CAPITULO DIECINUEVE. LAMIENDO HERIDAS.

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¿Por qué será que siempre el retorno es la parte más corta del viaje? ¿Será porque las tareas ya se han cumplido y no queda nada más que hacer o por que el cansancio no nos deja medir bien el tiempo? En este caso quizá sea porque los soldados ya fueron heridos como estaba escrito que seria, porque la reina ha sido rescatada una vez más (aunque fuera a pedazos) y porque la necia heroína ha vuelto a su agobiante debilidad.

Geenebra veía como en el piso del avión Jacks sanaba a Deeline y Eydis hacia lo mismo con Stellan; observaba con fascinación como colocaban las entrañas de regreso en su lugar y con sus dones sanadores hacían que los órganos, las venas y los músculos se reconectaran y dejaran de sangrar sus herida para después provocar que la carne creciera a una velocidad más que increíble dejando solo cicatrices donde antes había un agujero que hubiera significado la muerte instantánea para cualquier ser humano. Entonces notó que nadie auxiliaba a Lonan.

—¿Por qué a él no lo ayudan? —Preguntó a ambos sanadores con cierta indignación.

—Porque no pueden. —Respondió el mismo Lonan que cubría inútilmente el agujero en su vientre con una toalla. —Ellos se sanan a sí mismos porque están animados con la misma sangre; yo soy una Bestia, lo que vive en mi a pesar de tener la misma naturaleza es muy distinto. —Rio con ironía lo que provocó que tosiera sangre sobre sí mismo. —Qué suerte la mía de ser la única Bestia que queda, ¿no?

—¿Puedo ayudarte en algo? —Ofreció Geenebra sabiendo lo lastimado que Lonan se encontraba.

—Te agradecería mucho si trajeras mi mochila de viaje.

Geenebra buscó la mochila y se acercó con ella a Lonan.

—¿Aquí hay vendajes o medicinas? —Preguntó mientras buscaba algo parecido en su interior.

—Algo así. Dentro hay una caja de madera, —Geenebra la sacó y se la mostró. —ábrela y encontraras un frasco con un polvo café muy claro.

—¿Qué hago con esto? —Preguntó con dicho frasco en la mano.

—Ayúdame a quitarme la camisa y espárcelo por las heridas.

Geenebra hizo como Lonan le indicó y al hacer contacto el polvo con sus heridas se produjo una espesa nube de humo que en un principio era de un color rojo intenso pero que a medida que iba regenerando sus vísceras y sanando los daños se hacía más claro hasta volverse blanco. Al final colocó unas vendas alrededor de su torso, no estaba por completo sanado ni siquiera al grado de Deeline y Stellan, pero al menos ya no tenía las entrañas expuestas.

—¿Qué son estos polvos? —Preguntó con curiosidad Geenebra aun observando los restos del contenido en el frasco. —¿Alguna especie de ampicilina para Bestias?

 —¿Alguna especie de ampicilina para Bestias?

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—Casi. Son restos de mis victimas... mis victimas bestias. —Geenebra y todos los que alcanzaron a escuchar aquello voltearon a verlo con asombro. —Cuando una Bestia mata a otra primero lo decapitamos, enseguida bebemos la primera sangre que sale del cuerpo, después la que contenga el corazón y luego lo comemos; si hay oportunidad le damos entierro y siempre recordamos donde lo dejamos porque cuando el cuerpo se convierte en polvo lo recolectamos para situaciones como estas.

En los tiempos de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora