PARTE DOS
Mientras Acke se dedicaba a su labor, Fenri seguía creciendo en poder y sabiduría; ahora el joven tenía quince años y acompañaba a su hermano mayor a cacerías y expediciones cortas, siempre obedeciendo las indicaciones de su madre.
—Hijo, los dioses te han bendecido con dones que otros no poseen. —Repitió una vez más Iyali a su hijo.
—Lo sé. —Decía el joven orgulloso de sí mismo. —Soy más fuerte que mi hermano o cualquiera de sus hombres, y las cosas que puedo hacer no tienen comparación con nada que nadie haya visto.
—Por lo mismo debes ser cauteloso y humilde, los dioses no te han bendecido para que seas un cretino ¿cierto? —Dijo en alegre complicidad.
—Pero a veces es divertido ser cretino. —Confesó el joven riendo y haciendo reír a su madre.
—Sí, supongo que sí. Pero incluso para eso hay momentos adecuados.
—¿Y si Erik está en peligro? —Preguntó cambiando por completo el tono en su voz.
—Entonces has lo que te dicte tu corazón.
—Salvarlo... lo salvaría usando todo lo que tengo porque es mi hermano y lo amo.
—Muy bien hijo mío. Ve con tu hermano, que yo esperare aquí a su regreso. Te amo.
—También te amo madre. —Se despidió abrazando a su madre y aspirando profundo el aroma de su cabello para después partir.
Durante esos dos años Acke estuvo buscando una vidente real para llevar ante su reina. Busco en todas las aldeas y pueblos conocidos encontrando solo farsantes, hasta que siguiendo un rastro de rumores llego a unas costas lejanas, ahí vivía en absoluta pobreza una anciana y su nieta.
La choza se encontraba en el peor estado posible, el maltrato del clima, la falta evidente de un hombre y las aparentes marcas de rocas en las paredes, hacían ver que vivir ahí dentro era casi inhumano. Cuando Acke estuvo a poco menos de veinte metros de la choza la anciana que vivía dentro salió a su encuentro con su nieta escondiéndose detrás de sus sucias y harapientas faldas.
—¡Quédate donde estas, no des un paso más! —Señaló la anciana con tono de advertencia a pesar de no portar nada con que defenderse.
—Vengo en paz. —Anunció Acke mostrando sus dos manos a la mujer.
—Lo sé, pero tu invitación no me interesa.
Acke decidió ignorar esa declaración, misma que le hizo saber que se encontraba en el lugar correcto al fin.
—He venido ante ti siguiendo una larga cadena de rumores. La gente dice que eres vidente.
—También dicen que soy bruja. —Mencionó la mujer esperando ver la reacción del hombre.
—Si fueras una bruja tuvieras a tu nieta viviendo en un mejor lugar que este.
—Si lo fuera me hubiera vengado de las personas que mataron a mi hijo y a mi nuera a pedradas delante de los ojos de mi nieta y míos. —Dijo señalando las marcas de rocas en las paredes de la choza.
—Entonces quizá mi invitación si te interese. Mi nombre es...
—Yo sé quién eres Acke, hijo de Daven, hijo de Haakon. Sé quién eres, quien es tu reina, lo que quieres y lo que son.
—Mi reina... —Comenzó.
—Tu madre. —Interrumpió aclarando las cosas.
—Si. —Confirmó. —Mi madre, mi reina, necesita de tu presencia.
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En los tiempos de los Dioses
VampireIyali se había retirado a dormir, la paz duro tan solo una década, durante la cual los niños crecieron, los vampiros descansaron y los humanos aprendieron de nuevo a vivir por su cuenta. Entonces las alarmas sonaron, las cámaras enfocaron al hombre...