimos andando por unos cinco minutos entre los hierbajos hasta llegar a la casa. Entramos. Está llena de polvo y suciedad. Lo único limpio era la cocina.

Avanzamos hasta la cocina. Hago una reverencia y un movimiento con la mano para invitarla a sentarse en la mesa que había preparado. Solo tiene un mantel, un jarrón con flores, platos, cubiertos y una cesta con comida.

—No es gran cosa, pero lo que viene después puede que te guste mucho más.

Demi levanta una ceja y mueve los labios de un lado a otro. Supongo que se está imaginando cosas que no le gustan.

Decide cambiar de tema.

—¿De quién es esta casa?

—Era de mi abuelo. Me dió las llaves cuando estaba enfermo en el hospital.

—Lo siento mucho —hace una pausa—. Pero esta casa es bonita. Está llena de polvo, pero es bonita.

Charlamos, comemos y debatimos.

—¿Qué dices? Sin duda la canción más bonita es "Unchained Melody" —señalo yo.

—No lo creo, "Can't Help Falling In Love" es muy romántica y bonita —que rabia me da cuando tiene razón.

Aún que creo que tengo otra mejor.

—Si, pero...

—Pero nada.

—¿Qué me dices de "Will Always Love You"?

—Muy pasada y pesada.

—Es preciosa.

—Ya lo sé, pero...

—Pero nada. —Hay veces que me gusta hacerla rabiar.

Demetria refunfuña y deja de mirarme.

Cuando comienza a ponerse el sol, los dos estamos callados mirando por la ventana mientras nos acompañamos. Me dedico a observarla.

Es preciosa.

El verde de sus ojos se intensifica con los rayos del sol, su
piel se ve perfectamente lisa y un poco naranja por el color del atardecer, y su cabello completamente negro; me encanta.

Su respiración es tranquila al igual que la mía.

Me acerco a ella, pero no se da cuenta por qué está viendo el atardecer casi sin parpadear.

Me levanto, me pongo detrás suyo y le tomo del mentón para que me mire.

—Tengo muchas ganas de besarte, Demetria —lo digo en un susurro muy cerca de sus labios—. Pero solo si me lo permites.

La miro a los ojos y sus pupilas están bastante dilatadas, sus manos se ven sudadas y ahora su respiración era un tanto acelerada.

Rozo mis labios con los suyos suavemente y es ella la que intensifica el beso. Su boca es cálida y dulce, y el tiempo parece detenerse. Mi corazón late con fuerza, resonando en mis oídos mientras nuestras respiraciones se mezclan en un ritmo perfecto.

Demetria desliza sus manos hacia mi cuello, atrayéndome más cerca. Mis manos encuentran su cintura, y la sensación de su piel bajo mis dedos envía escalofríos por todo mi cuerpo. Nos movemos juntos, como si siempre hubiéramos estado destinados a este momento.

El mundo exterior desaparece. Los sonidos del campo se desvanecen, y todo lo que importa es este beso, este instante. La manera en que sus labios se mueven contra los míos, la suavidad de su toque, la intensidad de su deseo, todo es perfecto.

Me separo ligeramente para mirarla a los ojos. Ella me devuelve la mirada con una mezcla de timidez y valentía, sus labios ligeramente hinchados y brillantes. No puedo evitar sonreír.

—Eres increíble —susurro, mi voz cargada de emoción.

Ella sonríe, sus ojos brillando con una luz que nunca antes había visto.

Nos quedamos así, inmersos en nuestra burbuja de felicidad, disfrutando de la conexión que acabamos de crear. El sol continúa su descenso, tiñendo el cielo de colores cálidos, como si celebrara nuestro amor.

De repente, Demi se separa un poco y me mira con una sonrisa traviesa.

—¿Qué? —le pregunto, curioso.

—Nada —responde, volviendo a acercarse para darme un beso suave en los labios—. Solo que esto es perfecto.

Y mientras el último rayo de sol desaparece en el horizonte, seguimos abrazados, sintiendo que, en ese pequeño rincón del mundo, hemos encontrado un lugar donde nuestro amor puede florecer.

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