Los humanos y sus dioses han tenido una relación especial desde que el hombre tuvo un poco de consciencia de sus actos, así relacionando ya fuera el rayo, el sol, la luna, las estrellas o la lluvia con esas deidades inalcanzables, sintiendo que no tenían más remedio que alabarlos y rendirles tributo a modo de ofrendas y sacrificios.
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Fue hace tanto que hasta el mismo tiempo olvido cuando fue que la pequeña niña llamada Iyali abrió los ojos al mundo. Elegida para regocijo de los dioses, favorita de los espíritus desde su primer aliento, adorada por los pobladores, amada por quien la conocía... Iyali era más que especial, era la perfecta elegida.
Las niñas nacidas durante las noches más largas del año, bajo una luna completamente llena, eran las elegidas para ser educadas como sacerdotisas, ellas serias las que llenarían de alegría y prosperidad a su pueblo, y en un momento dado serian sacrificadas para complacer a los dioses y unirse a ellos, darles la misma alegría que dieron en sus días en la tierra hasta que ellos mismos las regresaran por medio de la reencarnación.
Iyali fue una de esas niñas, ella nació en la noche más larga y fría de su año, bajo una luna especialmente gigantesca y un cielo tan despejado como lleno de estrellas refulgentes; con eso pudo haber bastado para saber que su destino sería muy diferente que el de sus futuras compañeras sacerdotisas, pero los espíritus estaban tan felices por su llegada que no les basto con esas señales, ellos hicieron que a las afueras de su casa de nacimiento brotaran infinidad de flores como azahares, claveles rojos, girasoles y sobre todo lavandas. Estas crecieron de un segundo a otro y a pesar del frío que reinaba, ante los ojos de los que se juntaban para atestiguar los nacimientos de las niñas elegidas y todos aplaudieron al ver semejante milagro y belleza. Ese fue el mejor año de cosecha que los pobladores podían recordar.
Como era la costumbre, el sacerdote que presenciaba el nacimiento de las niñas elegidas tomaba a la recién nacida en brazos, revisaba que no tuviera nada anormal que pudiera afectarle en su desarrollo u ofender a los dioses, y salía a presentarla a los felices testigos ahí reunidos.
—Nunca presencie un nacimiento tan lleno de señales, esta niña será... —Pero en ese momento una señal se presentaría dejando sin aliento a todos los presentes, una espectacular lluvia de estrellas, cientos de estrellas en todas direcciones, resplandeciendo y cayendo en un majestuoso baile dedicado a la pequeña recién nacida que dormía plácidamente en los brazos del sacerdote. Este la miro con asombro y admiración. —Esta niña llevara por nombre Iyali, porque ella será el corazón de nuestra tierra.
Iyali aprendía muy rápido, todo se le facilitaba, sobre todo el habla, aprendió a hablar correctamente antes de su primer año, su madre contaba orgullosa que los espíritus siempre conversaban con ella incluso en sus sueños. Siempre fue una niña muy feliz y sonriente, incluso se rumoraba que por más grande que fuera tu pena, si la niña Iyali te sonreía la tristeza salía huyendo de tu corazón, y muchos afirmaban que era cierto.
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En los tiempos de los Dioses
VampirIyali se había retirado a dormir, la paz duro tan solo una década, durante la cual los niños crecieron, los vampiros descansaron y los humanos aprendieron de nuevo a vivir por su cuenta. Entonces las alarmas sonaron, las cámaras enfocaron al hombre...