Cap. 9 Veneno

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Draco manoseó el lomo del libro y examinó la cobertura con ojo crítico en busca de alguna pista que le dijera del por qué Granger se encontraba muy ansiosa para que él lo leyera.

Parecía bastante inocente, la imagen de la portada principal inmóvil, la fotografía muggle en blanco y negro, y todos los tonos grises en el medio. La imagen principal era aparentemente de un hombre educado y de piel oscura; evidentemente un muggle por su atuendo; con una expresión que parecía desgastada por la sabiduría y la experiencia. Miró el lomo y notó que no era técnicamente una autobiografía, si no que era más parecido a una colección de escritos y cartas hechas por ese tipo King, organizado por otro hombre llamado Carson. No había realmente una explicación de lo que se trataba el libro, lo cual lo irritaba mucho, pero se sentía ridículamente intrigado por el interés que Granger le daba al texto.

Con un pertinaz resoplido, lo arrojó a un lado y bajó el rostro entre sus manos, hundiendo sus uñas en el cuero cabelludo y preguntándose cuándo todo esto se acabaría. Oyó a Granger salir de su cuarto y dirigirse al baño, tal como hacía cada mañana. Él se entregó a su perturbadora rutina, y salió de la cama para desplomarse contra la pared como de costumbre, moviendo la cabeza para que su oído zumbara con las vibraciones de los sonidos inevitables.

Unos segundos más tarde con el murmullo musical del agua cimbreante que la acompañaba, Granger había comenzado a alimentar su obsesión malsana. Para comenzar sólo eran jadeos sutiles y ásperos murmullos matutinos que se acumulaban en crecientes gemidos que siempre lo arrastraba a su lugar. Respiró con calma cuando el dolor de cabeza cesaba a la par de los sonidos, dejándose caer en un estado de aturdimiento.

Como siempre hacía.

Pero...

Pero algo en su interior se agitó, una tibia contracción justo debajo de su ombligo, enviándole un rápido y entusiasta torrente sanguíneo a sus muslos. Conocía muy bien esa sensación, pero había pasado un tiempo; el ser forzado a matar a un hombre tendía consumir su mente robándole cualquier pensamiento de liberación y estar seis meses en la clandestinidad difícilmente había ayudado.

Todavía un poco perdido por los gemidos de Granger, su mano se movió instintivamente y distraídamente al bulto que se hacía cada vez mayor entre sus piernas. Sus dedos apenas lograron una acaricia agradable, antes de que sus ojos se abrieran de golpe y sacudió la mano a un lado con el horror tallado en su rasgos. Apartó su cuerpo lejos de la pared con una sacudida indigna y se cubrió los oídos con un fuerte golpe. Estaba temblando de odio hacía sí mismo, estaba asustado y desesperado por tratar de mantenerla lejos de sus pensamientos, apretó los ojos y los dientes fuertemente.

Estaba temblando al pie de la cama, no se movió, no se atrevió a moverse, hasta no escuchar el clic de la puerta principal que le avisaba que ella ya se había ido a clases. Abrió sus ojos atormentados y sus brazos se cayeron laxos a su lado mientras su pecho se agitaba por la repulsión y el pánico.

¿Qué DEMONIOS había sido eso?

Su frente brillaba de sudor y su garganta estaba irritada y seca por su avergonzado jadeo. Se sentía sucio, mancillado por la forma en la que su cuerpo había reaccionado por esa puta bruja. ¡Por la tumba de Merlín! ¿Qué le pasaba? ¿Tanto se había atrofiado su psique en esta celda infestada por Granger que él respondía de una manera tan repugnante?

¡NO!

No.

No, no significaba nada. No era jodidamente nada.

Habían sido largos meses desde que había tenido una satisfacción física, y eso no contaba el puñado de veces que se había masturbado en la cabaña escocesa cuando Snape se había ido para conseguir provisiones. Era normal que sus instintos más básicos cayeran en el juego cuando vivía cerca de una mujer.

Aislamiento - Draco x HermioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora