A ver si ahora que tus buenas noches son una mierda, aprendes a valorarme. Te acuerdas de nuestras horas despidiéndonos, en el segundo en el que te digo adiós ahora. Lo has elegido tú, no me vengas de víctima, haciendo como que el de las balas era yo. Te recuerdo que tú empezaste a disparar a quemarropa, que yo me hice el muerto, fue verdad, pero todo juego tiene su táctica y no me quedaba otra.
Bajemos el ritmo dices, ahora no pretendas que mis palabras salgan a borbotones. Di tú la palabra, dila, ya no duele. Mentirosos, mutuamente si, pero mentirosos. Nos tenemos tantas ganas como culpa. Yo no me quito responsabilidad, está mal buscar lo que no quieres encontrar pero necesitaba un placebo, y justo a ti te encontré en enero, siempre es mejor subir las cuestas acompañado, hasta que llega el momento en el que la cuesta acaba en un acantilado y caes. Caes en un mundo de rencor y reproches que está perdido, en el fondo del mar a la derecha, al lado de las llaves que no encontrábamos, y acabamos por no necesitar.