EPÍLOGO.

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Recuerdo que el día que me marché camino a la universidad, mi padre estaba más triste de lo que habría imaginado. Decía que, aunque pasaba poco tiempo en casa, le reconfortaba más que nada el llegar y que estuviera yo ahí para recibirle. Se le haría más duro regresar y encontrarse con la casa vacía, pero eran cosas de la vida y él, igual que el resto de padres, aceptarían que tarde o temprano, sus hijos tenían que volar del nido.

Para los padres de Tyler también fui muy duro, pues aunque se tuvieran el uno al otro, se marchaba el ojito derecho de ambos. Además, después de haberlo sobreprotegido durante un largo tiempo y tras todo lo que habían sufrido tanto ellos como su hijo, todavía les hacía más duelo no estar ahí para él. Como padres, era difícil aceptar que su hijo, a partir de ese momento, tendría que resolver sus asuntos solo, fueran cuales fuesen. En privado, la señora Down me pidió que cuidara de él lo mejor posible, a lo que yo le aseguré que Tyler ya no necesitaba tanta ayuda como ella creía, pero que seguiría estando ahí para él incondicionalmente.

Nuestras universidades no estaban tan lejos como podrían haberlo estado. En coche, tendría menos de tres horas hasta la de Tyler y eso nos había permitido vernos periódicamente. La universidad fue como un soplo de aire fresco para él y desde el primer mes, cuando fui a visitarle, descubrí que tenía un buen grupo de amigos con los que compartía intereses. Él era feliz y yo también lo era, con mis clases, lo que estaba aprendiendo y la gente nueva que estaba conociendo. Sin lugar a duda, esta era una etapa mucho más amable que el instituto.

Esa vez, aprovechando el fin de semana y que no tenía clases los dos primeros días de la semana, había ido a visitar a Tyler. Para variar, habían montado una fiesta y tras horas de diversión, mucho alcohol, diversos juegos, música y baile, había llegado nuestra hora de retirarnos. Había pasado el brazo de Tyler sobre mis hombros en un vago intento por subir las escaleras sin caernos, si es que eso era posible, pues ese chico no se encontraba en su mejor momento. Solo entonces regresaban a mi mente las palabras de la señora Down suponiendo que su hijo necesitaría ayuda. Pero no era nada grave, tan solo era consecuencia de que no hubiera bebido antes durante su adolescencia. Las primeras veces que probamos el alcohol, todos habíamos tenido malas experiencias. Y aquí estaban las de Tyler.

- ¿Crees que puedo acostarte? – le pregunté tras cerrar la puerta de su dormitorio. Era una suerte que fuera individual, pues nos daba la oportunidad de pasar más tiempo a solas cuando nos veíamos. – ¿O quieres vomitar?

- No. Estoy bien. – balbuceó. – Vamos a la cama.

Lo acerqué con cuidado y le ayudé a que se sentara. Al momento me marché al baño y regresé con una botella con agua fresca; mojé mis manos un poco y luego las llevé a su frente y su nuca. Como no era su primera borrachera, ya había aprendido que esto era lo que más le funcionaba para que se despejara.

- Estoy bien. De verdad. – me aseguró. – Ya le voy pillando el truco.

- Sí, lo sé. Es cuestión de práctica que aprendas a beber sin pasarte. – asentí. – Tienes que conocer tus límites.

Tyler se acostó en un lateral, pegado a la pared, y luego tocó el lado libre para que me acostara a su lado. La cama era pequeña, pero no nos importaba realmente porque era una buena excusa para dormir más juntos. Le hice caso al instante, más me quedé apoyada sobre uno de mis codos para poder mirarle. Tyler, con los ojos cerrados, suspiró pesadamente.

- La universidad es agotadora. – se quejó, haciéndome reír al instante. Él también sonrió pero no lo hizo por la broma, sino cuando abrió los ojos y me encontró observándole. – No te culparía, ¿sabes? Si decidieras irte con otro chico, no te culparía. Uno de esos que acaban con los barriles de cerveza y se pasean toda la noche sin camiseta. De los que se cuelgan de las escaleras y bailan sobre las mesas. Pasamos más tiempo separados del que me gustaría y sé que es más que suficiente para que conozcas a alguien mejor.

Marginado | Tyler DownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora