CAPITULO DIECISEIS FENRI PARTE DOS. DIOS DEL MUNDO.

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"La vida era una rueda que ningún hombre podía parar durante mucho tiempo. Y siempre al final volvía a rodar."
La danza de la muerte. Stephen King.


"Cuando dices: va a suceder ahora, ¿a qué te refieres exactamente?"
How son is now? The Smiths.



"Ella no es reina, no es diosa, no es mi madre, solo es una cobarde". Esto era lo que Fenri se repetía a si mismo constantemente mientras estaba despierto, lleno del ferviente deseo de destruir sus sentimientos por su madre, tratando de ser por completo independiente de ella, deliberadamente corrompiendo su mente que era inalcanzable para los demás, dando rienda suelta a pensamientos no naturales en un hijo hacia su madre, pensamientos que cuando niño lo hacían sentir incómodo, sucio y culpable pero que ahora alimentaba tornándolos violentos y despreciables, pensamientos en donde deshumanizaba a su propia madre y la convertía algo en menos que un objeto que debía ser maltratado, profanado, humillado y finalmente devastado hasta que no quedara ni rastros de lo que fue.

Era de su conocimiento la desconfianza que todos sentían por él, lo sentía en su mirar y en la precaución de sus palabras al hablar en su presencia, lo advertía en sus rostros y en como todos se esforzaban por esconderle sus pensamientos fracasando en ello. Sabía que debía de fingir tranquilidad en todo momento para crear un ambiente de calma y tranquilidad, y eso no le importaba porque en su mente había un mundo donde era libre y ahí dentro maquinaba todo lo que debía hacer.

Sabía que su madre aun confiaba en él, que ella se convencía todos los días de que su hijo jamás dañaría nadie. Conocía la frustración de Acke por no tener todas las respuestas y que Lynae la compartía por no saber cómo aliviar su propia preocupación y la sensación de inseguridad; pero también sabía lo que habitaba en el corazón de su hermano Arie.

Arie era unos pocos años mayor que él, pero su complexión delgada y sus rasgos un tanto femeninos lo hacían ver más joven (incluso para haber sido convertido apenas culminada su adolescencia), inocente y demasiado atractivo. Mientras vivieron en la Tierra de los Hielos Perpetuos, Arie pasaba gran parte de su tiempo acompañando a Erik, ambos eran de la misma edad y su convivencia siempre fue la de dos buenos hermanos; Fenri nunca fue relegado por ellos, era solo que a él le gustaba más pasar el tiempo cerca de su madre, así fue hasta que tuvo la edad suficiente para embarcarse con su hermano mayor siendo entonces Arie quien prefiriera quedarse en tierra.

Durante el tiempo que permanecieron navegando Arie resintió mucho la ausencia de Erik, sentimiento que no fue desaprovechado por Fenri, quien comenzó a pasar más tiempo a su lado aliviando su soledad, pasaban largas horas y hasta días completos conversando, bromeando, planeando y soñando con el futuro que les esperaba, y por supuesto, reafirmando la idea de que él era el único en quien confiaba y a quien amaba.

—Me alegra que no seas mi hermano como lo era Erik. —Dijo una vez Fenri al oído de Arie.

—¿Por qué? —Preguntó sin saber bien la intención de aquellas palabras.

—Porque puedo amarte con libertad, cuando quiera y durante el tiempo que quiera.

—Sí, puedes hacerlo. —Había respondido aquella vez sintiéndose privilegiado de tener la completa atención de alguien.


Iyali pensaba que esa relación de hermanos reforzada por las circunstancias sería beneficiosa para su hijo, sin saber que él tenía otros planes. Por siglos Fenri alimentó y afianzó en su hermano la idea de ser cómplices e impetuosos amantes, incluso le enseñó como magnificar sus muchos dones y esconder pensamientos de sus otros hermanos.

En los tiempos de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora