Fuimos una carretera de doble sentido con impacto inevitable y posterior salida de la cuneta. Fuiste el airbag que prometió salvarme la vida, y mírame, sangrando de rodillas, rogándote que actives el parabrisas, consiguiendo así, interrumpir cada uno de los recuerdos, que aún tengo de tus caricias. Fui ese número capicúa que te escribía día y noche, al principio y al final de cada verso hecho reproche.
Al final ni fui, ni fuimos, solo (te) fuiste.