EPILOGO

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Durante un año Geenebra vivió entre sus hijos (aunque para ella bien pudieron haber transcurrido tan solo un par de minutos o cien mil milenios, nadie podía saberlo), disfrutando de su presencia y aprendiendo sobre lo que significaba ser la Madre de Todos y el inconmensurable amor que podía sentir por todos y cada uno de ellos.

A medida que pasaban los meses todos fueron sintiendo que la partida de Geenebra se aproximaba, el primero en partir fue Stellan acompañado de Deepery; su intención era partir junto con Carlos y Mars, pero ninguno de los dos quiso regresar con ellos a Santuario. Carlos no deseaba volver a separarse de Aleenah, ya que el haber estado al borde de la muerte lo convenció de que la vida es muy frágil aun cuando pueda ser eterna; y Mars porque, por alguna razón que nadie comprendía del todo, había creado un extraño lazo con Adrien, ambos pasaban horas en silencio contemplando pinturas, estatuas o simplemente viendo al exterior por alguna ventana, caminaban sin rumbo alguno tomados de la mano como padre e hijo y horas después regresaban sin dar la menor explicación o hacer algún comentario sobre sus paseos.

Cuando Mars se negó a regresar a Santuario alegando que deseaba quedarse con Adrien nadie lo cuestiono ni insistieron, todos sabían que al niño le hacía falta un padre y que el vampiro extrañaba demasiado a sus hijas, y que si estaban juntos era para satisfacer esas básicas necesidades que ambos tenían.

—El niño estará bien, —Tranquilizó Lynae a Deepery y Stellan antes de que partieran. —a pesar de lo que muchos crean el sabrá criarlo con amor y respeto, tal como el mismo fue criado por Iyali.

Los demás decidieron quedarse hasta el final para despedirse de su reina, sabiendo que sería pronto.


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Cierto día de verano en cuanto el sol llegó al punto más alto en el cielo, Geenebra salió del edificio en donde habitaba y comenzó a caminar hacia el norte, sus hijos empezaron a seguirla, incluso los que no vivían con ella, Lynae, Jacks, Deeline y Nore. Todos caminaron detrás de ella en procesión, en silencio y sin preguntar a donde se dirigía, caminaron hasta que el sol comenzó a descender, entonces fue cuando llegaron a la misma montaña de hielo donde se había retirado Iyali a dormir, de donde Fenri la había secuestrado.

Geenebra sonrió con satisfacción al llegar al lugar y ver su magnificencia, se giró para ver a sus hijos y no pudo evitar que lagrimas carmesí rodaran por sus mejillas.

—Hijos míos en quienes tengo complacencia, jamás podrán acabar de comprender cuanto los amo y todo lo que soy capaz de hacer por ustedes, sobre todo por ti. —Dijo refiriendo sus últimas palabras a Nore quien de inmediato se lanzó a sus brazos.

—Te amo y te prometo que no me moveré de aquí hasta que regreses. —Dijo en el oído de su madre abrazándola con todas sus fuerzas, sintiendo como su corazón se encogía abatido.

—No, ese no es mi deseo, quiero que vayas y recorras el mundo, que tus ojos vean todas las maravillas que hay allá afuera y cuando termines las veas una y otra vez más.

En los tiempos de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora