Posteriormente al almuerzo, tomé un paseo por los exteriores de la propiedad. Al salir al jardín, pasando por un camino rodeado de hermosos rosedales, divisé una curiosa puerta de piedras rojas perfectamente camuflada tras una fuente en una pared gris rocosa.
Me dispuse a descubrir que ocultaba del otro lado. Frente a ella busqué una cerradura de donde pudiera abrir, pero mi intento fue fallido. Ya frustrada, apoyé mi espalda sobre la rojiza superficie y esta se deslizó dejando ver una enorme habitación a oscuras.
Inmediatamente que entré, la puerta se cerró y una tenue luz se encendió por todo el cuarto. Estaba en una especie de centro de entrenamiento. El lugar parecía como el de las películas, rodeado de espejos y con distintas armas, obstáculos y algunos blancos para practicar con el arco.
De pronto visualicé diversas fotografías colgadas en una pared junto con otras armas un poco más antiguas que el resto. Una de ellas era de mi padre Izan Kajsan, a quien lo acompañaba una magnífica espada labrada en oro y piedras brillantes.
La sostuve en mis manos por unos minutos examinándola con detalle, su peso era denso, pero bien equilibrado y otra vez el símbolo del dragón se hacía presente sobre la hoja de ésta. Comencé a hacer suaves movimientos con ella como vi en tantas películas antiguas. Aunque era pesada para mí, se movía con fluidez y delicadeza.
Repentinamente, la puerta se abrió dejando ver a Rajul en ella, iba vestido de negro, con jeans y una camiseta ajustada que dejaba apreciar su trabajado torso. Parecía un modelo, sabía que cualquiera de mis amigas de Estados Unidos babearía por él si lo vieran.
— ¿Qué hace aquí? —Se acercó lentamente al verme empuñar la espada de mi padre— no debería tocar eso
— ¿Por qué no? Es de mi padre, lo puedo hacer cuando quiera
—Es cierto, pero podría lastimarse, usted no sabe usarla
—Pues enséñame entonces
—No puedo, no estoy autorizado
—Soy la Princesa de Antara, por ende tu jefa, yo te autorizo
—Pero si usted aprende a luchar no necesitará de mis servicios —me guiñó el ojo
—No voy a despedirte si eso es lo que te preocupa —le mostré una gentil sonrisa aunque algo traviesa también
—Está bien, pero hoy no, quiero mostrarle su pueblo si gusta acompañarme
—Bien, pero sin guardias —le dije con firmeza— no me gustaría que la primera vez que me ven sea así, quisiera estar en las sombras por ahora mientras me acostumbro a todo esto
—Iré a preparar mi motocicleta entonces, por favor utilice protección, aquí nunca se sabe cuándo va a ocurrir una riña, por algo es "La ciudad de la mafia" —asentí y salimos de allí
Me dirigí a mi habitación para cambiar mi atuendo. No creía que un vestido fuera lo más "cómodo" si había problemas. Como mejor opción, opté por unos jeans negros, zapatillas de cuero, una camiseta blanca y una chaqueta color vino.
El clima se había tornado un poco frío por la llegada de la tarde. Debajo de mi ropa puse un delgado, pero resistente chaleco antibalas y guardé un arma en el bolsillo interno de mi abrigo por si acaso. Dejé mi cabello suelto y me maquillé solo un poco, un fino trazo de delineador negro, máscara de pestañas y bálsamo labial.
Luego de treinta minutos oí el rugido de su motocicleta en la entrada. Al salir de la casa lo encontré con aspecto de "bad boy" sentado sobre ella de lado, con un cigarrillo en la mano y sus gafas de sol. No pude evitar el enrojecimiento en mis mejillas luego de tener pensamientos un poco subidos de tono hacia él.
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Armas y Seducción (Trilogía Antara 1)
Lãng mạnComo una simple rosa puede cambiarlo todo... Nadie se esperaba esto, mucho menos yo. María Tesman, una joven de 23 años, quien trabaja en una editorial muy conocida de la ciudad, con una vida tranquila, da un giro de 180° al ver su vida en peligro...