Esa pequeña jovencita, criada entre sus tantos hermanos y en medio del manto norteño, que de pequeña e ingenua había soñado conocer el sur y su exquisita vida, ahora solo deseaba volver a sentir el frío calar su ropa, los gritos de su hermana menor intentando fastidiarla, un solo abrazo de su madre. Estaba cansada, exhausta de intentar sobrevivir en aquel mundo que había resultado más sanguinario que el peor cuento de terror de la Tata. No sabía en quien podía confiar, quien era un potencial asesino y a quien solo le interesaba como moneda de cambio.
Sus manos se posaron sobre el regazo, en una postura que intentaba denotar tranquilidad, mas la recta y tensa espalda demostraba el miedo imperando en cada fibra de su ser. Aún analizaba su última conversación con Petyr Baelish, siguiendo con la mirada cada paso que Daena daba por las concurridas terrazas. El viejo amigo de su madre le había susurrado, como si del piar de un pequeño e inofensivo pajarillo se tratara, tantas dudas sobre la Targaryen que las pocas certezas que tenía sobre ella se iban esfumando con el viento.
Por lo que no perdió detalles cuando la araña, un hombre que había visto solo en contadas oportunidades y del que sabía aún menos, extendió el brazo hacia la dama que lo tomó sin vergüenza.
-Lady Daena, debo decir que se ve majestuosa.
La joven de cabellos tan blancos como las plumas de una bella ave se rió suavemente, tapando con delicadeza sus labios en un gesto de sutileza e inocencia por su parte. Todos allí al verlos cruzar esas frases tan banales a los que acostumbraban los lores bajaron la guardia, pero a pesar de ello los entrenados oídos de los espías que revoloteaban por la zona no perdían la pista sobre el dúo.
-Lamento no haber ido a saludarlo a mi llegada, Lord Varys.
Los dos se sonreían como si de dos viejos amigos se tratara, aun cuando Daena no confiaba ni un poco en el hombre frente a ella. Sansa recordó que Petyr insistió en decirle que las señoritas delicadas e inocentes eran igual de peligrosas que una víbora, aun cuando todavía le costaba unir los puntos de aquellas redes de poder que se entretejían entre tazas de té y bailes.
-Hubiera resultado extraño para su señor esposo, rara amistad si las hay- murmuró palmeando con delicadeza la mano que se sostenía de la manga color durazno de su túnica- Mejor así, frente a todos, como casualidades del destino.
-Solo dos conocidos compartiendo unas palabras en las atareadas terrazas - concordó la Targaryen notando que tanto sus guardias como el resto de los presentes allí le seguían con la mirada- Aunque esto no tiene nada que ver con el destino.
-Yo solo la acompaño en su camino al desayuno con las damas Tyrell- aclaró el eunuco- Una casualidad tener este privilegio.
Daena sonrió suavemente como si estuvieran hablando del cálido clima de aquel día. Ya estaban lo bastante alejados para que nadie pudiera escucharlos con claridad, pero tenía que realizar un esfuerzo sobrehumano para no perder la paciencia con Varys y sus misteriosos modismos.
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The golden Dragon /GOT/
FanfictionTras la destruccion de la familia real, la pequeña Daena Targaryen se refugia en los brazos de los príncipes dornienses. Con los años la joven ya no puede esconder sus notorios rasgos valyrios, pero no solo eso heredó de sus antepasados; unos extrañ...