Mis ojos están en huelga, dicen que no se van a recuperar hasta que estés de vuelta. Me comentan que el ardor puede estar provocado por virus, bacterias o alergias, qué bien mienten, todos sabemos que esto lo ha provocado tu pérdida. Incurable, insalvable, irreparable e irreversible, pero sobre todo, increíble, así es la ausencia de tu iris en mi conjuntiva. Los que decían que no nos parecíamos ni en el blanco de los ojos, tienen razones de peso para argumentar lo que están diciendo, ya que hoy, de mis ojos sale fuego. Mi horizonte era el grado de dilatación de tus pupilas, hoy, en cambio es un juego, entre lo que veo borroso y lo que ha cambiado mi vida. Intentando mirar al pasado, solo veo un día malo, mal olvidado y mal cicatrizado, pero no te fíes de mi vista, estoy más ciego que una botella de ron después de beberse todos mis males. No voy a tomar antibióticos, me duele más ver la realidad nítida que la inflamación de mi conjuntiva. Veo borrosa la vida pero a veces es mejor que recordar el vacío legal entre tu mirada y la mía, vacío en el que sobraban las palabras cuando me dilatabas las pupilas, me susurrabas con los ojos, tus intenciones más prohibidas.
No voy a volver a desear no volver a verte, se te da de miedo materializar mis versos, mírame ahora, que estoy solo y medio ciego, y cínicamente me alegro, ya que ese fue mi último deseo.