XXVIII

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Afianzó el agarre de la suave tela del abrigo mientras avanzaba ágilmente por los terrosos caminos del bosquecillo, el cual lindaba con el final del jardín del castillo

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Afianzó el agarre de la suave tela del abrigo mientras avanzaba ágilmente por los terrosos caminos del bosquecillo, el cual lindaba con el final del jardín del castillo. El atardecer pronto llegaría a su fin, y ya comenzaba a sentir como el frío empezaba a ascender, dando paso a las frescas noches que caracterizaban a King's Landing.

Las voces lo llevaron hasta las orillas del Mar Angosto, donde los colores rojizos y violáceos del cielo se cortaban abruptamente en el horizonte, aun cuando el Sol decidía desaparecer todos los días por las costas occidentales. Sus soldados seguían recorriendo otros tramos de aquellos espacios siempre concurridos por Daena; pero incluso a la distancia reconocería la suave voz de su esposa, por lo que siguió avanzando por el camino pedregoso que bordeaba la escollera.

La repentina calma que lo embargó al divisar los cabellos blancos de la Targaryen, se esfumó con la misma rapidez al encontrarla acompañada de Jaime Lannister. Sus rápidos pasos se convirtieron en zancadas, sin preocuparse por alertar a las personas delante de él, mientras pateaba descuidadamente algún guijarro o piedrita en su avance. Escuchaba los erráticos latidos de su corazón bombear en sus oídos, y la desesperación por asegurarse que ella estuviera bien lo hizo recorrer varios metros en milésimas del tiempo normal.

-Daena- su voz salió amenazante, con la mirada fija en el Lannister parado junto a su esposa.

Pero cuando se enfocó en aquellos ojos violetas de los que se había enamorado, reflejado en ellos el más puro amor que Daena sentía por él, todo su sistema se calmó. Su amada estaba bien, y eso era lo más importante para él.

Jaime fue el espectador principal de aquel encuentro. Su atención se había congelado, casi involuntariamente, en el modo en el que el rostro de la Targaryen se había iluminado con solo escuchar la voz del dorniense. Parecía que se hubiera olvidado de su existencia, para ser más exacto, de la existencia de todo a su alrededor cuando avanzó hacia los brazos abiertos de su esposo, quien besó su frente con un cariño que nadie imaginaría presenciar de parte de la Víbora Roja.

> Me tenías preocupado- la regañó con dulzura mientras cubría sus desnudos brazos con la tela rojiza que traía en sus manos- He estado buscándote por un buen rato.

-Lo siento- se disculpó la dama, y con solo ver la culpa presente en su rostro por haberle hecho eso logró que él la abrazara, intentando borrar cualquier malestar- Solo he salido a caminar y me perdí.

-Lo sé, Mi Sol, tranquila- y sonrió levemente cuando Daena se acurrucó como un pequeño gato, buscando el calor del hombre al acercarse más a su cuerpo.

Pero no se había olvidado de la presencia de Jaime, y tras asegurar el bienestar de la Targaryen, alzó la mirada hacia el otro caballero. Al principio, solo parecía estar analizando cual era el nivel de peligrosidad de ese Lannister para su pequeña familia, pero algo cambió de pronto.

Y el Matarreyes lo notó; es que había que estar muy ciego para no hacerlo. La mirada del dorniense, que brillaba de amor con Daena, se ensombreció al encontrar algo en el rostro de Jaime. Aun a la distancia, advirtió la respiración del otro acelerándose peligrosamente, tensando su espalda como si se preparara para su siguiente ataque. Y lo supo, Oberyn lo había descubierto, había visto como los verdes ojos no se separaban de su esposa, como el león la seguía cual cachorro herido; pero, sobre todo, había encontrado aquella pura veneración hacia la mujer, la cual reconoció porque convivía con ese sentimiento a diario.

The golden Dragon /GOT/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora