Supongo que no notas como tiemblo cuando te miro a los ojos, cómo lo vas a notar si eres un terremoto. No hay escala que pueda medir todo el destrozo que me causas, y no hay psicólogo que explique por qué me encantas. Como todo buen terremoto, tú viniste con indicios previos, mariposas, abejas y libélulas se encargaron de vaticinar tu llegada, aterrizaste con sueño, y yo con resaca. Vienes corriendo, me tocas. Las placas se contraen, comienza el plegamiento de los sedimentos, de todos los recuerdos acumulados y de las noches a tu lado. Pienso escalar la cordillera originada en tu espalda, o morir en el intento. Dar cobijo a todos los peces y sentimientos que quedaron huérfanos tras la obducción del océano de lágrimas , ese que formaste con las palabras de tu última despedida, disimulando un Adiós con un "hasta luego" mal improvisado.