CAPITULO NUEVE. OLVIDADO.

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Geenebra deseaba correr hacia su madre, pero la detenía el ignorar las intenciones del extraño que los observaba con la misma cautela que ellos a él.

Cuando vieron al extraño hombre frente a ellos pudieron observar con claridad la negrura inusual de su cabello largo, usaba una gruesa pañoleta oscura que le cubría gran parte del rostro, dejando descubierta solo el área de los ojos y un poco de su frente, pero con eso era suficiente para dejar ver que su piel no lucia como la de los humanos ni como la de ellos.

El extraño, con Aleenah en sus brazos, se acercó despacio hasta Geenebra y se la ofreció. Después de que ella tomara a su madre, el recién llagado se presentó.

—Mi nombre es Lonan.

—Eso solo responde una de muchas preguntas. —Espetó Adrien con recelo y sintiendo que ya había visto antes a aquel hombre, si acaso era uno.

—Entonces vayamos a un lugar más cómodo, como ese donde están los otros bebedores y los tres humanos, por ejemplo; ahí responderé todas sus preguntas.

—¿Cómo sabes que hay humanos en este edificio? —Preguntó Stellan preocupado por la seguridad de Deepery y Mars.

—Sabe mucho más que eso. —Dijo Lynae, que había llegado después que ellos al vestíbulo. —Hace tanto que no veía a uno de los tuyos que creo que hasta llegue a dudar de su existencia, la última vez fue mucho antes del Gran Acuerdo.

—Soy la última bestia que queda sobre la tierra.

Lynae se abrió paso entre sus hermanos y caminó confiada hasta el recién llegado, estando frente a él deseo tener ojos para poderlo ver sin necesitar a los demás y en cambio de eso alzó las manos hasta el rostro de Lonan, con cuidado bajó la tela que cubría su rostro y lo palpó con las yemas de los dedos.

—La maldición de las bestias te hizo más hermoso de lo que eras al nacer; los condenados siempre tenemos cosas en común.

—Tú sabias que me encontraba cerca, eres la Princesa que todo lo ve, ¿Por qué no les advertiste?

—Yo todo lo veo, pero debo admitir que a veces te escapabas de mi alcance; eres antiguo, poderoso y ágil.

—¿Él es antiguo? No hay nadie más antiguo que tú y yo en este lugar. —Aclaró Adrien con cierto aire ofendido ante la cercanía de su hermana y el llamado Lonan.

Lynae sujetó la mano de Lonan y lo guío para reunirse con los otros. Al pasar al lado de Adrien, Lonan le guiño un ojo, a lo cual quiso responder de algún modo pero Eydis se lo impidió.

—Mejor sigámoslos. —Pidió Eydis a su padre.

—Sí, vengan con nosotros, —Dijo Lynae. —Y Geenebra, trae a Aleenah contigo.

Geenebra no estaba muy segura de eso, ella deseaba regresar a Aleenah a la cama donde estuviera segura y cómoda, pero no quería perderse de nada de lo que pudiera ocurrir; así que recordando el pequeño control remoto de la silla inteligente, lo saco de su bolsillo y presiono su único botón. La silla llegó a ella al mismo tiempo que llegaron a la sala donde los otros vampiros los esperaban.

Geenebra colocó a Aleenah en la silla, la aseguró a ella y encendió los sensores que median su estado físico. Nore veía a su madre atender a la vampiresa comatosa y sintió cierta incomodidad y rechazo por su devoción.

—¡Wow! —Exclamó Lonan al ver todo lo que la silla contenía y como Geenebra presionaba botones en el respaldo de la misma. —¿Si sabes que ella no necesita nada de eso, verdad? Y peor aún, que no lo quiere...

Geenebra ofendida por la falta de respeto a su dedicación para con su madre, encaró a Lonan.

—¿Y tú qué sabes sobre lo que ella necesita o quiere? —Lo interrogó impetuosa.

En los tiempos de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora